La ley contra la comida chatarra anuncia cambios en la dieta de los escolares. Visitamos dos colegios, uno en el que ya se aplica el modelo de quiosco saludable y otro en el que no. En este último, el recreo fue un festín de dulces y gaseosas.
Texto: Óscar Miranda
Fotografía: David Huamaní y Sharon Castellanos
Luis Enrique (13) tiene un paquete de galletas integrales en la mano y una gaseosa amarilla en la otra. Y la boca llena. Es lo que se diría un niño rozagante. Ayer, en lugar del paquete de galleta integral había uno de chocolate. Anteayer, lo mismo. Él dice que a veces también come unas papitas embolsadas. Lo que nunca varía es la gaseosa, siempre la misma, una de las marcas de menos precio del mercado. Le pregunto por qué no se come, no sé, unas mandarinas. Su lógica es sencilla pero aplastante como un mordisco. "Sí sé que son más sanas. A veces también tomo agua. Pero es que las galletas son más ricas".
Álvaro (11) se está comiendo por allí unos palitos de maíz de un naranja fosforescente. Como a Luis Enrique, su mamá tampoco le mandó lonchera –él dice que porque ya es "grande"– sino que le puso dos soles en la mano para que se alimente. Álvaro se está alimentando con tanto entusiasmo que el polvillo anaranjado se le ha quedado todo en los labios. Él, literalmente, se relame de gusto.
Estamos en el recreo del turno tarde (secundaria) de la Institución Educativa 1086 Jesús Redentor, de San Miguel. Sus autoridades nos han permitido el ingreso para conocer cómo se alimentan los estudiantes. Suele ocurrir que muchos padres de familia dan la propina a los chicos y después ni se enteran de qué fue lo que comieron. Aquí, hoy, estamos viendo qué comen.
La semana pasada se promulgó la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes. Además de regular la publicidad de los alimentos poco o nada saludables –la medida que ha desatado más controversia–, la norma ha dispuesto que se modifique la alimentación que se brinda a los chicos en los quioscos de los colegios.
El director del Jesús Redentor, Álex Ávalos, está muy de acuerdo. "Nosotros estamos en una campaña contra la comida chatarra pero es difícil. Por eso la salida de esta ley es algo bueno, porque [desterrar estos productos] se vuelve algo imperativo, que tiene que hacerse sí o sí".
En el turno mañana, la subdirectora de primaria, Cecilia Rojas, nos dijo que lamentablemente las madres se han acostumbrado a mandar a sus hijos loncheras con productos envasados, como galletas y jugos en cajita, "en lugar de levantarse temprano a prepararles su quáker, su quinua y su pan con queso. Creen que mandándoles eso los están alimentando bien".
Girasoles para zulemA
A pesar de lo que dijo Rojas, cuando recorrimos algunos salones de primaria para revisar las loncheras, la mayoría consistía en alimentos bastante naturales. Refrescos de fruta; sánguches de queso, huevo y palta; huevos, choclos y papas sancochadas (es posible que las profesoras hayan puesto sobre aviso a los padres de nuestra visita).
Zulemita (6) se lleva los aplausos. Junto a su pan con queso, su mandarina y su yogurt con guanábana tiene una bolsita de semillas de girasol. Más light no puede ser. "Ella es así", dice su profesora, "si le pones un pollo a la brasa no lo va a tocar, pero ponle una ensalada y vas a ver cómo se la come". "Ella es nuestra niña símbolo", agrega con cierta solemnidad la subdirectora.
En el patio, le pregunto a Juan Diego (9) si compra cosas en el quiosco. Él dice que no. "¡Sííí!", le replica Antuanet (9), "te compras chizitos". "¡Pero ya no! ¡Ya no!", se defiende Juan Diego. Los chicos parecen bastante conscientes de que los snacks no son buen alimento para ellos. Yahaira (9) dice que "cuando tú quemas el chizito sale una bola de papel". Araceli (9) cuenta que, si metes una moneda en una botella de una conocida marca de gaseosas, "al día siguiente vas a ver que cuando la sacas ya está bien doradita".
