viernes, 15 de febrero de 2013

DD.HH. y una argentina en el trono holandés.


Máxima, la argentina que reinará holanda

Máxima Zorreguieta, de rojo, saluda al pueblo holandés con su esposo, el príncipe Guillermo, y la renunciante Reina madre.

El anuncio de la reina Beatriz trajo nuevas dudas sobre Jorge Zorreguieta, el padre de su futura reemplazante en el trono, quien fue ministro durante la dictadura militar. La argentina anunció que él no asistirá a la ceremonia de entronización.
Texto: Claudia Selser
Milenio 
Máxima Zorreguieta fue educada en colegios de élite. Desenfadada y carismática, la esposa del próximo rey de Holanda, Guillermo Alejandro, logró integrarse a la monarquía, aunque debió renunciar a las relaciones familiares que la unían a la dictadura de Videla.
No le costó demasiado. Su sonrisa desenfadada, la elegancia de su figura a pesar de su lucha contra el sobrepeso y la mirada amorosa hacia su príncipe hicieron de Máxima una marca registrada en Holanda y la integrante más popular de la Casa Real. Esta argentina que cumplirá 42 años en mayo tenía este designio desde su cuna en la ciudad de Buenos Aires, a 11.300 kilómetros de donde hoy se prepara para ser proclamada, en abril, Reina consorte de Holanda y los Países Bajos, por la abdicación de la Reina madre a favor de su primogénito.
Sus biógrafos dicen que ella supo que llegaría lejos, quizá desde el deseo paterno cifrado en un nombre tan ostentoso. Lo cierto es que el 10 de diciembre de 1988, cuando Máxima Zorreguieta, de 17 años, vistiendo toga y birrete, recibió el diploma de International Bachelor del colegio Nordhlands, escribió en el anuario en el que se les preguntaba a las flamantes egresadas sobre sus metas: “Too many to explain” (demasiado para explicar).
La cita forma parte de Máxima. Una historia real. El libro que la Casa Real Holandesa no quiso que se publicara, escrito por los periodistas argentinos Gonzalo Álvarez Guerrero y Soledad Ferrari para la Editorial Sudamericana en el 2009 y en el que se traza un perfil que no es el de las revistas: lejos de ser la joven aristócrata y moderna, la jinete intrépida y aventurera o la economista brillante de la versión oficial de La Corona, la verdadera Máxima, la que aparece a través de 290 páginas de investigación exhaustiva, ha sido una mujer ambiciosa y malhablada que tuvo que trabajar para pagar sus estudios universitarios, que no fue una alumna brillante pero supo aprovechar las relaciones cultivadas en la preparatoria más exclusiva de Argentina, allí donde las familias patricias anotan a sus hijas porque egresan con una buena educación, un título internacional de bachiller, un inglés exacto y una red exclusiva de pertenencia.
La Princesa de los Países Bajos, Princesa de Orange-Nassau, Señora de Amsberg que en abril será coronada Reina consorte, vino al mundo en Buenos Aires marcada por tauro el 17 de mayo de 1971, para cumplirle el sueño a su abuela materna, una mujer de provincias que vivió soñando que alguna de sus hijas –y después alguna de sus nietas– llegara a pertenecer a la aristocracia.
Carmenza Carricart de Cerruti, abuela materna de Máxima, tenía calculada hasta la hora en que había que ir a misa, justo para encontrarse con los jóvenes que llegaban de jugar al exclusivo deporte del polo. Su hija mayor, María Pame, que tantos disgustos le dio por “juntarse” con Jorge Horacio Coqui Zorreguieta, un hombre divorciado y con tres hijas, 15 años mayor que ella y sin más prosapia que buenos contactos con los ganaderos, venía a recompensarla muchos años más tarde con esta primogénita devenida en futura reina de Holanda.
A la vera del sueño materno, María Pame alentó al padre de Máxima en sus relaciones públicas hasta que Coqui se convirtió primero en lobbista de la oligarquía agroganadera de las pampas y luego en ministro de Agricultura (1979-1981) de la dictadura argentina del teniente general Jorge Rafael Videla. Y ambos hicieron enormes esfuerzos para sostener una economía hogareña demasiado costosa para los magros ingresos familiares, y enviar a Máxima a que cursara sus estudios en el Nordhlands, donde la niña comía sándwiches preparados en casa porque no tenía dinero para sentarse en el comedor escolar. 
El coctel de excelencia, lengua inglesa y buenas amistades dieron sus frutos años después, cuando Cynthia Kaufmann, una de sus compañeras del último año del colegio, ofició de celestina para presentarle al príncipe Guillermo Alejandro de Holanda.
Dicen sus biógrafos no autorizados que Máxima Zorreguieta no se destacó por ser buena alumna. Sí fue la rebelde del grupo. Era muy popular por ser la que mejor esquiaba, por su risa fácil, su gran altura y su simpatía. Desde su adolescencia, en que comenzó a fumar, nunca abandonó los cigarrillos y, curiosidades de la historia, este fue uno de los puntos de unión con su futura suegra, la reina, con quien se encuentra todavía hoy para fumar a escondidas del protocolo.
