sábado, 29 de junio de 2013

S.M.O. Origen y experiencias de otros países.

SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO



El Servicio Militar Obligatorio se estableció en 1900. Acababa de terminar la Guerra del Pacífico y la idea era preparar un contingente que tuviera preparación y entrenamiento básicos de combate para ser movilizado rápidamente en caso de otro conflicto bélico. Inicialmente contemplaba excepciones para quienes cursaran estudios universitarios o superiores y tenía un año de duración para quienes no estudiaran ni trabajaran.
Con el tiempo fue perdiendo popularidad y la cantidad de soldados voluntarios fue bajando, sin embargo, siempre se llenaron los cupos debido a su obligatoriedad. Durante el Régimen Militar el servicio se alargó de uno a dos años y su cumplimiento se tornó más estricto. En esa época el trato al recluta era duro, muchas veces humillante y atentatorio de los derechos humanos. Al retorno de la democracia se volvió a la tradicional duración de un año y se establecieron derechos para los reclutas.
Años después se creó la figura del sorteo inspirado en el modelo español. Según este modelo, los cupos se llenarían voluntariamente y, en caso de que quedasen cupos sin llenar, estos se completarían mediante un sorteo público y en igualdad de condiciones, de manera que se evite discriminación por origen social. Seguramente esto le suena familiar, apreciado lector, pero no se equivoque, no estamos hablando de Perú, estamos hablando de Chile, largos años atrás.
En Chile no había excepciones de origen social para el servicio. Así, es común ver que ex presidentes civiles como Salvador Allende o Patricio Aylwin, entre otros, cumplieron su servicio militar obligatorio. Luego se instauró en Argentina, Colombia, Bolivia, México, Venezuela, España etc. En Israel es obligatorio que todos los jóvenes, hombres y mujeres, al cumplir 18 años presten servicio militar por tres años, tras lo cual pueden continuar estudios en la universidad.
En el Perú, el servicio ha sido obligatorio desde la Constitución de 1823. Cabe anotar que desde entonces las levas y los abusos fueron denunciados frecuentemente. Así, la Constitución de 1856 las prohibió. Siglo y medio después, en 1998 se volvió a instaurarlas por ley. Lo cierto es que los textos constitucionales y las casi decena de leyes del servicio militar dictadas hasta la fecha no han podido evitar los excesos ni las carencias que emanan de esta necesidad.
No obstante, hay que alentar la iniciativa de este gobierno al respecto. Sus imperfecciones –distinguir entre carrera técnica y universitaria o fijar una multa inalcanzable para muchos– no son razones para sumarse a los que buscan destruirla. Si nuestra clase política aspira a tener un ejército profesional, cohesionado y motivado, que predique con el ejemplo, que nos demuestre que pueden marchar juntos hacia un mismo objetivo.
Aspiremos a un mejor pago por el servicio militar, a una mejor formación, una adecuada capacitación y al respeto de los derechos humanos. Eso garantizará un voluntariado motivado y comprometido con nuestra patria. Apuntemos todos en esa dirección.

Recluta. f.
Persona alistada para el servicio militar hasta que finaliza su periodo de instrucción básica:
Los reclutas formaron en el patio.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/31-03-2013/recluta