Ninguno de estos chicos parece estar camino a la obesidad. Pero algunos de ellos están al filo del sobrepeso.
El peso de las cifras
Para diciembre del 2011, más de mil millones de personas en el mundo tenían sobrepeso y al menos 300 millones eran obesas, de acuerdo con el Informe Especial del Relator de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación. Según ese mismo informe, el sobrepeso y la obesidad ocasionan unos 2,8 millones de muertes en todo el mundo. La obesidad y las enfermedades no transmisibles vinculadas a ella ya no son un problema exclusivo de los Estados Unidos y los países ricos. Naciones Unidas calcula que para el 2030, como consecuencia de estas enfermedades, 5,1 millones de personas morirán al año en los países pobres.
Solo en el Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN), las consultas por obesidad infantil se han incrementado de tal manera que ya constituyen el 33% del total de consultas del Servicio de Endocrinología. El endocrinólogo Rómulo Lu dice que al año se atienden unas 2.500 consultas por obesidad infantil y sobrepeso.
En el 2008, el porcentaje de niños peruanos de entre 5 y 9 años con sobrepeso y obesidad era de 7,8%. Para el 2011 había alcanzado el 24,4%. Es decir, uno de cada cuatro niños de esas edades. Bernardo Ostos, director de Promoción de Salud del Ministerio de Salud (Minsa), dice que lo que está pasando es que en ese grupo etáreo hay cada vez más propensión a desarrollar enfermedades no transmisibles (cardiovasculares, cerebrales, diabetes, insuficiencia renal y un largo etcétera).
El ataque del Azúcar
En el turno tarde del colegio Jesús Redentor, encuentro a Johana, Mayra, Valeria y Adriana, todas de 14 años y del mismo salón. Johana devora unos populares snacks con sabor a queso. Les pregunto qué otras cosas compran en el quiosco. Valeria menciona una marca de galletas de chocolate y Mayra otra con galletas rellenas. ¿Y las frutas? "Mucho frío", dice Mayra y todas se ríen.
Más allá, Rafael (13) bebe de una gaseosa de soda, otra de las marcas menos costosas del mercado. Me dice que para beber se compra esa gaseosa o si no una bebida cítrica de color anaranjado. "El agua sirve para calmar la sed pero no tiene sabor", dice.
El endocrinólogo Rómulo Lu dice que los alimentos con alto contenido de azúcar, como las gaseosas, algunos "jugos" y los dulces, podrían ocasionar el incremento de glucosa en la sangre y provocar diabetes. Los snacks, abundantes en sal, grasas y carbohidratos, pueden producir hipertensión arterial. Los fastfood –pollos broasters, hamburguesas, salchipapas– con excesos de grasas saturadas, pueden hacer que se eleve el colesterol malo, los triglicéridos y la glucosa.
"La acumulación de esta grasa en las arterias desde la niñez termina en la edad adulta con un infarto cerebral o un infarto al corazón", dice.
El especialista señala que la obesidad infantil provoca cambios hormonales en los niños (se les adelanta la pubertad) y en muchas ocasiones, por el peso, termina deformándoles las piernitas.
Mandarinas poco sexys
La mayoría de los chicos con los que he conversado aseguran que en el quiosco del colegio no hay alimentos naturales y que por eso ellos no los comen. Eso no es tan cierto. La señora Isabel, la concesionaria del quiosco, tiene mandarinas, cereales y refresco de carambola en el mostrador. Me cuenta que solo los niños de primaria le compran esas cositas, además de sanguchitos, pero que los de secundaria solo le piden gaseosas, snacks y galletas.
Le recuerdo que ahora que se ha promulgado la ley tendrá que adaptarse y empezar a vender solo alimentos saludables. "Estamos preocupados", dice, "el problema es que usted les pone esas cosas al niño y no las compra. Les puedo poner un vaso de quinua, un pan con aceituna, pero si no lo comen... ¿cómo vamos a hacer?". Como la subdirectora de primaria, la señora Isabel dice que el problema viene de casa. "Les he dicho a los chicos 'ya no voy a vender gaseosas, ah, no voy a vender galletas' y me dicen 'ay, señora, mejor cierre'".
