domingo, 28 de abril de 2013

ORGULLO PERUANO. Fabricación y exportación de maquinaria.



ʻHeavy metalʼ de exportación.







Ellos también aspiran a ser "Marca Perú". Empresas, técnicos e ingenieros que en los últimos años han impulsado la fabricación y exportación de maquinaria pesada que hasta hace quince años solo se podía importar del extranjero.
Texto: Nilton Torres Varillas
Fotografía: Franz Krajnik
 
Fue Marina Causer la que vio una oportunidad en aquella avería habitual que afectaba  el trabajo en la mina de la Cerro de Pasco Copper Corporation. Casi cada día se caían las líneas de las locomotoras a trolley que transportaban el mineral a través de los socavones.
El problema se hallaba en una pieza fundamental: la grampa y su base, que se colocan en el techo de los túneles y que sirven para conducir la energía que mueve el vehículo subterráneo. Esta pieza se desprendía fácilmente, así que muchas veces los ingenieros solucionaban el tema amarrándola con alambres, con más ingenio que técnica. Eran inicios de los años setenta.
Marina no era ingeniero, pero sí la esposa de uno de ellos, de Arturo Alva Evangelista. Ella le sugirió averiguar cuántas de esas piezas se utilizaban al año en la mina. Así descubrieron que se compraban alrededor de doce mil.
Antes de que la Cerro de Pasco Copper Corporation fuese nacionalizada por Juan Velasco Alvarado, en 1974, el ingeniero Alva renunció a la minera, e impulsado por su curiosa compañera, diseñó una grampa y su base. Aprovechó entonces las amistades que tenía en algunas minas para probar su producto, pero este no resistía el trabajo duro en las galerías.
–Oye hermano, la pieza se ha reventado– le decían, y Arturo volvía a probar con una nueva aleación metálica.
Un día llevó llevó la grampa a la UNI y allí le dijeron que debía cambiar la aleación de zinc que utilizaba. Probó con otras distintas hasta que dio con una que le proporcionaba una dureza similar al 'hierro nodular', material con el que se fabricaban las grampas que se importaban de los Estados Unidos.
La pieza mejorada resultó lo suficientemente fuerte para que por fin pudiera empezar a comercializar el producto.
Corría el año 1978 y Arturo Alva fundó Industrias IMIN, empresa que comenzó fabricando la ahora famosa grampa y también repuestos para las máquinas utilizadas en minas subterráneas –principalmente auríferas– que se importaban de Suecia y Estados Unidos.
Eran pesados ingenios de alta tecnología. Resultaba impensable que se pudiesen emular en nuestro país.
Pero los años y, sobre todo, el talento de técnicos e ingenieros peruanos ha revertido esa idea pesimista. Y ahora, con el nuevo siglo, la industria metal mecánica nacional puede jactarse de que aquí también se construyen máquinas con diseño, conocimiento y tecnología hecha en Perú: locomotoras a trolley (que usan un cable aéreo para desplazarse), motores de corriente contínua, palas neumáticas y cargadores eléctricos de bajo perfil. Un aplastante catálogo de maquinaria peruana.
Sin embargo, todavía son pocas las empresas locales que empiezan a levantar cabeza en este rubro. Pero allí están, y sorprenden con su inventiva e innovación.
MUEVAN LAS INDUSTRIAS
Sobre una mesa de trabajo se apoya una pieza maciza, construida con la unión de decenas de placas dentadas que dejan un estrecho canal donde se colocan delicadas bobinas de cobre y otras piezas superpuestas con precisión. Luego de pasar por un proceso de barnizado y balanceo, todo esto se convierte en un motor de corriente continua que se instalará en un compacto envoltorio cilíndrico pintado de amarillo.
Se necesita un mes para construir la bobina, diez días para ensamblarla, y otras ocho jornadas para las conexiones finales. Eugenio Valer, técnico con más de 30 años de experiencia, es el encargado de supervisar este proceso y enviar el motor para ser colocado como corazón de una locomotora a trolley.
“Vienen ingleses, alemanes, americanos. Creen que nos vestimos con plumas, pero se quedan boquiabiertos cuando ven lo que hacemos aquí”, dice el ingeniero Alva. Y con “aquí” se refiere a los doce mil metros cuadrados que tiene su fábrica ubicada en San Juan de Lurigancho, y que se asemeja a una mini ciudad industrial, cuyos distritos son cada una de las áreas que conforman la cadena de montaje de las máquinas que allí se producen.
El sonido que emerge de los hangares es una sinfonía de metales chocando entre sí, soldaduras chisporroteantes y maquinaria operando a toda capacidad.
En un ambiente resalta un aparato que se asemeja a un equipo de resonancia magnética. Charly Chumpitaz es el operario de este artilugio. El joven técnico con formación en mecánica de producción y con un máster en su especialidad, explica que el aparato hace el trabajo de un torno, una fresadora, un taladro y una amortajadora.
Digitando de memoria, Charly ingresa una serie de códigos que la computadora de la máquina traduce en un diagrama que simula la pieza solicitada, y el resultado es una reluciente barra fundida que se usa en las bocinas de las locomotoras a trolley.  
El ingeniero Arturo Alva no oculta su orgullo al ver la destreza con la que trabaja Charly y suelta: “Todos mis técnicos son buenazos”.
La joya de la corona en esta mini metrópoli metal mecánica es una pala neumática que es como un cargador frontal en miniatura, de 1.30 metros de alto por 2.10 de largo, que se mueve sobre rieles, y que se utiliza para sacar la roca y tierra que cae cuando se abre un nuevo túnel.
El ingeniero Alva destaca que a esa máquina le han hecho innovaciones para mejorar los controles de avance, de carga y también la seguridad.
