Tremenda bronca
Vi miles de miles de ciudadanos. Marchaban por la Avenida Santa Fe y se desparramaban en la anchísima Avenida 9 de Julio que lucía repleta. Los vi pasar horas como si el río de gente fuera inagotable en esta furiosa ciudad de Buenos Aires. No tenían líderes, ni discursos centrales. Solo, como dicen aquí, una tremenda bronca contra su Presidenta y su gobierno. Y, también, una crítica a la oposición que quiso estar aquí pero que entendió que su presencia no era bienvenida. Crisis de representación o crisis de partidos políticos la llaman los analistas.
Lo que yo vi fue gente harta de la inseguridad, la corrupción, la inflación, el impuesto a los salarios y la prohibición del uso de dólares. Clase media cultivada, más que la nuestra, que no se aguanta que le mientan o que no la dejen opinar. “Estoy cansada de que me roben a mí lo que les dan a los ladrones”, decía una señora. “Cristina: quiero mantener a mis hijos, no a los tuyos” se leía en un cartel que llevaba un hombre. Mujeres y hombres, jóvenes, mayores y muy mayores que piden respeto al sistema de justicia (muy presionado por el Ejecutivo), libertad de expresión y respeto a la Constitución rechazando la re-re-elección.
Los viajeros solemos hacer paralelos. Las peripecias para cambiar dólares, el apagón de la noche anterior, los insultos de los voceros gobiernistas a estos manifestantes calificándolos como miembros de la ultraderecha, el encarecimiento de todo, las medidas económicas estatistas y absurdas, la basura desparramada en el centro que se pudría al calor de una semana de 35 grados C me hizo regresar al Perú de García en los ochenta. Y pensé que algo le debemos a nuestro ex Presidente.
El drama de Argentina es no tener un García. Alguien que la lleve al infierno y la vacune por décadas contra las recetas que no funcionan. Porque lo que se aprende con inmenso dolor, no se olvida. Ningún gobernante peruano podrá prohibir el uso de moneda extranjera, vivir con una inflación creciente, subsidiar empresas públicas deficitarias, controlar precios, expropiar propiedad privada, apropiarse de los fondos de pensiones sin saber que el pueblo le recuerde que eso ya lo vivimos y que no lo vamos a vivir de nuevo.
También aprendimos nuestras lecciones sobre corrupción. En eso a Argentina le falta una videoteca como la de Montesinos. No la hemos eliminado pero todos son conscientes de la enorme importancia de una prensa libre y fiscalizadora. La Presidenta de Argentina ha incrementado su patrimonio en más de 900% y con eso se convive. Mala cosa. Después, se paga. La obligación de los gobernantes es rendir cuentas de sus actos y no justificarse en increíbles y paranoicas teorías de la conspiración golpista. No oí pedir que la Presidenta, que escogió el país con un 54% el 2011, se vaya. Lo que quieren es que escuche y que cambie.
Argentina, país inmenso en riquezas y geografía. Sexta economía del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, tiene hoy un PBI menor al de Colombia. Sobrevive gracias a los precios de los productos de agro-exportación. Y esa es también su desgracia. Como Venezuela con el petróleo, sus exportaciones le permiten que las peores decisiones de política económica se aguanten por mucho tiempo sin que el daño se note. Pero el daño ya está aquí y ayer lo hizo notar el pueblo.
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