¿Será que sin comida chatarra los quioscos escolares dejarán de ser rentables?
Quiosco saludable
Hora del recreo en la Institución Educativa 3035 Bella Leticia, de San Martín de Porres. Dayana (9) quiere comprarse algo para comer. El quiosco al que se asoma está pintado de colores, tiene dibujos de fresas, naranjas y uvas y mensajes como "No consumas dos productos dulces diarios" o "Consume todos los días frutas y verduras". El vendedor, José Flores, se acerca a Dayana. Ella le pide un yogurt de fresa con cereal. Dayana me cuenta que ayer comió un pan con pollo y un refresco de manzana. En el polo que lleva puesto se lee "Bien alimentados y saludables, aprendemos con alegría".
Hace 10 años, la directora del colegio, María Cámac, decidió hacer algo ante los bajos índices de rendimiento de los estudiantes. Se enteró de que el Minsa venía trabajando un proyecto para mejorar la alimentación que se recibía en las escuelas, y se apuntó. Hoy, su institución es una de las pioneras del proyecto Quioscos Saludables que el Minsa y el Ministerio de Educación tienen en marcha ya en 2.000 colegios del país.
María Cámac dice que la alimentación nutritiva que reciben los chicos ha cambiado tanto las cosas en el Bella Leticia que hasta el rendimiento ha mejorado mucho. Los niños están tan concientizados que son algunos de ellos, investidos como Brigadieres de la Salud, los que cautelan que en el colegio no se consuma comida chatarra. Si un brigadier detecta un producto de esos en alguna lonchera, lo arroja sin miramientos a la basura. No ha faltado el profesor al que los brigadieres le han llamado la atención. "Profesor, ¡eso no se come!".
FUENTE: http://www.larepublica.pe/26-05-2013/una-mirada-a-las-loncheras-y-los-quioscos
Muy consternada, la Asociación Peruana de Agencias de Publicidad ha advertido que por la irresponsable promulgación de la ley de alimentación saludable, popularmente llamada Ley Chatarra, nos quedaremos sin transmisión del Mundial Brasil 2014 debido a que los productos de dos de sus principales auspiciadores son considerados comida no saludable.
¡Qué horror! ¡Cómo puede el gobierno de Ollanta Humala ser tan inconsciente! ¿Qué importan unos cuantos miles de niños obesos o diabéticos o cancerosos en unos cuantos años mientras los peruanos tengamos libre acceso a unas eliminatorias en las que –para variar– no estaremos presentes?
Pero no es la única razón por la que, según sus preocupados detractores, esa ley debe ser derogada de inmediato. También ha advertido un publicista que regular la publicidad de la comida chatarra en horarios para menores es innecesario porque “la publicidad no está hecha para gente estúpida”.
¡Pero por supuesto que no! Si todos sabemos que la publicidad está hecha para gente brillante, ciudadanos pensantes e intelectuales destacados que saben con certeza que si cualquier varón, por feúcho, esmirriado y misio que sea, usa cierto desodorante se pegarán al toque todas las mujeres como moluscos, y para niños genios, avispados, superdotados, que saben que si toman determinada leche se van a poner grandes y forzudos como el increíble Hulk. Cómo no.
Los argumentos de los defensores de la comida chatarra no solo tienen, como habrán visto, la contundencia de la lógica más aplastante, sino que olvidan que las luchas por la salud pública ya se han librado en el pasado y siempre se opusieron aquellos que ponían por encima de todo el beneficio económico, mal disfrazándolo de “interés común”.
¿Qué es más de interés común: que los medios de comunicación se queden sin anunciantes –cosa que evidentemente no ocurrirá, porque nadie ha hablado de prohibir la publicidad de comida chatarra sino de regularla– o que ningún niño peruano esté expuesto a la obesidad y otros riesgos de los alimentos envasados, llenos de ingredientes de nombre impronunciable y dudoso efecto orgánico?
