martes, 31 de diciembre de 2013

TAKANAKUY. Pelea en vivo.

Takanakuy, El club andino de la pelea

El veterano Pedro Hanampa versus el joven Wilfredo Abrigo. Fue la primera pelea de la exhibición de takanakuy en Abancay.

Cuatro pueblos de Apurímac y Cusco que practican el Takanakuy –una costumbre que lleva a hombres y mujeres a resolver sus diferencias a golpes– se dieron cita la tarde del 15 de diciembre en un estadio de Abancay.
Texto: Emilio Camacho
Fotografía: David Huamaní


Pedro Hanampa (45) sabía que sería el primero. Siempre lo había sido. Como bailarín de huaylía en Haquira, su pueblo natal, encabezaba siempre una de las columnas de su grupo de danzantes. Era el primero de la línea, el 'puntalesna' que respondía a cualquier desafío.
Así que ese domingo, bajo el sol implacable de Abancay, que golpeaba incesante la cancha de tierra del estadio El Olivo, Hanampa se adelantó a los hechos y fue él quien lanzó un reto a los bailarines de Chumbivilcas. Antes de que entrara al campo, su amigo Santiago Arredondo, “Chillico” –que llevaba unos cuernos de venado en su disfraz– le forró los nudillos con una cinta de colores.
Después de eso, Hanampa se paró en el medio de la cancha a esperar a su rival. Del grupo de Chumbivilcas salió Wilfredo Abrigo (30), vestido con chompa negra, cincho rojo y negro de lana, y pantalones camuflados de comando.
Ya en plena pelea y por instantes, la diferencia de edad se hacía evidente. Abrigo esquivaba con facilidad los puñetazos de Hanampa, daba vueltas alrededor de él y lo pateaba con violencia en los muslos. En box, aquello debía ser el baile de un púgil veloz con un paquete.
Pero Hanampa no retrocedía. Avanzaba. Milímetro por milímetro. Hasta ponerse a una distancia en la que Rodrigo no pudiera esquivarlo. Intentó patearlo, pero apenas rozó sus canillas. Finalmente agachó la cabeza y lo embistió. Rodrigo le dio un puñetazo en el pómulo que le dejó un corte, pero no lo esquivó del todo. Hanampa había logrado lo que buscaba. Se acercó tanto que tuvo que golpear de lado, de una manera incómoda, con un gancho. Rodrigo recibió el puñetazo, trastabilló y cayó al suelo.
Los jueces detuvieron la pelea de inmediato. Hanampa se contuvo y Rodrigo se incorporó. Finalmente, ambos se abrazaron y recibieron la ovación del estadio.
Era la primera pelea de aquella tarde de Takanakuy en Abancay. La misma tarde en la que Hanampa dejaba para siempre los combates a puñetazos y puntapiés, 30 años después de hacerse conocido como bailarín de huaylía y de mostrar toda su habilidad como luchador, en escenarios de Arequipa, Cusco y Lima. Pero ese no sería su último combate.
SOÑADOR ANTABAMBINO
"Huaylía significa aleluya. Nosotros bailamos para alegrar el nacimiento del niño Jesús", dice el ingeniero Nilo Dueñas (33), organizador de la primera exhibición de Takanakuy en Abancay, capital de la región Apurímac. Lo dice como quien asocia la Navidad a esta fiesta de las alturas andinas. Pero la huaylía es solo la mitad de esa celebración. La otra parte es el Takanakuy, que tiene más de reunión justiciera que de festejo divino.
Con el Takanakuy se resuelven los problemas que dos vecinos de un mismo pueblo han tenido durante el año. Si hubo un choque durante un partido de fulbito, los dos rivales pactan una pelea para el fin de año. Si tuvieron un problema de tierras, de agua, de faldas, todo debe quedar resuelto con el Takanakuy. Es la fraternidad que se expresa a través de puñetazos. Cuando acaba uno de estos combates, vencedor y vencido, todavía con sangre en sus rostros, se estrechan en un abrazo, y hasta pueden terminar brindando con cerveza o cañazo.
