viernes, 15 de febrero de 2013

DD.HH. Derecho a la educación en las mujeres.


Malala, una niña contra los talibanes.

El 10 de noviembre ha sido designado por la ONU como el día para reconocer la lucha de Malala.
Su cruzada por defender el derecho a la educación femenina ha hecho que con apenas 15 años la estudiante y bloguera pakistaní haya sido condenada a muerte por los talibanes y nominada al Premio Nobel de la Paz.
Texto: Alejandra Cruz Cuevas.
Fotografía: Agencias
A sus 11 años, Malala Yousafzai gastaba toda su propina en libros. Su mochila de Harry Potter era en realidad un cofre de tesoros. Ahí guardaba la biografía con tapa roja de Benazir Bhutto –la primera mujer que ocupó el cargo de primer ministro de un país musulmán y que fue asesinada en el 2007– y su copia de El Alquimista de Paulo Coelho. 
Amaba su escuela. Ese edificio de concreto deteriorado era su lugar favorito. Cada día que asistía a clases, Malala estaba más cerca de alcanzar el sueño que perseguía desde que tenía 2 años: ser médico.
Sin embargo, para mediados del 2008 la gran terraza abierta del colegio era un palco preferencial con vista no solo a las montañas nevadas que rodean el valle de Swat, en el norte de Pakistán. Sino también a la cruzada de los militantes talibanes liderados por Maulana Fazlullah para tomar el control de la zona.
La facción político-militar fundamentalista islámica de Afganistán llegó para enfrentarse con el ejército y luchar contra la secularización. Por la radio, Fazlullah dictaba prohibiciones: a ver televisión, escuchar música, a que las mujeres fueran de compras.
Pero hubo una orden del Talibán que Malala no podía soportar: suprimir la educación de las niñas.
Entonces, en septiembre de ese año, Ziauddin –su padre– la llevó para participar en un evento de la asociación de prensa de la capital provincial, Peshawar. Allí, delante de los medios nacionales, Malala dio un discurso titulado "¿Cómo se atreven los talibanes a quitarme mi derecho fundamental a la educación?", que terminó recibiendo una lluvia de aplausos.
Muchos temían que enfrentar a los talibanes tan abiertamente podría poner a Malala en riesgo. Después de todo, en las plazas de su ciudad, Mingora, ahora colgaban los cuerpos de policías decapitados. 
Algunos opinan que Malala simplemente no era lo suficientemente madura para tomar la que fue una decisión de vida o muerte. "Creo que Zia estaba imponiéndole sus ideas acerca de la educación de las niñas", dice el Dr. Mohammad Ayub, un psiquiatra de Swat. 
"Era como un terrorista suicida. Le habían lavado el cerebro para ponerse a sí misma en peligro. La prostitución infantil, los niños soldados, los niños trabajadores y los héroes infantiles son todos niños explotados, en mi opinión", agrega Ayub.
Sin embargo, la gente que conoce personalmente a Malala insiste en que ella sabía lo que hacía. "Nadie en este mundo puede dictarle qué hacer a Malala", opina Samar Minallah Khan, un documentalista que conoció a la familia Yousafzai en el 2010.
Aún así, la revista Time, que la nominó como candidata al personaje del año en el 2012, considera que una pionera como ella no habría sido posible sin su padre. Poco después de su nacimiento, Zia incluyó el nombre de su hija en el registro familiar, un hecho sin precedentes en una sociedad dominada por los hombres y que solo reconoce a los hijos varones. 
Tres años antes había fundado la Escuela Khushal, a la que asistía Malala, convencido de que una nueva generación de mujeres líderes transformaría Pakistán.
GUL MAKAI
Por ello, a finales del 2008 Abdul Hai Kakar, corresponsal de la BBC para su versión en urdu –la lengua hablada en Pakistán e India–, buscó a Zia para hacerle una propuesta. Querían cubrir la influencia de los talibanes en Swat de una nueva forma: con una colegiala que escribiera un blog anónimo acerca de su vida bajo el régimen de Fazlullah.
Una chica se ofreció, pero sus padres se opusieron por miedo a las represalias. Entonces Malala dio un paso adelante y eligió un seudónimo: Gul Makai, la heroína de un cuento popular. Con ese nombre dictaba semanalmente a Kakar su diario por teléfono. El 3 de enero del 2009 se publicó su primera nota: 
"Mientras iba al colegio escuché a un hombre decir 'Te voy a matar'. Apuré el paso y cuando miré hacia atrás el hombre venía detrás de mí. Pero, para mi gran alivio, él estaba hablando por teléfono, así que debía estar amenazando a alguna otra persona".