“Y aquí lo hacemos todo. Peruano 100%”, dice con una sonrisota.
El gran salto
A 4.200 metros de altura, el cargador eléctrico de bajo perfil para minería subterránea se mueve con soltura. El operario acciona la maquinaría y esta avanza de atrás para adelante, recoge mineral con la pala y lo coloca sobre una locomotora. La máquina funciona perfectamente y ni la altura ni el clima afectan su operatividad.
El ingeniero Pavel Rojas, huancaíno, 27 años, egresado de la Universidad Nacional del Centro, observa atentamente el video grabado por él mismo en diciembre del año pasado, cuando fue a entregar la máquina en una mina, en pleno altiplano boliviano.
“Solamente desarrollar la tecnología para construir el cargador eléctrico nos tomó año y medio. Un año más para trabajar el sistema eléctrico y tres meses para fabricarlo. Hemos obtenido un producto de buena calidad y ya empezamos a exportar”.
El ingeniero Rojas utiliza una presentación en 3D para ofrecer una cátedra de diseño e ingeniería. De manera simple, explica que el vehículo funciona con motor diesel o motor eléctrico, que es un equipo robusto, ergonómico, y que se ha puesto énfasis en hacer fácil el acceso a las piezas para su mantenimiento y recambio. También destaca que el aparato se apoya en la experiencia que tienen en la fabricación de locomotoras a trolley, y detalla que la máquina se hizo en asociación con la empresa canadiense Heavy Equipment Solutions (HES).
Claro que el joven ingeniero se apresura en subrayar que la mano de obra, el chasis y la ingeniería son totalmente nacionales.
Pavel Rojas es uno de los ingenieros de Serminsa, compañía fundada hace cuatro décadas, que empezó como importadora de repuestos y de maquinaria para finalmente convertirse, desde el año 2000, en fabricante de locomotoras a trolley y baterías, e incursionar ahora en el mercado de los cargadores eléctricos de bajo perfil.
Transición de importadores a fabricantes que, según  cuenta Javier Moreno, gerente comercial de la empresa,  comenzó con la llegada de un container, proveniente de Inglaterra, repleto de planos y diagramas.
“Cuando la empresa británica BEV (British Electric Vehicles) cerró, le compramos su ingeniería, el nombre y la marca comercial. Entonces nos enviaron un contenedor con más de 15 mil planos de sus productos”.
Abrumados por la cantidad de material y sin saber, en algunos casos, cómo leer esos planos, decidieron dar un segundo paso, que fue el que logró finalmente consolidarlos como fabricantes: la unión estratégica con el departamento de diseño de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad Católica del Perú.
Esta alianza auspició la fabricación de la locomotora modelo VR18, de 4 toneladas, y de allí han avanzado a la producción de locomotoras cada vez más grandes y poderosas.
“Son muchas las ventajas de comprar una máquina hecha en el país: tienes repuestos originales en muy poco tiempo, los costos son menores, y los equipos están diseñados para trabajar en todas las condiciones en que se desarrolla la minería en nuestro país. Además, está asegurado el mantenimiento y la capacitación para el personal que operará la maquinaria”, dice Moreno.
La lucha continúa
“¿Dónde está operando tu equipo para ver cómo funciona?”
Esta era la pregunta con la que se toparon inicialmente las empresas peruanas fabricantes de maquinaria. La industria minera ha estado acostumbrada al equipo extranjero, pero bastó que una de ellas confiara en la industria nacional para que las puertas empezaran a abrirse.
En el caso de Serminsa, esa primera y anhelada oportunidad se la ofreció una compañía que opera en La Libertad. Les compraron una locomotora, y esto sirvió de garantía para las demás minas se interesaran en sus productos.
Los equipos eran buenos, capaces y colmaban todas las expectativas.
Lo mismo ocurrió con las máquinas del ingeniero Alva, que ahora comienzan a exportarse a otros países de la región como Ecuador, Colombia, Bolivia. Incluso, algunas naciones de Centroamérica, empiezan a solicitarles cotizaciones. Esto se debe a lo parecido de la minería subterránea peruana con la de estas naciones.
Además, el boom de la minería en nuestro país los ha ayudado a consolidarse en el mercado y ser aplicados competidores de la industria extranjera. En esa carrera, estas empresas han buscado promocionarse en las más importantes ferias que se realizan en el continente y fuera de él, pero lo que en realidad reclaman es apoyo de parte del Estado, ya que coinciden en que esta industria es también “Marca Perú”, y, al igual que la gastronomía y el turismo, merecen un apoyo en la promoción de sus innovaciones.
“Alemania, Canadá, Australia, esos son países mineros que promueven su manufactura local siempre. Hacen roadshows en países mineros para promocionar sus equipos e innovaciones. Eso es lo que necesitamos”, dice Javier Moreno.
Mientras un escenario como este se materializa, estos emprendedores peruanos continuarán haciendo más avances. En Serminsa piensan fabricar locomotoras de 40 toneladas, y en IMIM el ojo está puesto en hallar la aleación perfecta para fabricar su propio acero y no tener que importarlo.
“Nosotros mismos somos”, dice Arturo Alva, dejando ver unos ojillos brillantes debajo de la visera de su añejo casco de aluminio reforzado, que es algo así como el amuleto que lo acompaña desde sus años en la mina de Cerro de Pasco.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/21-04-2013/heavy-metal-de-exportacion





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