La ley de alimentación saludable es sin duda perfectible, pero los motivos de sus detractores son pura chatarra. Como ha recordado el doctor Elmer Huerta, una de las mayores autoridades en la materia, hubo un tiempo en que los vendedores de cigarrillos ponían sus cajetillas bien abajo en los supermercados para que los niños pudieran verlas (y comprarlas), y la publicidad no discriminaba entre niños y adultos.
Si los gobiernos se ponen fuertes en aquello en lo que sí deben imponer el interés de sus ciudadanos, las expendedoras de bebidas gaseosas y las tóxicas golosinas llenas de azúcar y grasa trans serán, en el futuro, artículos exclusivos para el consumo de adultos libres que saben perfectamente lo que hacen. Como siempre debió ser.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/19-05-2013/chatarra
Con la chatarra no se juega
La obesidad infantil se ha convertido en una de las más grandes amenazas a la salud pública combatidas por diferentes gobiernos. El Perú le hace frente a esta batalla contra la comida chatarra.
Texto: Alejandra Cruz Cuevas
Fotografía: Sharon Castellanos
Francisco, de 9 años, limpia sus gafas, se mira al espejo y se desacomoda un poco el pelo. Su uniforme está en orden y él ya se encuentra listo para tomar el desayuno. En la mesa lo espera un plato de salchipapas, un vaso de leche chocolatada Nesquik y dos tostadas con mantequilla y mermelada.
Solo la primera comida del día de Francisco contiene cerca de 1.900 calorías. De acuerdo con los nutricionistas, un niño de su edad debe consumir al día 1.300. El plato que le ha preparado su mamá no es nada ligero, ni para tomárselo a la ligera.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), con 43 millones de niños al rededor del mundo que sufren de sobrepeso y obesidad, esta enfermedad es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Por ello diferentes gobiernos en todo el mundo están diseñando e implementando políticas y leyes para frenarlo.
loncheras poderosas
Desde que entró a cuarto grado, los días en que Francisco llevaba su lonchera del hombre araña quedaron atrás. Ahora compra sus onces en el quiosco de la señora Doris Félix, en el patio de su colegio, el Milagroso San Martín en el distrito de Independencia.
"Soy un glotón y como lo que quiero", le dice Francisco a su profesora cuando esta trata de indicarle que compre algo más saludable. Pero este se va a dar un festín con su pan con pollo y mayonesa, papas fritas, un chupete y una gaseosa. Eso son 1.016 calorías más, aproximadamente.
Luego de comer y jugar durante 20 minutos, Francisco y sus compañeros vuelven al salón de clases. Desde mitad de año la señora Félix y el colegio han intentado incorporar opciones más saludables al quiosco, como ensalada de frutas o verduras. Pero "esa comida es poco popular entre los chicos y ellos prefieren guardar el dinero para comprar cosas fuera del colegio", explica Doris.
Aunque actualmente el Ministerio de Salud promueve estos cambios en la comida de los colegios y en los hábitos de los niños a través del programa Quioscos Saludables, puede que lo natural y no procesado llegue a ser lo único que los niños peruanos encuentren a la hora de comer en el colegio.
Este año el índice de obesidad infantil en el Perú alcanzará el 23%, según la encuesta de Salud Escolar. Por eso un grupo de parlamentarios presentó el proyecto de ley de Promoción de la Alimentación Saludable para niños, niñas y adolescentes, el cual ya ha sido agendado para votación en el pleno del Congreso.
Este proyecto incluye entre sus elementos esenciales la prohibición de la comida chatarra en los quioscos de las escuelas públicas y privadas.
La medida, a pesar de haber sido criticada por la Sociedad Nacional de Industrias, es similar a lo implementado en países como México, Chile y Costa Rica.
Específicamente en Costa Rica, la Sala Constitucional aprobó el decreto del Ministerio de Salud que establecía la medida considerando que "la salud de los niños y adolescentes es un derecho que debe primar sobre la libertad de comercio".
Asimismo, la semana pasada el Ministerio de Educación de los Emiratos Árabes Unidos decidió obligar a los establecimientos educativos a ofrecer productos frescos que deben ser entregados en las escuelas entre las 8:30 y las 9 am para reducir la cantidad de alimentos con aditivos.
