sábado, 21 de diciembre de 2013

EE.UU.2012. La nueva mayoría norteamericana



La Nueva Mayoría Norteamericana

Si la elección entre Barack Obama y Mitt Romney hubiera ocurrido hace 150 años, Romney habría ganado de una manera aplastante.  En 1862, la gran mayoría de los votantes norteamericanos eran hombres blancos, protestantes, y rurales –grupos que votaron masivamente por Romney–.  Pero en 2012, esa coalición no fue suficiente.  
Las razones por las cuales ganó Obama son conocidas. Primero, la economía empezó a recuperarse, y como consecuencia, el malestar público se disminuyó. Entre noviembre de 2011 y noviembre de 2012, el porcentaje de norteamericanos que cree que el país “va bien” subió de 19% a 42%, y la aprobación presidencial subió de 40% a  50%.  Segundo, la derechización del Partido Republicano –el ascenso del Tea Party y de candidatos con posiciones extremistas contra el aborto, los homosexuales y los inmigrantes– limitó su capacidad de captar votos moderados. Aunque Romney era un moderado, tuvo que derechizarse para ganar la candidatura Republicana. Giró hacia el centro en las últimas semanas de la campaña, pero no pudo escaparse de la imagen derechista de su partido.
Pero la elección señaló un problema más profundo para el Partido Republicano: se ha convertido en un partido del Siglo XIX: un partido de hombres blancos y protestantes.
En términos electorales, hay dos Estados Unidos: un EEUU profundo y un EEUU cosmopolita. El EEUU profundo se concentra en el interior del país, en zonas rurales y pueblos pequeños.  Es la parte del país que más se aproxima a la población fundadora: blanca, rural, y protestante.  La población es más religiosa, y tiene menos contacto con personas, culturas, idiomas, e ideas extranjeras.  
El EEUU cosmopolita se concentra en las costas y las grandes ciudades. Su población es mucho más diversa. De hecho, es un mosaico de minorías: católicos descendientes de inmigrantes italianos e irlandeses; negros; judíos, asiáticos; latinos. Hay blancos protestantes, pero son más urbanos, profesionales, y seculares.  Entre ellos, muchos son minorías culturales (ateos, homosexuales, mujeres profesionales). Es una población menos religiosa, y con más contacto con personas, idiomas, culturas, e ideas distintas.  
En las últimas décadas, el Partido Republicano se ha convertido en el representante del EEUU profundo.  Bajo Nixon y Reagan, el partido se enfocó en el electorado blanco, rural, y evangélico, que se sentía amenazado por los cambios sociales, culturales, y demográficos de los años sesenta y setenta. Lo hizo atacando a varios grupos que hoy pertenecen a la coalición cosmopolita: los negros, los inmigrantes, los homosexuales, las mujeres pro aborto, los hippies.  Funcionó. En los estados con grandes concentraciones de blancos rurales y evangélicos, como Kansas, Oklahoma, Wyoming, Mississippi, Alabama, y Carolina del Sur, el Partido Republicano se volvió casi hegemónico.
El problema para los Republicanos es que el EEUU profundo se esta achicando.  La sociedad norteamericana es cada vez menos blanca, protestante, y rural.   La porción blanca del electorado cayó de casi 90% en 1976 a 72% en 2012.  Y las minorías (sobre todo los negros, latinos, y asiáticos) crecieron de menos de 10% del electorado en 1976 a casi 30% hoy.  Según pronósticos basados en los datos del censo, las minorías serán una mayoría dentro de 30 años.
Ante el avance del EEUU cosmopolita, el EEUU profundo se ha vuelto cada vez más reaccionario. Aferrado a una visión de la sociedad basada en el pasado, milita contra la inmigración, la diversidad racial y lingüística, y los cambios (como la legalización del aborto y el matrimonio gay) que chocan con los “valores tradicionales.”   Los representantes del EEUU profundo se oponen a los impuestos y las políticas sociales, en parte porque creen que los beneficiarios de la redistribución son grupos (negros, inmigrantes) que no son “verdaderos americanos” como ellos. Para muchos de ellos, la elección de Obama en 2008 significó nada menos que “perder el país”.  Una gran parte de la base Republicana se convenció de que Obama no nació en Estados Unidos (requisito legal para ser presidente), y que no era cristiano, sino musulmán.  Por eso, los militantes del Tea Party –el movimiento que mejor representa el EEUU profundo– hablaba de la necesidad de “recuperar” el país.  
Así que el Partido Republicano está atado a un sector del electorado que se vuelve más chico y más reaccionario. Es una receta para la derrota.  
Romney arrasó en el EEUU profundo.  Ganó 60% del voto blanco, 70% del voto blanco y protestante, y casi 80% del voto blanco y evangélico. Entre el electorado del Siglo XIX, masculino, blanco, y protestante, Romney le ganó a Obama casi 3 a 1.
Pero el resto del país votó masivamente por Obama. Según las encuestas de boca de urna, el presidente arrasó entre los negros (93%), los asiáticos (74%), los latinos (71-75%), los judíos (69%), los ateos (70%), los homosexuales (76%), los pobres (63%), los urbanitos (62%), los jóvenes (60%), y las mujeres (55%).  El Partido Republicano pagó el precio por contentarse con una coalición estrecha en una sociedad cada vez más diversa.
Algunos Republicanos siguen con su cabeza en la arena, echando la culpa a Huracán Sandy (según las encuestas que predijeron los resultados con mucha precisión, Obama ya ganaba sin problema antes de Sandy). Pero como reconoció el comentarista conservador Bill O’Reilly, “la América tradicional ya no existe.” Si el Partido Republicano no se adapta a esta nueva realidad, está condenado a ser un partido minoritario.
Los Republicanos pasaron cuatro años autoproclamándose los representantes del EEUU “auténtico” o “verdadero.” En realidad, representan el EEUU del pasado. Los demás –los negros, latinos, asiáticos, judíos, homosexuales, mujeres profesionales, y blancos urbanos y progresistas– no solo son verdaderos norteamericanos. Somos mayoría.

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