Las entradas de Malala a su blog en el sitio web de la BBC en urdu, de enero a marzo del 2009, fueron un éxito entre lectores paquistaníes y en los Emiratos Árabes Unidos, India, EEUU, Canadá y el Reino Unido. Además sus notas eran reproducidas regularmente en los medios locales paquistaníes. 
El equipo de la BBC protegió su identidad, preocupado por su seguridad. Pero Malala y su padre tenían pocos escrúpulos al hablar en otros escenarios. Entre pancartas y cánticos durante una marcha contra los talibanes, Malala conoció a Hamid Mir, un famoso presentador de la televisión paquistaní. Ella lo convenció de invitarla a su programa.
"Lo único que quiero es una educación. Y no le tengo miedo a nadie", declaraba unos días después Malala ante una audiencia de unas 25 millones de personas. Atrás había quedado el sueño de ser doctora: su misión era la política pues su gente la necesitaba. 
Para diciembre del 2009 los talibanes habían sido expulsados de Swat. Entonces su identidad como bloguera de la BBC fue confirmada públicamente por su padre. 
En octubre del 2011, el Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu nominó a Malala al Premio de la Paz Internacional de la Infancia y con ello la colegiala activista terminó de convertirse en una celebridad en Pakistán.
UNA NUEVA VIDA
De inmediato, Maulana Fazlullah lanzó amenazas en su contra en periódicos y en cartas que deslizaban debajo de su puerta. Cuando esto funcionó, en una reunión celebrada a mediados del 2012 los líderes talibanes acordaron por unanimidad matar a Malala.
El 9 de octubre, Shazia Ramzan, de 13 años de edad, estaba sentada junto a Malala cerca de la parte trasera del camión que hacía las veces de bus escolar. Entre risas las niñas discutían su tarea. Shazia fue la primera en ver al pistolero encapuchado. 
"¿Cuál de ustedes es Malala?" gritó el hombre. Las chicas no respondieron. Shazia cree que varias debieron mirarla pues enseguida el hombre le disparó a Malala. La bala atravesó el tejido justo detrás de su ojo izquierdo, rozó el exterior del cráneo, rompió el borde de su mandíbula, pasó por el cuello y se alojó cerca de su hombro. 
Su atacante, Attah Ullah Khan, un estudiante de química de 23 años, huyó a Afganistán. 
El mundo gritó indignado. Con protestas y vigilias Pakistán y toda la comunidad internacional rechazaron  el atentado. 
Durante los tres meses de tratamiento y recuperación que Malala pasó en el hospital Queen Elizabeth en Birmingham, Inglaterra, regalos y tarjetas de todo el mundo llegaron hasta su habitación para expresar solidaridad y apoyo.
Malala en respuesta, en las pocas apariciones públicas que hizo, se encargó de dejar claro que su lucha no ha terminado. Para las fotos tomadas luego de su primera cirugía, ella insistió en que se le fotografiara con un libro en la mano y el pañuelo envuelto cuidadosamente para ocultar los daños a su cráneo.
Esta semana, luego de su última cirugía para colocarle una placa de titanio y de ser nominada al Premio Nobel de la Paz, Malala retomó sus labores.
"Esta es una segunda vida. Y quiero ser útil. Quiero que cada chica, cada niño, sea educado. Y por eso hemos organizado el Fondo de Malala”, anunció. El Fondo es una campaña que busca recaudar donaciones para promover la educación femenina en Pakistán y ha sido creada por la ONG Vital Voices.
El viernes Malala salió caminando del hospital hacia su hogar temporal en Birmingham. Está viviendo ahí solo porque su padre tiene un trabajo como asesor especial de Gordon Brown, el enviado especial de la ONU para la Educación Global. En su momento los talibanes no solo se atribuyeron la autoría del atentado, sino que aseguraron que si Malala sobrevivía la atacarían nuevamente. Por ello no se sabe aún si Malala regresará a Mingora.
Allí, Moniba, su mejor amiga, mira el puesto vacío a su lado. "Este es el escritorio de Malala. Va a quedarse vacío hasta que vuelva", dijo a la revista Time. Pero, aunque ella no regrese, ya hay otras 400 niñas que volvieron a las aulas sabiendo que los atacantes de su compañera aún están libres. Estas chicas han vencido el miedo y lucharán por su derecho a estudiar.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/10-02-2013/malala-una-nina-contra-los-talibanes

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