Es machista, militarista, homofóbico y racista. Un cóctel peligroso.
Elecciones en Brasil
Jair Bolsonaro: La amenaza fascista
Cómo es que una figura extravagante y menor de la política
brasilera, misógina, homofóbica y racista, está a punto de convertirse en el
gobernante del país más grande y poderoso de Sudamérica.
El hombre que logró la más alta votación en las elecciones
del domingo 7 en Brasil está a favor de la tortura.
Este hombre dice que preferiría que su hijo muriese en un
accidente a que fuese gay.
Dice que si viera a dos hombres besándose en la calle los
golpearía.
Dice que los negros no sirven ni para procrear.
Que está bien que las mujeres ganen menos que los varones,
porque se embarazan.
Este hombre le dijo a una diputada que no la violaría porque
era muy mala y fea y que, por tanto, no lo merecía.
A pesar de todas estas declaraciones –y, en parte, debido a
ellas–, este hombre tiene hoy las mayores chances de convertirse en el próximo
presidente del país más grande y poderoso de Sudamérica.
Su nombre es Jair Bolsonaro y tiene 63 años.
Algunos lo llaman el "Trump brasilero". Otros no
están de acuerdo y dicen que la comparación es injusta.
Porque Bolsonaro es peor.
La voz de los militares
Su carrera política comenzó el día en que estuvo a punto de
convertirse en un bombardero.
En octubre de 1987, Jair Bolsonaro era un capitán del
Ejército en actividad, bocón, temperamental, que se había enterado de que el
gobierno planeaba reducir los sueldos a los militares. En protesta, con un
grupo de oficiales planeó hacer explotar bombas de baja potencia en los baños
de la Villa Militar y de varios cuarteles de Río de Janeiro. Su error fue
contarle sus planes a una periodista, quien los hizo públicos. El Ejército lo
investigó, pero no pudo probar que el plan existiera. Así que, eventualmente,
lo absolvió.
Al año siguiente, Bolsonaro dejó el Ejército e ingresó a la
política como concejal de Río. En 1990 ya era diputado. Se volvió la voz de los
militares.
Ese fue su espacio durante años. Defender los intereses de
las Fuerzas Armadas en el Congreso. Exigir mayores sueldos. Pedir que se
flexibilice el uso de armas. Reivindicar la dictadura militar. Lo hizo durante
siete legislaturas consecutivas, siempre con el apoyo del voto militar y de la
ultraderecha.
–Nunca se le tomó demasiado en serio –dice Bruno Bimbi,
periodista argentino que vive en Brasil hace una década–. Era una figura menor
de la política brasilera. Un personaje bizarro que defendía cosas como la
tortura y la pena de muerte.
Hace unos años, Bolsonaro probablemente no habría tenido
ninguna posibilidad de tentar la presidencia de Brasil.
Pero ahora, para sorpresa del mundo entero, está a punto de
ganar la segunda vuelta.
¿Qué fue lo que ocurrió?
Mano dura y mentiras
Un punto de quiebre en su carrera ocurrió en 2011, cuando
denunció que el Ministerio de Educación, conducido en ese momento por su actual
rival en la segunda vuelta, Fernando Haddad, estaba repartiendo en las escuelas
un manual para "enseñar a los niños a ser homosexuales". Era una
mentira descarada, pero mucha gente la creyó –la cree hasta hoy– y ayudó a
posicionar su figura.
En los siguientes años, su discurso misógino, racista y
profamilia fue calando cada vez más en la sociedad, sobre todo en las clases
más acomodadas. Fueron ellas las primeras que lo respaldaron cuando lanzó su
candidatura con el Partido Social Liberal.
–Su "núcleo duro" está en las clases altas –dice
Bruno Bimbi por teléfono desde Río–. Su elector promedio es un hombre blanco,
de mediana edad, de clase media para arriba, con estudios universitarios,
cristiano y heterosexual.
Diego Iraheta, editor jefe del HuffPost Brasil, coincide.
–Es más popular entre los votantes ricos y educados (...)
