jueves, 31 de enero de 2019

FASCISMO EN BRASIL: BOLSONARO.

Es machista, militarista, homofóbico y racista.   Un cóctel peligroso.

Elecciones en Brasil
Jair Bolsonaro: La amenaza fascista
Cómo es que una figura extravagante y menor de la política brasilera, misógina, homofóbica y racista, está a punto de convertirse en el gobernante del país más grande y poderoso de Sudamérica.
El hombre que logró la más alta votación en las elecciones del domingo 7 en Brasil está a favor de la tortura.
Este hombre dice que preferiría que su hijo muriese en un accidente a que fuese gay.
Dice que si viera a dos hombres besándose en la calle los golpearía.
Dice que los negros no sirven ni para procrear.
Que está bien que las mujeres ganen menos que los varones, porque se embarazan.
Este hombre le dijo a una diputada que no la violaría porque era muy mala y fea y que, por tanto, no lo merecía.
A pesar de todas estas declaraciones –y, en parte, debido a ellas–, este hombre tiene hoy las mayores chances de convertirse en el próximo presidente del país más grande y poderoso de Sudamérica.
Su nombre es Jair Bolsonaro y tiene 63 años.
Algunos lo llaman el "Trump brasilero". Otros no están de acuerdo y dicen que la comparación es injusta.
Porque Bolsonaro es peor.
La voz de los militares
Su carrera política comenzó el día en que estuvo a punto de convertirse en un bombardero.
En octubre de 1987, Jair Bolsonaro era un capitán del Ejército en actividad, bocón, temperamental, que se había enterado de que el gobierno planeaba reducir los sueldos a los militares. En protesta, con un grupo de oficiales planeó hacer explotar bombas de baja potencia en los baños de la Villa Militar y de varios cuarteles de Río de Janeiro. Su error fue contarle sus planes a una periodista, quien los hizo públicos. El Ejército lo investigó, pero no pudo probar que el plan existiera. Así que, eventualmente, lo absolvió.
Al año siguiente, Bolsonaro dejó el Ejército e ingresó a la política como concejal de Río. En 1990 ya era diputado. Se volvió la voz de los militares.
Ese fue su espacio durante años. Defender los intereses de las Fuerzas Armadas en el Congreso. Exigir mayores sueldos. Pedir que se flexibilice el uso de armas. Reivindicar la dictadura militar. Lo hizo durante siete legislaturas consecutivas, siempre con el apoyo del voto militar y de la ultraderecha.
–Nunca se le tomó demasiado en serio –dice Bruno Bimbi, periodista argentino que vive en Brasil hace una década–. Era una figura menor de la política brasilera. Un personaje bizarro que defendía cosas como la tortura y la pena de muerte.
Hace unos años, Bolsonaro probablemente no habría tenido ninguna posibilidad de tentar la presidencia de Brasil.
Pero ahora, para sorpresa del mundo entero, está a punto de ganar la segunda vuelta.
¿Qué fue lo que ocurrió?
Mano dura y mentiras
Un punto de quiebre en su carrera ocurrió en 2011, cuando denunció que el Ministerio de Educación, conducido en ese momento por su actual rival en la segunda vuelta, Fernando Haddad, estaba repartiendo en las escuelas un manual para "enseñar a los niños a ser homosexuales". Era una mentira descarada, pero mucha gente la creyó –la cree hasta hoy– y ayudó a posicionar su figura.
En los siguientes años, su discurso misógino, racista y profamilia fue calando cada vez más en la sociedad, sobre todo en las clases más acomodadas. Fueron ellas las primeras que lo respaldaron cuando lanzó su candidatura con el Partido Social Liberal.
–Su "núcleo duro" está en las clases altas –dice Bruno Bimbi por teléfono desde Río–. Su elector promedio es un hombre blanco, de mediana edad, de clase media para arriba, con estudios universitarios, cristiano y heterosexual.
Diego Iraheta, editor jefe del HuffPost Brasil, coincide.
–Es más popular entre los votantes ricos y educados (...) Algunos pueden tener "tendencias fascistas", pero no diría que la mayoría son violentos. Han sido atraídos por su retórica contra la corrupción y el crimen. Rechazan a los políticos tradicionales y ven a Bolsonaro como algo nuevo.