La odisea de los reclutas


Más allá del debate político desatado por el decreto que reglamenta el sorteo para cubrir el déficit de tropas, están las historias de los jóvenes que han prestado servicio militar y los alistadores que, frente a los cuarteles, se esfuerzan por convencer a nuevos chicos de entrar al ejército.
Felipe Fernández tenía 15 años cuando patrullaba en la selva y una ráfaga de fusil llovió sobre su escuadra. Eran las tres de la mañana, y de inmediato se lanzó al suelo y comenzó a responder al fuego sin saber de dónde provenía.
Minutos después, uno de sus compañeros cayó muerto a su lado con un disparo en el pecho. No tenían chalecos antibalas. Él se escondió tras un tronco y lloró a su amigo hasta que cesaron los disparos tres horas después. Ese fue su primer combate prestando servicio militar voluntario en el Batallón de Comando número 39, pero no fue la primera vez que Fernández vio a alguien morir.
Unos meses antes había llegado a ese cuartel para suplicar que lo enlistaran. "Vivía en Parque Bajo, Surco. Mis opciones eran ser ladrón o vender droga. Como no quería terminar ni muerto ni preso, mi única salvación era el ejército", narra.
Fernández terminó el servicio con el rango de sargento segundo. Ahora, a sus 26 años, es padre de dos hijos y trabaja como guardaespaldas de un político. Asegura que los meses que pasó en la fuerza lo cambiaron. "El combate te hace algo en la cabeza. Vivía alerta y solo me sentía seguro en el cuartel. Los fines de semana iba a casa a almorzar pero volvía al batallón a dormir", explica.
"Pero también aprendí que no todo debe ser fácil. Me enseñaron a tener buena presentación, el respeto y la puntualidad... cosa que les hace bastante falta a la mayoría de peruanos", dice Fernández para luego opinar que "el servicio militar debería ser obligatorio por sorteo entre los jóvenes de 18 a 25 años, sin que una multa de 1.850 soles haga que los pobres sean los únicos que no se puedan negar a poner el pecho por el Perú".
Al igual que Fernández, el congresista Luis Iberico respaldó al gobierno sin dejar de señalar que "metieron la pata al exonerar a quienes paguen una multa".
En cambio, el ex ministro de Defensa y general en retiro Roberto Chiabra criticó la medida afirmando que existen otros caminos para volver atractivas a las Fuerzas Armadas y subsanar el déficit de 20 mil hombres que ha calculado el ejército. "Lo que se tiene que hacer es compatibilizar las expectativas de los jóvenes y las necesidades de la defensa nacional", opinó Chiabra.
En esa línea, el vicealmirante retirado Francisco Vainstein, presidente de la Comisión Ejecutiva de la Alianza por la Reivindicación de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú, sugirió lo mismo que Chiabra: "Debe pagárseles el sueldo mínimo".
Al respecto de los incentivos, Fernández no puede sino reír al recordar que cuando él prestó servicio, en el 2002, le pagaban una propina de unos 50 soles mensuales y para alimentación el rancho era de 2,90 soles por soldado.
"Aparte de que era poco, por mucho tiempo estuve bajo el mando del teniente Cevallos. Era una basura: se quedaba con la propina de la tropa. Aunque su superior, el comandante Vásquez, tenía una política de puertas abiertas, nadie se atrevía a acusar al teniente porque luego te caía con guardia intensa o te ponía a hacer ejercicio", cuenta Fernández, quien no se demora un segundo en coincidir con que se les pague el sueldo mínimo a los voluntarios.
Actualmente los soldados  reciben una propina mensual de entre 250 y 350 soles. "El subsidio de alimentación en el rancho ahora es de diez soles por recluta y la comida es deliciosa. Hasta los cuarteles ha llegado la revolución gastronómica del Perú, porque en mis años la comida era poca y fea", compara Fernández para dar un ejemplo de cómo han cambiado las cosas en pocos años.
Conciertos de Pedos
Aun preguntándose si valía la pena aplazar sus planes de convertirse en técnico en computación –solo para no ser tildado de gallina por sus primos que ya habían prestado servicio militar voluntario–, Andrés Quispe se presentó a finales de marzo del 2007 en el cuartel de la División Blindada General Rafael Hoyos Rubio, en el Rímac.
"No alcancé siquiera a preguntar cuando se me acercó un sargento primero. En minutos me convenció, crucé la puerta de la guardia y me quedé", cuenta Andrés para agregar: "Me bastó una noche para arrepentirme. La milicia es una vocación, no una obligación".
A los pocos minutos de que apagaran las luces y se acostaran en sus catres, uno de los soldados eructó. Envueltos en la oscuridad, todos soltaron la risa y una sinfonía de pedos. El chiste duró poco pues un teniente encendió las luces, pateó un catre y gritó: "¡De pie, huevonazos!".
A las once de la noche, el oficial los sacó al patio para formar en pantaloncillos. "Semidesnudos y recién rapados parecíamos prisioneros en un campo de trabajo forzado", cuenta. Luego de dos horas haciendo flexiones de pecho y sentadillas aprendieron a acostarse en silencio.
"A las cinco y media de la mañana sonó la diana y entró el mismo teniente con el mismo grito. Así serían los mejores días de entrenamiento básico de mi  pelotón", recuerda Andrés.
En los tres primeros meses de instrucción lo castigaron por todo hasta doblegar su carácter.
"Pero debo reconocer que mi historia es una de amor comparada con los atropellos contra los soldados que se dieron en los 80 y 90", admite Andrés.
Los reportes de abusos y castigos crueles son cada vez menos. Sin embargo, casos como el de Rolando Quispe Berrocal, que en julio del 2002 fue torturado en un cuartel de Ayacucho por tres sargentos –al punto que le introdujeron un foco por el recto–, aún viven en la memoria de peruanos que se oponen al servicio militar obligatorio.
"Ahí viene uno"
En las noches en que Andrés hacía guardia no le quitaba el ojo a la reja por un compromiso con su garganta. "No pensaba en el Perú. Pensaba que si no veía a un terruco me rajaba el cuello por detrás. El ejército iba a lamentar el robo del armamento, pero mi vida no valía nada para ellos", explica Andrés y luego confiesa: "Todas las noches traté de acordarme –sin éxito– qué me dijo el alistador en la puerta del cuartel para terminar de soldadito de plomo acuartelado con miedo a ser enviado al Vraem".
Para responder esa pregunta, un periodista de La República se acercó el miércoles al Fuerte Rímac con una grabadora escondida.
Ahí estaban merodeando, junto a la puerta, el sargento Broncano y uno de sus compañeros de curso. Era la última semana de llamamiento ordinario. Cuando Broncano vio al periodista, le dijo al otro sargento: "¡Ahí viene uno!".
Sin que el reportero alcanzara a decir algo, ambos le preguntaron si quería enlistarse. "¿Estás trabajando? Ya vi que estás hueveando. Métete y aprovecha el tiempo. Aquí te pagan todo, te dan becas y asesoría legal, te curan los dientes y hasta te pagan operaciones", le dijo el sargento.
Esa fue su manera de resumir que los soldados voluntarios cuentan con servicio de salud y pueden acceder a educación superior técnica en los 37 Centros Tecnológicos Productivos de las fuerzas armadas que brindan 50 títulos reconocidos por el Ministerio de Educación. Además de tener acceso al programa Beca 18 o a préstamos en el Banco de la Nación con un mínimo porcentaje de intereses.
"Aprenderás las técnicas más bravas de combate y, si quieres, cuando pidan voluntarios te vas al Vraem", agregó su compañero.
Luego de 30 minutos el periodista intentaba marcharse. Una y otra vez los uniformados le replicaban. "Agarra hombría. No tienes que ir a buscar nada, aquí te damos tu cepillo de dientes y tu jabón".
FUENTE: http://www.larepublica.pe/31-03-2013/la-odisea-de-los-reclutas



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