Radicada en Nueva York, con 25 años, en junio de 1996, fue poco después seleccionada, a través de contactos, como ejecutiva del Departamento de Ventas Institucionales para América Latina del HSBC James Capel. Un año más tarde asumió como vicepresidenta del departamento de Mercados Emergentes de Dresdner Kleinwort Benson, uno de los bancos de inversión más importantes del mundo.
No puede saberse hasta dónde hubiera progresado en la banca de no haber aceptado la invitación de su ex compañera de la prepa para conocer a alguien en una fiesta en España. Máxima dejó a su novio alemán en Nueva York –alega que la relación ya estaba en sus finales– para seguir a su celestina a Andalucía.
¿Qué le pareció el príncipe? Los biógrafos dicen que una de las amigas de Máxima les contó en Miami: “Maxi no lograba separar a Guillermo Alejandro de su investidura. No era muy buen mozo y usaba pantalones chocantes, pero le gustaba, la seducía transformarse en princesa, en reina. Hasta que recordaba que eso sería para toda su existencia, la suya, la de sus hijos, la de sus nietos”.
Noventa días después de aquel primer encuentro en Sevilla, la reina Beatriz le informó a su hijo mayor que su novia sería bien recibida en la casa de verano. Gracias a los Servicios de Información de Holanda ya sabía de su existencia, de su pasado, de su presente y, casi, de su futuro.
Para lograr su cometido, la Reina madre la mandó a adiestrar a Bruselas, cerca del reino pero a resguardo de las infidencias. Le pusieron a disposición profesores de holandés, catedráticos de historia, especialistas en arte, en monarquía e historia parlamentaria, comunicadores, analistas, economistas, dirigentes políticos, expertos en comunicación, marketing y protocolo. Los mejores hombres del reino trabajaron para hacer de Máxima una verdadera princesa y una futura gran reina. Cuando finalmente la sacaron al ruedo público, Máxima ya era “una holandesa nacida en Argentina”.
Ella hizo todo, pero estuvo a punto de no casarse. Además de ser plebeya, extranjera de un país tercermundista, el Parlamento holandés repudió que fuese hija del ministro de Agricultura del dictador Videla, cuyo régimen dejó alrededor de 30 mil desaparecidos. Para aprobar la boda, el Parlamento exigió a Máxima una “declaración expresa de distanciamiento del régimen de Videla” y una carta oficial en la que su padre se retractara de lo hecho durante la dictadura ante el pueblo holandés. Igualmente, fue condición que al casamiento no asistieran los padres de la novia. Máxima debió contentarse con ofrecer a su padre, que la miraba por televisión desde un hotel de Londres, los acordes de su canción favorita, “Adiós nonino”, de Astor Piazzola, a manera de contraseña.
Tras 11 años de su salida del mundo plebeyo, madre de tres niñas (la primogénita heredará el trono de Holanda y los Países Bajos), los expertos en realezas europeas no dudan de que el carisma de Máxima ha logrado despertar a la monarquía holandesa de un prolongado letargo.
la jaula de oro
El protocolo estipula que Máxima se moverá siempre custodiada por el Departamento de Protección Real y Diplomática, no podrá ofrecer entrevistas sin autorización de la oficina del primer ministro, fumar, vestir jeans, usar anteojos, besar en la boca a su marido, caminar delante de él, ni saludar con un beso a su interlocutor. El contrato prenupcial implicó abdicaciones mucho más severas, además de la renuncia a la ciudadanía argentina. Si ella deja de ser la esposa de Guillermo Alejandro, pierde la patria potestad de sus hijas: su marido elegirá colegio, vivienda, vacaciones e impondrá hasta el régimen de visitas de su madre. 
Si bien en calidad de princesa Máxima es una asalariada (es la única de las mujeres de la familia real, a excepción de la reina, que cobra un promedio de un millón 250 mil dólares anuales, libres de impuestos), en caso de divorcio no podrá quedarse con ninguna pertenencia de su marido, ni nada que haya adquirido durante el matrimonio.

FUENTE: http://www.larepublica.pe/10-02-2013/maxima-la-argentina-que-reinara-holanda

Aceptó casarse con el príncipe al trono holandés y de los países bajos con una serie de condiciones; entre ellas la más resaltante que su padre (un ministro de agricultura de la época del dictador Videla) y su familia no podrá asistir por delitos contra los DD.HH. que había cometido el suegro del príncipe.  Bien Holanda, y sus parlamentarios quienes repudiaron que fuese hija del ministro del dictador argentino y le EXIGIERON una "declaración expresa de distanciamiento del régimen de Videla" y que su padre se RETRACTARA de lo hecho en la dictadura ante el pueblo holandés.

O sea, Keiko NUNCA se hubiera casado con este príncipe.

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