domingo, 21 de abril de 2019

EL RANKING PISA NO VALE ABSOLUTAMENTE NADA



“El ranking de la prueba Pisa no vale absolutamente nada”
Presidente del Consejo Nacional de Educación y del Comité Organizador de CADE Educación 2018. Doctor en Educación por la Universidad de Sussex (Reino Unido). Profesor-investigador del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico.
Esta semana, ante un aluvión de críticas, el Ministerio de Educación retrocedió en su afán de implementar el nuevo sistema de evaluación por letras en el nivel secundario. César Guadalupe, presidente del Consejo Nacional de Educación, se pronuncia al respecto y, de paso, pone en cuestionamiento la validez de la célebre prueba Pisa y se muestra optimista sobre el avance de la educación en el Perú.
El ministerio de Educación reculó en aplicar el nuevo sistema de evaluación en secundaria...
Hay que discutir ese tema en dos planos. El primero tiene que ver con la pertinencia de un sistema de evaluación que mida cualitativamente respecto de los estándares que fija el currículum y eso no está en discusión. Hace varios años que está bien consolidado en inicial y en primaria, y tocaba hacer la extensión a la secundaria, y ahí había que discutir si se hacía progresivamente o en bloque.
¿Y el segundo plano?
Es algo que va más allá de la política educativa y tiene que ver con la manera como discutimos algunos asuntos públicos. El ministerio probablemente pensó en usar un sistema de letras xyz y la gente dijo “no, mejor lo que estamos acostumbrados”, y el ministerio decidió usar letras a las que la gente estaba habituada. ¿Cuál es el problema? Si no hubieran hecho caso, también los criticarían. Hay una voluntad destructiva en el modo en que se discuten las cosas.
Y en el modo en que el Ministerio acoge las críticas…
En este caso en particular, si tuviera que criticarle algo al ministerio, es que esta norma técnica debió haber estado mucho antes para ir preparando el terreno, pero hay un estilo muy crispado de discutir que, además, se enfoca en cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Si las letras son abc o xyz, ¿en qué cambia? Lo que importa es el contenido y eso nunca ha estado en discusión.
¿En qué cambia el uso de letras y no el sistema numérico? ¿No son formas de decir lo mismo?
No. Hay un problema con los números: son una mala manera de representar aprendizajes. Los aprendizajes existen sobre un continuo que va de menos a más, pero ese continuo no se representa bien con números. El número te da una sensación de precisión que no existe. Si yo saco 20 en matemáticas y 10 en lenguaje, en promedio tengo 15 y no significa nada, porque estoy promediando papas con camotes.
¿Hablar de logro básico o logro inicial no es subjetivo también?
No, pero el punto fundamental es el currículo nacional, y esto sí es un cambio importante. Nos ha tomado muchos años cambiar hacia un currículum estructurado como el actual, que integra toda la educación básica y que fija, para cada competencia, un conjunto de estándares. La idea es la siguiente: ¿la persona logra o no logra lo que se espera? Si lo logra, ya estamos, y si no, ¿le falta poco o le falta bastante? Ese es el sentido de las letras.
Hablando de números, entiendo que no te gustan los rankings y acá tenemos el fetiche de la prueba Pisa. ¿Sirve para algo?
La prueba sirve para una sola cosa…
¿Para sentirnos mal por nuestros pocos logros?
No, eso es para lo que no sirve, pero se usa para eso. ¿Cuál fue el propósito de que el Perú participara inicialmente en el año 2001? Para saber cuán lejos estamos de los que se supone están mejor. ¿Eso lo dice el ranking? No. Eso lo dice la distancia de nuestro desempeño respecto del desempeño promedio de los países de la OECD.
¿Y lo otro para lo que sirve?
Para mirar si nuestro desempeño se mueve. Y sí se mueve, y a ritmo constante desde el 2001. Ahora, la prueba Pisa es limitada, porque no está construida contra el currículum, sino contra tres o cuatro cosas que un grupo de expertos decidió que valía la pena medir. Y, dos, es una prueba dirigida a chicos de quince años, no importa en qué grado estén.
¿Sería mejor retirarse de la prueba Pisa?
A ver… Una tercera razón por la que entramos a la prueba -y digo nosotros, porque entonces trabajaba en el ministerio-, fue que queríamos aprender a hacer ese tipo de pruebas. Ese objetivo lo hemos cumplido muy bien. En el ministerio tenemos la Oficina de Medición de la Calidad de los Aprendizajes, que hace pruebas estandarizadas con altísimo nivel. Sin embargo, el costo de estar en la prueba es terriblemente alto, porque cada que sale un informe es un escándalo, cuando el ranking de la prueba Pisa no vale absolutamente nada.
De hecho, hasta incide en la autoestima colectiva…
Exactamente, ha servido para autoflagelarnos los últimos veinte años diciendo “¡qué mal estamos!” y perder de vista que estamos mejorando. Y, en realidad, si ves el ranking de quienes han mejorado más (la muestra), ¿cuál es el que más ha mejorado? El Perú.
Pero, como sueles decir, esto significa que hemos subido diez pisos desde el sótano, pero recién estamos en la superficie…
Claro. Estamos todavía lejos de lo que quisiéramos, pero mejorando. Y Pisa en el Perú ha sido utilizado para flagelarnos diciendo “¡qué mal estamos!”, nunca para decir que mejoramos, y eso tiene que ver con el tema de autoestima que mencionas.
¿Y con intereses políticos?
También, y creo que también con una especie de debilidad para leer las cosas, una debilidad profesional para entender de qué se tratan los resultados y darle una lectura más en serio, más a fondo.