Algunos pueden tener "tendencias fascistas", pero no diría que la
mayoría son violentos. Han sido atraídos por su retórica contra la corrupción y
el crimen. Rechazan a los políticos tradicionales y ven a Bolsonaro como algo
nuevo.
La "retórica contra la corrupción y el crimen" es
impactante en un Brasil en el que la clase política está muy desprestigiada
debido a escándalos como el de Lava Jato, y en el que los índices de
inseguridad se han disparado a niveles alarmantes: el año pasado fue el país
con el mayor número de asesinatos en el mundo.
Bolsonaro ha prometido acciones policiales más contundentes
contra las bandas y hasta ametrallar sus bastiones desde el aire. De hecho, su
gesto característico es poner las manos como si fueran pistolas.
Pero ese núcleo duro que lo apoyó desde el inicio no era
suficiente para ganar la elección. El antiguo capitán tenía que ganarse a los
votantes de abajo. El discurso de mano dura ayudó. Pero fue más útil la campaña
de desinformación que llevó a cabo a través de las redes sociales, sobre todo
del WhatsApp, difundiendo noticias falsas contra Haddad y los otros candidatos
de izquierda.
–Han sido todo tipo de noticias falsas. Fotos trucadas,
encuestas falsas, hasta videos editados –dice Bimbi–. Por ejemplo, millones de
personas fueron a votar convencidas de que Haddad estaba repartiendo
pornografía en las escuelas.
Otra jugarreta fue hacer circular entre los fieles de
iglesias pentecostales, en las últimas semanas, una foto trucada de la
candidata a vicepresidenta de Haddad con un polo que decía "Jesús es un
travesti".
Las iglesias pentecostales han sido un factor clave para
llevar este discurso de tintes fascistas a los sectores más pobres. En el
último tramo de la campaña, Bolsonaro obtuvo el apoyo de la poderosa Iglesia
Universal del Reino de Dios, también conocida por el nombre de su programa de
televisión: "Pare de sufrir", investigada en el pasado por lavado de
dinero y vínculos con el narcotráfico, que tiene 8 millones de fieles solo en
Brasil.
Propalando su retórica conservadora y sus fake news por
WhatsApp, Bolsonaro logró ganar adhesiones en las favelas y barrios que
históricamente votaban por Lula y por el PT.
Ataques de odio
El ataque que sufrió el 6 de setiembre, en un acto de campaña,
terminó por impulsar su candidatura. Aunque el autor del apuñalamiento fue,
según las autoridades, un individuo con problemas mentales, los seguidores del
ultraderechista no tardaron en presentar el episodio como un atentado de
"los comunistas", desesperados por su inminente derrota.
Los resultados del último domingo confirmaron su liderazgo:
Bolsonaro consiguió el 46% de los votos válidos. Haddad, el petista que
reemplazó a Lula, logró el 29%. Ambos se medirán en una segunda vuelta el 28 de
octubre.
–La única posibilidad que tiene Haddad de ganar es
presentarse a sí mismo por encima del PT– dice Bruno Bimbi–. Formar una
coalición que incluya a todos los sectores que no quieren que Brasil sea tomado
por un gobierno fascista.
Por lo pronto, el centroizquierdista Ciro Gomes, uno de los
perdedores de la primera vuelta, ya anunció su apoyo a Haddad en la segunda.
También lo han adelantado el Partido Socialista de Brasil y el Partido
Socialismo y Libertad.
Mientras el resto de fuerzas se posicionan, los seguidores
de Bolsonaro, empoderados por la votación de la primera vuelta, están desatando
una campaña de odio contra las minorías a las que su candidato ha despreciado
públicamente.
En lo que va del mes se han registrado 71 ataques de odio y
en 50 de ellos están involucrados sus simpatizantes, según el portal de
investigación Agencia Publica. Golpizas, apuñalamientos, amenazas y hasta un
homicidio han tenido como víctimas a mujeres, periodistas, personas LGTBI y
votantes del PT, como Moa do Kadente, un maestro de capoeira que tras una
discusión fue acuchillado por un seguidor de Bolsonaro. El clima está así de
crispado. Y eso que el antiguo capitán aún no llega al poder.
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