Las rutas de Rafo es una detallada guía por las ocho carreteras que mejor conoce el periodista y viajero Rafo León. En sus páginas cuenta acerca de los pueblos y ciudades que estos caminos ponen a nuestro alcance.
Texto: María Isabel Gonzales.Un incansable viajero como es Rafo León ha escrito a lo largo de su trayectoria no menos de una decena de guías para gente que como él busca conocer más de cerca el Perú. Esta vez con Las rutas de Rafo, junto a Iñigo Maneiro y Poder, detalla los recorridos que ha hecho en más de una ocasión por ocho de las carreteras concesionadas por el Estado. Como si fuera un 'GPS' humano, achina los ojos para escudriñar un mapa invisible para el resto pero que a él le revelan los paisajes de nuestra tierra. Sentado en un sillón de su departamento empieza por detallar tramos como el de la Interoceánica Sur desde Nazca hasta Iñapari en la frontera con Brasil. En la costa, cuenta Rafo, se puede encontrar a la duna más grande de Sudamérica, conocida como Cerro Blanco, a cuatro horas de Nazca. Hasta allí llegan los amantes del 'sandboard' y de la velocidad con sus areneros.
Siguiendo la ruta al lado del mar se llega a la Zona Reservada San Fernando. Rafo ha visitado este lugar hasta en seis ocasiones con la convicción de haber encontrado una de las playas más hermosas del Perú: la bahía de San Fernando. "Esta es una gran caleta que acoge a diferentes colonias de la fauna marina y en donde además ocurre algo muy interesante. La pampa tiene unos puquios de agua a donde los guanacos bajan a beber. Es el único sitio costero del Perú donde se pueden observar estos camélidos", señala Rafo.
Las comunidades aledañas son tan conscientes de su valor que protestaron contra una compañía que quería hacer un 'resort' en el lugar. "El párroco de Marcona lideró el reclamo y al final se prohibió a los empresarios modificar la zona", recuerda.
Su relato empieza a alejarse de la costa y se interna en el paisaje de la sierra. En este tramo de la carretera ya se pueden observar las pendientes, campos de cultivo y valles, dice Rafo. Mientras tanto este viajero se imagina a sí mismo en la provincia ayacuchana de Lucanas, tierra de los danzantes de tijeras y de los caseríos por donde pasó y vivió José María Arguedas, y recuerda haber presenciado el Yawar Fiesta y las corridas de toros en el coso Antonio Navarro de Puquio.
Se detiene para comentar algo que venía pensando. Asegura que, en sus viajes, una de las experiencias que más valora es la de conocer a personajes comprometidos con el desarrollo del país. Como por ejemplo la ONG Cusichaca, dedicada a recuperar los preciosos andenes que a él tanto le gusta observar. Cusco y Andamarca han sido dos de sus focos de acción. "Gracias a esa labor, mucha de la gente que se fue durante la época del terrorismo ha regresado", dice Rafo. O también cuando conoce a personas como Fátima, de Andamarca –a dos horas de Puquio–, que nació con un defecto en la columna que le impedía caminar. Cuando era niña sus padres conocieron a una familia que le ayudó a recibir tratamiento en Suiza. Hoy en día es una mujer autosuficiente que destina sus recursos a una ludoteca infantil. A través de unos ojos como los de ella, cree que puede estar más cerca de la gente que habita un lugar.
A mitad de camino
Sigue viajando mentalmente por la Interoceánica Sur y llega a Chalhuanca, a mitad de camino al Cusco. Cuenta que es una ciudad antigua pero que se ha ido modernizando. Lo que más recuerda es la reciente restauración de su iglesia. "Tiene unas tejas coloniales vidriadas con íconos incas que nadie todavía ha podido descifrar", dice. Cuando pasa a Abancay lo primero que detalla son las pastelerías que venden los pasteles con los que sacia sus antojos. "A mí no me gusta el restaurante lujoso; prefiero lugares como el de Abancay, en donde la gente te trata distinto porque viven de una forma distinta, con otros tiempos y costumbres", señala. Pero allí también existe un circuito de casas coloniales que no muchos conocen y que a ojos de Rafo vale la pena ir a ver. Como para rematar el tour, aunque sea una vez en la vida, este viajero recomienda emprender una excursión al Santuario Nacional de Ampay.
Otro de sus lugares favoritos en el trayecto después de esta ciudad es Curahuasi, la capital del anís. Un valle dorado en donde sus habitantes tienen una gran afición por los gallos de pelea. Rafo sonríe cuando evoca sus costumbres y le asegura a quien se aventure a la carretera que este es un imperdible destino.
Una antigua costumbre
Un lugar que Rafo tiene muy vivo en la memoria es Marcapata, una localidad entre Cusco y Puerto Maldonado, con su iglesia del siglo XVI que, además de conservar los pisos originales, aún practica una costumbre muy propia del campo. "Cada cuatro años se renueva el ichu del techo en una faena comunitaria en la que participan todos los habitantes del lugar. Hasta el cura ayuda con las labores", cuenta. Para él fue una experiencia única que los comuneros compartieron con él.
Haciendo un salto casi olímpico pasa a Puerto Maldonado, en donde destaca dos corredores turísticos, a menos de diez minutos de la ciudad con chacras, recreos, hospedajes y restaurantes. Nada que ver con los exclusivos 'lodges' que también abundan en la región. "Allí hay una decena de experiencias por descubrir. Por ejemplo, conocer a las personas que luchan por reforestar la selva y que antes de que te vayas te invitan un caldo de gallina mientras ves el río seguir su curso", cuenta.
En las rutas del norte
Cuando mira al norte piensa en la ruta que va desde Piura hasta Huancabamba, en pleno bosque de nubes. En la zona uno de los servicios más demandados es el curanderismo, y el mismo Rafo ha pasado por sus rituales en varias ocasiones. "El primer día llegas a la laguna que te diga el curandero. Después de una ceremonia con sus asistentes entras a la laguna congelada. Es casi como un electroshock, pero sales como nuevo. En la noche te quedas en un ritual hasta el amanecer. Es agotador pero tienes que vivirlo". Rafo se pasa la mano por la frente como si lo estuviera viviendo ahora.
Para terminar dice que uno de sus recorridos más recientes ha sido el de Puno-Tilali, un viaje por la parte aimara del Titicaca. Lo que ha visto allí excedió sus expectativas. Basta decir que los atardeceres que presenció son de los mejores que pueden contemplarse en el Perú. Con un argumento así, solo queda tomar nota de sus recomendaciones y ponerse la mochila al hombro, listos para emprender la ruta.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/09-12-2012/recorrer-el-peru-de-la-mano-de-rafo-leon#!foto3
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