La "retórica contra la corrupción y el crimen" es impactante en un Brasil en el que la clase política está muy desprestigiada debido a escándalos como el de Lava Jato, y en el que los índices de inseguridad se han disparado a niveles alarmantes: el año pasado fue el país con el mayor número de asesinatos en el mundo.
Bolsonaro ha prometido acciones policiales más contundentes contra las bandas y hasta ametrallar sus bastiones desde el aire. De hecho, su gesto característico es poner las manos como si fueran pistolas.
Pero ese núcleo duro que lo apoyó desde el inicio no era suficiente para ganar la elección. El antiguo capitán tenía que ganarse a los votantes de abajo. El discurso de mano dura ayudó. Pero fue más útil la campaña de desinformación que llevó a cabo a través de las redes sociales, sobre todo del WhatsApp, difundiendo noticias falsas contra Haddad y los otros candidatos de izquierda.
–Han sido todo tipo de noticias falsas. Fotos trucadas, encuestas falsas, hasta videos editados –dice Bimbi–. Por ejemplo, millones de personas fueron a votar convencidas de que Haddad estaba repartiendo pornografía en las escuelas.
Otra jugarreta fue hacer circular entre los fieles de iglesias pentecostales, en las últimas semanas, una foto trucada de la candidata a vicepresidenta de Haddad con un polo que decía "Jesús es un travesti".
Las iglesias pentecostales han sido un factor clave para llevar este discurso de tintes fascistas a los sectores más pobres. En el último tramo de la campaña, Bolsonaro obtuvo el apoyo de la poderosa Iglesia Universal del Reino de Dios, también conocida por el nombre de su programa de televisión: "Pare de sufrir", investigada en el pasado por lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico, que tiene 8 millones de fieles solo en Brasil.
Propalando su retórica conservadora y sus fake news por WhatsApp, Bolsonaro logró ganar adhesiones en las favelas y barrios que históricamente votaban por Lula y por el PT.
Ataques de odio
El ataque que sufrió el 6 de setiembre, en un acto de campaña, terminó por impulsar su candidatura. Aunque el autor del apuñalamiento fue, según las autoridades, un individuo con problemas mentales, los seguidores del ultraderechista no tardaron en presentar el episodio como un atentado de "los comunistas", desesperados por su inminente derrota.
Los resultados del último domingo confirmaron su liderazgo: Bolsonaro consiguió el 46% de los votos válidos. Haddad, el petista que reemplazó a Lula, logró el 29%. Ambos se medirán en una segunda vuelta el 28 de octubre.
–La única posibilidad que tiene Haddad de ganar es presentarse a sí mismo por encima del PT– dice Bruno Bimbi–. Formar una coalición que incluya a todos los sectores que no quieren que Brasil sea tomado por un gobierno fascista.
Por lo pronto, el centroizquierdista Ciro Gomes, uno de los perdedores de la primera vuelta, ya anunció su apoyo a Haddad en la segunda. También lo han adelantado el Partido Socialista de Brasil y el Partido Socialismo y Libertad.
Mientras el resto de fuerzas se posicionan, los seguidores de Bolsonaro, empoderados por la votación de la primera vuelta, están desatando una campaña de odio contra las minorías a las que su candidato ha despreciado públicamente.
En lo que va del mes se han registrado 71 ataques de odio y en 50 de ellos están involucrados sus simpatizantes, según el portal de investigación Agencia Publica. Golpizas, apuñalamientos, amenazas y hasta un homicidio han tenido como víctimas a mujeres, periodistas, personas LGTBI y votantes del PT, como Moa do Kadente, un maestro de capoeira que tras una discusión fue acuchillado por un seguidor de Bolsonaro. El clima está así de crispado. Y eso que el antiguo capitán aún no llega al poder.


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