Claro que no todos están felices con esta costumbre. En las alturas de Apurímac y Cusco, el Takanakuy tiene pocos críticos. En ciudades más grandes, como Abancay, este festejo es ajeno. "Cosa de salvajes", dicen algunos.
Dueñas quiere cambiar esa percepción de una manera audaz. Desde hace cinco años se dedica a reivindicar a las provincias menos conocidas de Apurímac a través de un programa de radio al que ha llamado de una manera bastante obvia: "La hora de las provincias altas".
Con sus transmisiones en quechua y español, Dueñas busca dejar en claro que Apurímac no es solo Abancay y Andahuaylas –las orgullosas ciudades principales de su región–, que también existen Cotabambas, Antabamba, Grau y Chincheros.
La mejor manera que encontró de lograr su objetivo fue reunir a los cuatro pueblos que practican el Takanakuy en el Perú y llevarlos a la capital de Apurímac para una exhibición. Convocó a delegaciones de Antabamba, Huaquirca, Haquira (distrito de Cotabambas) y a los cusqueños de Chumbivilcas, que jugarían de visita. Escogió el 15 de diciembre como fecha de este encuentro. Pero nunca estuvo consciente de la fuerza que tendría su llamado.
LA SANGRE DE JUDITH
El estadio El Olivo está ubicado al oeste de la ciudad de Abancay, en la carretera que viene de Lima hasta este lugar. Es el complejo deportivo más antiguo de la ciudad, ahora opacado por el nuevo estadio de Condebamba. El 15 de diciembre, El Olivo volvió a llenarse de espectadores, como en sus viejos tiempos. La cola que se hizo para entrar al encuentro de Takanakuy llegaba hasta la avenida Seoane, a una cuadra y media del estadio. Cada espectador pagaba 10 soles por entrada.
El espectáculo empezó a las tres de la tarde. Pedro Hanampa y Wilfredo Rodrigo protagonizaron la primera pelea. Los siguieron Mario Ancaya 'Vizcacha', de Haquira y Raúl Naveda, de Antabamba.
A las cuatro de la tarde ya habían peleado seis parejas. Las reglas fueron respetadas escrupulosamente. Si alguien caía al suelo o sangraba, el combate terminaba. Además, estaba prohibido golpear a un peleador caído.
Lo que todavía no se había visto en esa tarde era un choque de mujeres.
Pero Ruth Manuelo (22), de Huaquirca, y Judith Condori (15), de Haquira, harían su debut. Su pelea fue desordenada. Judith vestía botines, una pollera verde y una chaqueta del mismo color. Su vestuario terminó traicionándola. No pudo esquivar los golpes de Ruth, que iba ligera con un jean. En menos de un minuto Judith ya sangraba, quiso coger del pelo a su rival pero era tarde, los jueces dieron por acabada la pelea. Aturdida, la llevaron a donde se encontraba la delegación de Haquira. Su hermana, Sara Condori, le puso un poco de papel higiénico con alcohol en la nariz y allí concluyó todo. Judith  recordará ese momento siempre. Había perdido su primera pelea en una fiesta de Takanakuy, y apenas alcanzaba a refunfuñar: "Rascando cualquiera gana".
Vestir a la usanza de la fiesta de la huaylía le trajo problemas a Judith a la hora del Takanakuy. Pero eso del vestuario  es algo que se respeta mucho entre los pueblos que siguen con esta tradición.
Los 'pastores' o bailarines de Huaylía pueden gastar entre 1,000 y 3,500 soles en su indumentaria.
Pero no todos los pueblos visten igual.
En Chumbivilcas y Haquira lo básico son las botas. Luego la qarawatana, una prenda de cuero que protege las piernas y parte de los muslos, un cincho tejido, una careta o chullu de lana, una chalina de colores y una casaca negra de cuero.
El aspecto de los peleadores chumbivilcanos y haquireños se asemeja a veces al de un motociclista que busca pelea. Sus modales también.
