domingo, 28 de julio de 2019

FUE AYER Y SÍ ME ACUERDO

FUE AYER (21.06.2019) Y SÍ ME ACUERDO
Hacía mucho tiempo que no se realizaba verbenas en mi institución educativa.  Por el tiempo y otros motivos no se aceptaba su realización.   Muchos motivos confluyeron para que se lleve a cabo en este año.
Todas las secciones de primero y segundo de ambos turnos fueron los encargados de llevar las antorchas en el pasacalle.   Partimos iniciada la noche.   Los chicos expectantes por salir a exhibir su producto, por mostrar el trabajo realizado de una semana o de un par de horas atrás.   Las idas y venidas de los padres se sumaron a ello, nos acompañaron con ese regocijo por ver a sus hijos y profesores tan motivados por el ansiado recorrido.

Y se dio la partida.   Padres, ex alumnos y alumnos con el cel en la mano, cual camarógrafos, se sumaron a la difusión para todos aquellos que no pudieron o no quisieron asistir o para aquél que no fue invitado, adrede.
 Mis alumnos estaban cuasi abatidos, alicaídos, cabizbajos porque aún no contaban con la ansiada antorcha que se había concretado el contrato un día antes, a vísperas de la gran noche.   Por la comisaría una alumna me informó que  la antorcha se encontraba en el colegio.   Al comunicar a los chicos para recogerlo y llevarlo al pasacalle la aflicción menguó dibujándose en su rostro una inusitada alegría.   Fuimos raudamente en su búsqueda.   Tal como llegamos regresamos, presurosos por llegar donde los demás para compartir el tan preciado tesoro.    Y la alegría desbordó entre ellos.   Uno de ellos exclamó: “…si así fueran todos los días”
En el recorrido, a espalda mía, escuchaba el himno de nuestro colegio entre los alumnos del segundo año.   Nadie les obligó a que lo cantaran, ningún estudiante estaba condicionado.   Lo hicieron producto de la algarabía que les desbordaba, era lo querían hacer, era lo que le brotaba de su corazón.   Era y es su identidad hacia su colegio.
Llegamos, no cansados por más de veinte cuadras de caminata, no fatigados, no apesadumbrados…para nada, todo lo contrario.   Satisfacción por doquier, saludos por aquí, por allá y acullá. Quería terminar este primer momento  con la quema de la antorcha y en compañía de mis shapshicos quienes  se comportaron a la altura de las circunstancias.   Se logró el propósito.
Al acercarme al comedor me encontré con tres colegas y les dije a viva voz: “Ud., sí es bienvenido”, compartimos las gastadas bromas de antaño, señal de buena amistad que quedó entre él y yo, entre él y la institución educativa.   Kausachun.
Me despedí de ellos, pese a los chascarrillos, con el respeto recíproco.

Rumbo al patio central mi labor era observar que todo marchara bien, que los asistentes guarden la compostura que corresponde dentro de un colegio.   Un efusivo abrazo de una ex alumna interrumpió lo que había elucubrado.   Le dije lo que siempre digo cuando veo a cada estudiante: ¿Estás estudiando? Desarróllate, lógrate como mujer.   Miré a su enamorado, otro ex alumno, le advertí: Cuidado con… Su respuesta fue tajante.   No, profesor, primero mis estudios.  Él me respeta.   Asentí.   Bien hija…cuídate, musité.
Una promoción de la mañana  me saludaron con júbilo.   Correspondí a ello, pero pensando en que sólo les enseñé un año.   Una de ellas osó bailar conmigo.   Llegué a decirle que estudiara, que se realice como mujer, too.   Nos despedimos, deseándole parabienes en su vida académica y profesional.
Otro grupo de tres chicas también se acercaron a saludarme.   ¿Estudias, trabajas o ya eres madre?   Dos de ellas, una en la SENATI, estaban estudiando.   Les felicité por su esfuerzo.
El huayno y el Santiago se dejaron escuchar, vi a mis colegas sujetados entre brazos.   Ante la llamada de rigor me sumé a ello.   Lo que más me sorprendió, y eso fue lo que más me motivó a escribir, fue ver a mis estudiantes bailando su huaynito, su Santiago.   No lo bailaron por cumplir, no lo bailaron porque se encontraban los profes’, lo bailaron con esa alegría que desbordaban en ellos.    El zapateo, la guapeada derramaban lisura.   Que eximios, eh.   Eso llenó mi corazón y mi sangre arguedina.      Fue positivo escorar hacia nuestra identidad.

El Arguedas es el Arguedas, corroboré in situ.


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