No solo eres optimista con que la educación ha mejorado, sino que hemos roto el viejo mito de que el Perú invierte menos en educación que Bolivia...
El mito de que el Perú invierte menos que Bolivia se basa en un mal indicador. Lo que importa es cuánto invertimos por estudiante, no cuánto invertimos sobre el PBI. El Perú invierte más o menos 3% en educación, que es más o menos lo mismo que invierte Japón.
¿Esa inversión es suficiente?
Aparentemente no, porque los resultados no son buenos. Ahora, también es posible que estamos gastando mal. ¿Hay algún colegio privado que cueste lo mismo que el Estado (unos 1.200 dólares al año por estudiante) al que le vayan las cosas mejor? No muchos, lo cual sugiere que hay un problema mayor y es que nadie ha hecho una estimación seria de cuánto deberíamos gastar en distintos contextos. La pregunta es: ¿estamos gastando suficiente? La respuesta correcta es: no lo sabemos.
¿Cómo nadie ha podido enfocarse en algo tan elemental?
Porque se ha repetido por 50 años el mantra de que hay que gastar 6% del PBI. Eso exonera a la gente de hacer los estudios que deben hacerse para hablar en serio.
Tú eres partidario de propuestas educativas de largo plazo. ¿Cómo lograr esto en un sector que, por lo menos en los últimos años, genera tanta polarización?
Aunque parezca mentira, la política educativa ha tenido mucha continuidad en los últimos 25 años. Recordarán que en la época de Jaime Saavedra se hablaba de los cuatro pilares de la política educativa: infraestructura, docentes, aprendizajes y gestión. Si leo esas cuatro cosas y miro el programa de mejoramiento de calidad de la educación primaria que se hizo en el 95, es lo mismo. Creo que sobreestimamos el hecho de que porque cambia un ministro cambia todo.
Pero en este Gobierno entra un elemento polarizador como no había ocurrido antes en educación: el enfoque de género…
Ahí hay una cosa que tiene que ver con la educación y otra que tiene que ver con el país. En general, las discusiones políticas son muy crispadas. Hay que recordar que la educación no empieza ni termina en la escuela. Si empezamos a discutir así, no hay manera de formar estudiantes para la democracia, para la tolerancia y el respeto. Luego está el enfoque de género, que no es algo nuevo en la educación. Lo venimos haciendo hace por lo menos una década, si no más.
Pero hay quienes se crispan apenas oyen la palabra género.
Eso tiene que ver con la manera de operar de esos sectores. Yo tengo por ahí fotos de cartelones que dicen “ministra, no homosexualice a nuestros hijos”. Esa es una campaña para crear temor sobre la base de una mentira y no es aceptable. En el país, la educación merece una conversación. Cuando en el Consejo Nacional de Educación convocamos organizaciones para dialogar sobre la formulación de un nuevo proyecto educativo nacional, no hay ese nivel de confrontación… Si uno va a las aulas, a los colegios y conversa con los profesores, tampoco. Entonces, hay que darle menos pelota a esa discusión y ver lo que las personas reales están haciendo.
Tu último libro se llama La larga noche de la educación peruana: comienza a amanecer. ¿Cómo describir ese amanecer?
El amanecer es que estamos saliendo en varias cosas: invirtiendo más por estudiante, logrando mejores resultados en aprendizaje… Muy tímidamente, pero lo estamos haciendo de modo sostenido desde hace casi 20 años. La mejora no es del tamaño que quisiéramos básicamente por dos razones: si hemos destruido el sistema educativo en los 30 o 40 años anteriores al 90, hay un montón de cuentas pendientes que eso nos pasa. La primera es que la mayor parte de la población adulta ha tenido una pésima educación básica, y eso se expresa en los docentes, en los congresistas y en todos los aspectos de la vida nacional.
Se dice que en el colegio no solo se imparte conocimientos, sino que se forma ciudadanía. Si vemos a los congresistas que tenemos, cinco presidentes procesados por corrupción, ¿cómo lograrlo?
La primera cosa de la que hay que ser conscientes es de que a esos congresistas y presidentes nosotros los hemos elegido. Entonces, el país es lo que es porque eso es lo que nosotros hacemos con el país. Ya no estemos tirándonos piedras de quién tiene la culpa y podremos conversar acerca de cómo construimos las cosas.
Hay colectivos que dicen que la escuela da conocimientos y el hogar forma los valores...
La escuela tiene un propósito, que es formar personas, y las personas somos multifacéticas y complejas. “Te voy a dar tres cositas y todas las demás, no”. Esa es una forma, digamos, pedagógicamente torpe de enfocar el problema.
¿Pero los valores solo se deben dar en el hogar, como dicen los grupos fundamentalistas?
Por supuesto que no, porque los valores tienen que ver con los valores en la vida civil. Entonces, yo te respeto a ti no porque mis padres lo hayan hecho o no, sino porque eso es parte de cómo vivimos, y al respetarnos mutuamente educamos al que está al costado.
Los conservadores dicen: “Solo yo puedo hablar a mi hijo sobre temas sexuales, especialmente sobre homosexualidad”.
Si queremos educar para vivir en democracia, los padres no pueden venir y decir “yo quiero que sea fascista”, no tienen derecho a eso. Entonces, si tenemos en el país un conjunto de principios que incluyen al respeto y la valoración de las personas, el padre que quiere decir que el homosexualidad es una depravación, que deben irse al infierno y todo lo demás, tiene todo al derecho a pensar eso, pero su hijo tiene el derecho a ser educado de una manera distinta.


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