Antes de que empezara la fiesta en el estadio El Olivo, la delegación de Haquira se paseó por las calles de Abancay en una camioneta, repetían coros y cantos desafiantes. Era su manera de calentar el ambiente.
EL CLAN UTANI
En Huaquirca la vestimenta también es importante. Los hombres usan botas pero no la qarawatana. En su lugar llevan unos pantalones anchos, de montar; cinchos y chalecos de cuero repujado, camisa, sombrero y un pañuelo atado al cuello.
Pero la elegancia viene de la mano de Antabamba. Su vestuario es parecido al de Huaquirca, pero a la camisa le suman una corbata, pañuelo de seda y una pluma de pavo real en el sombrero.
Ambos pueblos, por su cercanía, mantienen una vieja rivalidad. Y sus exponentes en Takanakuy se conocen desde pequeños.
Para el domingo 15 se había pactado una pelea esperada. Víctor Utani (22), "Winchu Rumi" (la piedra que nunca se mueve), había lanzado un desafío a los representantes de Antabamba.
Lo había hecho desde Lima, donde trabaja como mecánico de mantenimiento. Y la delegación de Antabamba respondió que aceptaba sin problema.
Fueron los hermanos Sevillano los que salieron a la cancha para hacer frente a Utani. Primero fue Joseph (29). Esta pelea fue lenta. Sevillano se dedicó a 'bailar' a Utani, mientras el segundo se acercaba para asestarle un puñetazo. Su juego de gato y ratón fue tan largo que los jueces dieron por terminada la pelea sin que hubiera un buen cruce de golpes. Con Antonio Sevillano (21), la cosa fue distinta. El joven antabambino, visiblemente más alto que "Winchu Rumi", lo golpeó varias veces en los costados, le dio golpes en la cabeza, pero Utani también tuvo espacio para acertar algunos puñetazos. Igual, nadie cayó. La pelea se detuvo porque ya duraba mucho.
Cuando concluyó, Sevillano destacó a su manera el estilo de su contendiente. "Duro es ese cholo, recio", sostuvo.
El apellido Utani se repetiría más de una vez esa tarde. No solo porque "Winchu Rumi", líder natural de la delegación de Huaquirca, volvió a pelear, sino porque sus cuatro hermanos, Orlando, Pascual, Beltrán y Lucio, protagonizaron sus propios combates.
EL FINAL
Otro que tuvo más de una pelea fue Pedro Hanampa. Después de su pelea con Wilfredo Rodrigo retó a otro representante de Chumbivilcas y ganó. Cuando caía la tarde y el Takanakuy estaba por terminar, Hanampa se acercó de nuevo al grupo de Chumbivilcas para proponer un tercer combate. Alcoholizado como estaba, sus viejos rivales le dijeron que no. El haquireño se quedó desconcertado. No era la despedida que esperaba. No había nada de gloria en un combate frustrado. Sin embargo, pudo desquitarse.
El Takanakuy ha terminado y es hora de que todas las delegaciones muestren lo mejor de su huaylía. Hanampa tomó su casaca negra y baila desenfrenadamente, desafiando al público, despidiéndose finalmente del ruedo. Lo acompañan sus paisanos de Haquira, con  paso provocador, digamos que achorado; también los chumbivilcanos, los más alegres en la cancha; los elegantes antabambinos y los huaquirqueños, protectores de la tradición. A esa hora Abancay ya no es Abancay. Es el refugio perfecto para el Takanakuy. Nilo Dueñas sonríe, mientras suenan la mandolina y las dos guitarras de la huaylía.
Hay 13 Comentarios
30 de diciembre de 2013 | 10 hrs
The Herb escribe:
Que paja! Cultura viva! A mi me parece algo genial, hermoso por donde se vea. Esa es la clase de violencia que es buena para una sociedad: ritualizada, reglamentada, inofensiva, purificadora. Nuestros andes demostrando una vez mas ser mas gente que muchos por acá.

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