martes, 11 de agosto de 2020

LOA A DON FÉLIX ALBERTO HUAMÁN QUISPE

 






Al señor Félix Alberto Huamán Quispe lo conocí hace más de 50 años cuando mis padres, acertadamente, decidieron que él y su hermana sean mis padrinos.   Fui su primer ahijado, como siempre me hacían recordar. Me trataban como un hijo más entre toda su familia.   Llegué a conocerlos a todos los Huamán y, debido a mi cercanía con ellos, les decía tío, tía, primo, prima.   A la mamá de mis padrinos llegué a decirle abuelita.  Fue tanta la convivencia que almorzábamos en navidad y en año nuevo en mis años mozos. Recuerdo los veranos de playa y las vacaciones de medio año a Chosica.   Con ellos aprendí a comer sopa de chuño, a escuchar su música puneña y verlos bailar con tanta alegría, muy orgullosos de sus orígenes.   Ese fue el primer legado que asimilé: orgullo por la tierra que nos vio nacer, no sentir vergüenza, para nada, de dónde venimos.

El trabajo era su segundo apellido.    No desmayaba en ello, ya ingresa en uno u otro negocio.   En él se aplica aquella frase de Thomas Alva Edinson: “Nunca he trabajado en mi vida, todo lo he hecho por placer”.  Ese fue el segundo legado que aprendí.

Al casarse, tuve una madrina más.   Ella, doña Bertha, se sumó a los nobles ideales que tenía mi padrino, congeniaron muy bien, se complementaron.   Buen esposo, buen padre, sus hijos, mis primos, tuvieron una maravillosa familia al ser testigos de la filantropía de su señor padre, de los sabios consejos que brindaba, de la severidad que tenía cuando la situación ameritaba, de su carácter risueño y empedernido conversador, de sus bromas que invitaba a una prolongada risotada.  Ese fue el tercer legado, su Don de persona que espero emular.

La última vez que lo visité fue en la madrugada del 25 de diciembre de este año.   Quería darle la sorpresa, despertándolo a horas 6:00 a.m., había ido premunido por si es que no se encontraba o no escuchaba esos tímidos golpecitos que hacía al tocar su metálica puerta.   Al no lograr mi propósito, en un papelote dejé constancia de mi inusitada visita, deseándole una feliz navidad y un próspero año nuevo.    No sé cómo llegó a llamarme un sábado de enero del 2020 a invitarme a su casa.   Conversamos por casi dos horas contándome de su periplo por el viejo continente.   Me alegré de su estadía por esos lares y su visita a su hermana en Italia después de varios quinquenios de no verse, de no respirar el mismo aire, de no estar en el mismo lugar, de no compartir la misma mesa.   Fue un encuentro de los tres hermanos.   Imaginé ese encuentro, esos efusivos y esperados abrazos.  Nadie vaticinó que en una próxima reunión iba a ausentarse el sentido abrazo del hermano mayor, la voz esperanzadora de aquel hermano que gustaba de las reuniones familiares.   Otro legado que debo reconocer en él, el hermano que buscaba la unión familiar.

Por su primogénito me enteré de su alicaído estado de salud.   Con mi señor padre, su compadre, le llamamos, a los dos.  Le dejamos un mensaje de voz y un mensaje de texto expresándole nuestros buenos propósitos y deseándole pronta mejoría.   Recibimos la respuesta a los dos días despreocupándonos, ya que, según ellos, era una simple gripe…que todo estaba controlado.   Aliviados, alegres no queríamos interrumpir su evolución.   La última vez que recibí un mensaje por messinger fue el 01 de agosto…y no volvió a hacerlo, ni lo hará más.   Una semana después, el 07 de agosto del 2020 nos dejó para siempre.   Se marchó sin ser despedido como se debió hacer a un gran hombre, a una maravillosa persona.   Quienes lo han conocido pueden dar fe de ello.

Lo recordaré siempre sonriendo, con una mirada risueña que invita al sosiego, a abrazarlo eternamente y decirle gracias padrino.   Gracias, por trazar un derrotero en mi vida, gracias por todo lo que me ha dado.   No tengo nada que reclamar, pero sí mucho que agradecer.

¡¡¡Honor y gloria al señor Félix Alberto Huamán Quispe!!!

¡¡¡Fuerza y fe madrina Bertha!!!

¡¡¡Fuerza y fe Carlitos y Miluska!!!