Aqupampa narra las penurias de la migración durante el
conflicto interno.
Premio Nacional de Literatura
AQUPAMPA, laureles para
una novela quechua
Flamante ganadora del Premio Nacional de Literatura en
lenguas originarias, Aqupampa es la primera novela en quechua sin traducción al
castellano. Para su autor, el huancavelicano Pablo Landeo, es la mejor vía para
que el runasimi conquiste su independencia. De lo contrario, ¿qué celebraremos
los andinos en el Bicentenario?, se pregunta.
Renzo Gómez
Domingo, 19 de Agosto del 2018
Alguna vez, a inicios de los sesenta, José María Arguedas,
el 'Tayta', instó a escribir en quechua a quienes dominaran esa lengua
ancestral, a su parecer más poderosa que el castellano para expresar los
trances del espíritu.
Arguedas escribió poesía, realizó traducciones y compiló
cuentos en quechua pero se marchó de este mundo sin escribir una novela que
encumbrara el idioma y la cultura andina.
Esta semana, un hijo de los Andes, huancavelicano, natural
de Acobamba, ciudad próxima al cielo, acudió al llamado del Tayta. El
Ministerio de Cultura le otorgó a Pablo Landeo Muñoz el Premio Nacional de
Literatura 2018, en la categoría lenguas originarias, por Aqupampa (Pakarina
Ediciones), la primera novela escrita en quechua sin traducción al castellano.
Publicada en mayo de 2016, con un modesto tiraje de 600
ejemplares, Aqupampa (arenal) ha pasado desapercibida, desde entonces, para la
mayoría de medios de comunicación. Las razones son varias, y se complementan:
miopía cultural, la escisión del mundo occidental con lo andino y amazónico, y
demás grietas.
Pero no nos compliquemos tanto: si las reseñas de Aqupampa
escasean es porque no sabemos quechua. Una omisión que los periodistas y no
pocos académicos arrastramos sin culpa.
Su autor no está dispuesto a traducir su obra al español. Ni
siquiera para efectos de esta nota. Ni hoy ni mañana. Hay en esa decisión
rotunda, un abismo por entender y respetar.
TREN DE RECUERDOS
Pablo Landeo quiere una foto con el cerro San Cristóbal.
"Es el Dios tutelar de la zona", explica. A paso raudo, bajamos a la
sala de lectura de la Casa de la Literatura, al pie de los rieles.
Apenas y hemos caminado, cuando el escandaloso silbido del
tren anuncia su llegada. Unos hoyitos se dibujan en el rostro de Landeo. Y
entonces se produce el suspiro que delata la nostalgia.
-Así vine a Lima en los setenta.
Sin haber concluido la primaria, con no más de 13 años, y
tras dos días de viaje desde Acobamba, Landeo pisó la capital una tarde de
febrero, en época de carnavales, cuando este remozado lugar era la Estación de
Desamparados. Épocas remotas donde el Ferrocarril Central transportaba más
gente que minerales.
Landeo se asentó en Villa María del Triunfo, en casa de una
prima a quien trataba de tía por su edad. Su padre, un campesino ilustrado,
prefirió quedarse en su chacra. Su madre ya era un recuerdo borroso. Falleció
cuando apenas era un bebé ansioso por lactar.
-Cuando tenía hambre, mi padre me llevaba con mis tías, que
tenían hijos contemporáneos a mí. Tuve muchas madres.
De educación tardía, como el común de niños andinos de su
época, Landeo acabó la secundaria en Huancayo mientras se ganaba unos soles
trabajando como carpintero.
Sus ocupaciones manuales no fueron impedimento para
acercarse a los libros. La madre de Maksim Gorki, Los perros hambrientos de
Ciro Alegría, y El tungsteno de César Vallejo fueron las primeras lecturas que
dinamitaron su conciencia.
De vuelta en Lima, ese monstruo cada vez más incontrolable,
los ochenta lo cogieron y por poco lo apresan. Una vez, miembros del Ejército
cerraron su manzana e irrumpieron en su casa llevándose toda su biblioteca solo
por poseer una colección de José Carlos Mariátegui.
-Encontrar libros en una zona marginal era indicador de que
eras de Sendero Luminoso.
Estudió Educación con especialización en literatura en la
Universidad Inca Garcilaso de la Vega, y se hizo profesor de secundaria. Tarea
noble, vital y mal pagada. Pero no fue hasta su maestría sobre cuentos andinos
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que su misión se develó.
Categorías andinas para una aproximación al willakuy /
umallanchikpikaqkuna(seres imaginarios del mundo andino) obtuvo el primer
puesto en IV Concurso Nacional de Tesis de Posgrado, en el 2010.
Al año siguiente, junto a un grupo de intelectuales, todos
quechuahablantes, fundó Atuqpa Chupan (Cola de zorro), el primero de sus hitos:
una revista monolingüe, escrita en runasimi en su totalidad, que marcha por su
sexto número.
-Si el quechua no conquista su independencia editorial del
castellano, no se desarrollará. Seguirá siendo una lengua marginal, incapaz de
hablar por sí misma.
En efecto, el quechua respira y habla a través del español.
Es dependiente. Y además es utilizado perversamente para fines políticos, sobre
todo en campaña electoral. Que a nadie le sorprenda si eso sucede en las
próximas semanas.
-No se trata de aprender una que otra palabrita de saludo
para identificarse con los campesinos. Solo algunos lo hacen por la necesidad
de dirigirse a los quechuahablantes.
El mismo impulso que lo llevó a publicar Wankawillka
(Huancavelica), en el 2013, donde escribió un capítulo en runasimi para
explicar su inflexibilidad.
UN CALEIDOSCOPIO
Desde un octavo piso, a unos metros del río Sena, sorteando
la neblina parisina, Pablo Landeo, profesor de quechua del INALCO (Instituto
Nacional de Lenguas y Culturas Orientales) desde el 2014, concibió la historia
de Margarita, una jovencita de Huayllapata, una ciudad imaginaria de Acobamba,
que se establece junto a su familia, primero, en el populoso Surquillo y luego
en el cono sur, en las periferias de Lima.
La aparición de Sendero Luminoso trastoca la historia y con
ello sobreviene el horror en el arenal. Inmigrantes tocados por la crueldad,
desilusionados de la prosperidad que supuestamente les ofrecía esta ciudad
caótica. De eso, más o menos va Aqupampa.
El francés César Itier, un estudioso de la literatura
quechua que visita el Perú todos los años para investigar nuestras tradiciones
milenarias, lo explica mejor en un ensayo.
-Una sutil exploración de las relaciones del migrante con su
nuevo entorno y con una modernidad seductora y amenazante a la vez. Aqupampa es
un caleidoscopio de lo que se decía en quechua, entre 1960 y 2000, sobre la
sociedad, la migración y Sendero.
Landeo, que será galardonado el próximo 25 de agosto en la
Feria del Libro del Cusco, se aproximó a la gramática quechua, de muchachito,
para transcribir los huaynos que más le agradaban, como los de Condemayta de
Acomayo y el Trío Amanecer.
Luego los dioses tutelares y el llamado de Arguedas le
mostraron su camino. ¿Qué vamos a celebrar los andinos en el Bicentenario?, se
pregunta. Es hora de vernos los rostros. Y leernos sin intermediarios. Aqupampa
es el quiebre de esta historia. Quien desee adentrarse en ella deberá respetar
y aprender.
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