En Estados Unidos se ha comenzado a debatir si se elimina o no la comida chatarra de las cafeterías de los colegios, luego de que a mitad de año se comprobara el éxito que esta medida ha tenido en el estado de California, donde se limita la cantidad de grasa, azúcar y calorías que se pueden encontrar en los alimentos.
"Los estudiantes de secundaria de California consumen en promedio cerca de 160 calorías menos al día que los de otros estados", explica Daniel R. Taber, autor del estudio de impacto de la medida e investigador asociado postdoctoral en la Universidad de Illinois en Chicago.
Pero un centenar de calorías suena a poco, especialmente luego de ver todas las que ha consumido Francisco sin haber llegado a la hora del almuerzo. Sin embargo, Taber asegura que la mayoría de niños y adolescentes podrían evitar un aumento de peso significativo a largo plazo con la reducción de solo 100 a 200 calorías diarias.
Varios de estos países también han regulado el etiquetado de los alimentos poco saludables. Respecto a la versión peruana de esta medida, el Dr. Javier Morán, especialista europeo en salud pública (que fue consultado por la Sociedad Nacional de Industrias), es muy crítico.
"En ningún país del mundo se están estableciendo los requisitos que exige el proyecto. Quieren copiar los modelos utilizados para disminuir el hábito de fumar o de consumir alcohol, pero los alimentos no son cigarrillos. Los seres humanos necesitan comer”, dice el doctor.
Sin embargo, el congresista Gustavo Rondón, uno de los autores del proyecto, afirma que "esta es una medida para advertir a los consumidores de los riesgos sin llegar a la absoluta prohibición, cosa que sí iría contra la industria".
dULCE VENENO
Entre los alimentos que quedarían fuera de las escuelas están las gaseosas y jugos artificiales, que contienen grandes cantidades de azúcar. Según los expertos, hay una asociación de 35% entre el consumo de gaseosas y la prevalencia de obesidad en niños. Por esto, el mes pasado la ciudad de Nueva York se convirtió en la primera en prohibir la venta de gaseosas de más de medio litro en tiendas, restaurantes, colegios, establecimientos deportivos e incluso cines.
El alcalde de la ciudad y promotor de la medida, Michael Bloomberg, asegura que la medida no impide comprar varias gaseosas, pero espera que la incomodidad de hacerlo reduzca el consumo.
Por su parte, el Comisionado de Salud de Nueva York, Thomas Farley, recuerda que cuando él era un niño como Francisco, en la década de 1960, las botellas de 450 ml de soda eran la norma. Hoy en día, el estándar es una botella de 600 ml. "La gente no ha cambiado; su entorno lo ha hecho", dice el comisionado defendiendo la notoria intervención del gobierno en la industria, la cual ha sido criticada por varios gremios.
"Educar a los consumidores sobre cómo la dieta afecta su riesgo de obesidad no ha sido suficiente. Simplemente estamos haciendo que sea más fácil tomar decisiones saludables", agrega Farley.
En el caso del Perú, más de la mitad de estudiantes de segundo, tercero y cuarto año de secundaria consumen bebidas gaseosas una o más veces al día, según datos de la Encuesta Global Escolar. Estas cifras son preocupantes para los expertos. "Los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y con probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades cardiovasculares, diabetes o cáncer", explica la Dra. Raquel Cancino Bazán, directora general de Promoción de la Salud del Minsa.
Cuando le explican a Francisco que ya no habría gaseosas en el quiosco, frunce el ceño y se lamenta: “Así solo voy a poder tomar gaseosa en las fiestas”. Sin embargo, cuando le muestran que una botella de 600 ml de gaseosa contiene 17 cucharaditas de azúcar, el niño solo puede abrir sus ojos y sacudir la cabeza.
Por último, los expertos recomiendan incrementar el nivel de actividad física de los niños para que así quemen más calorías de las que consumen. Actualmente Francisco y sus compañeros tienen tres horas de computación a la semana y solo 20 minutos diarios de actividad física.
Por ello todos saludaron que el Congreso aprobara en meses pasados la ley que dispone la asignación progresiva de plazas vacantes de docentes de educación física en las instituciones de educación primaria.❧
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