Carmen Mc Evoy: “La indignación no es suficiente; hay que entrar al
Estado, recapturarlo”
"Martín Vizcarra está haciendo su esfuerzo. El cara a
cara, esta relación con sus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión
de abrazar la bandera de la anticorrupción"
La historiadora Carmen Mc Evoy va a escribir un libro sobre
su reciente experiencia como embajadora en Irlanda, en diálogo con la
apabullante coyuntura política peruana de los últimos tiempos. Su mirada sobre
el momento actual siempre es bienvenida.
Las acusaciones de
corrupción atraviesan a expresidentes, ministros. ¿Qué le dice eso?
Que el Estado ha sido tomado. Hay un asalto del Estado por
mafias organizadas que empezaron en un nivel muy pequeño y nacional con
Montesinos y que, con el ingreso del capitalismo internacional de prebendas y
clientelar, se han convertido en megamafias enquistadas en todos los niveles.
No son solo presidentes, sino ministros, viceministros. Hay ministerios
tomados. Cuánto seguirá tomado.
O por descubrirse. Se
firmó el acuerdo con Odebrecht.
Por descubrirse. Siguen en la sombra. Algunos esperarán a
ser colaboradores eficaces o agarrar sus maletas para irse. El Perú está
pasando por uno de sus momentos más aciagos.
¿Peor que los
noventa?
Yo creo que sí. Lo que ocurre es que todo se ha
potencializado, es trigonométrico. Ahora, hay corrupción pero también peruanos
valientes que se le enfrentan. Teníamos lo de Fujimori y Montesinos y apareció
Paniagua. Siempre hay una reserva moral a la cual acudir.
Ahora son los
fiscales.
Y hay mujeres, las del Callao son mujeres. El desafío es tan
grande y la sociedad debe tomar conciencia y unirse a la cruzada.
Sí hay conciencia de
la gravedad. Cuando quisieron sacar a los fiscales Vela y Pérez, muchos
protestaron el 31 de diciembre, en la noche.
Claro, aunque la indignación no es suficiente, hay que
entrar al Estado, recapturarlo. Las marchas no son suficientes. Ahora que
presido la comisión del bicentenario he notado que hay jóvenes comprometidos,
que no han sido contaminados, picados por el vampiro…
Mordidos.
Mordidos. Ya no sabes quién ha sido contaminado o no, pero
sí noto a gente joven comprometida y honesta a la que hay que apelar para que
entre en política. Acá no ha habido reforma de la política, no ha habido
reforma del financiamiento de los partidos. Hay mafias. La política se ha
convertido en el coto de un grupo que establece las reglas de juego, que son
perversas y están creando este sistema corrupto. No es solo un tema de
moralidad. Este es un sistema que no se sabe proteger a sí mismo.
¿Algo falla en el
sistema inmunológico?
Tiene que haber rendición de cuentas. E, insisto, se
necesita gente joven que no tenga esa rapacidad, esa codicia de tener 30
millones y cinco casas. ¿Cuántos millones en Andorra necesitas para ser feliz?
¿Esta política no
ahuyentará a los jóvenes más capaces?
Optimistamente, pienso que esa política de la prebenda ya
está en declive: la de poner a tus amigos en el Congreso para que no trabajen,
la de yo te doy para que tú me des.
Hablemos un poco de
Martín Vizcarra. ¿Qué piensa de él?
Está haciendo su esfuerzo. El cara a cara, esta relación con
tus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión de abrazar la bandera de
la anticorrupción, que no la ha inventado él…
Pero alzó la lanza.
La lleva, pero no es suficiente con los huaicos, con la
criminalidad a todo nivel, con las mujeres acuchilladas y violadas. En una
emergencia nacional uno puede apoderarse de un sentir ciudadano, sin embargo,
se necesita de un proyecto nacional, una visión de país. Por la propia
situación coyuntural…
¿No ha tenido tiempo
de pensar en ese proyecto?
Es que la presidencia le llegó de rebote, de casualidad, y
no se ha sentado a pensar en cuál será su legado. Desgraciadamente en el Perú
uno se la pasa, como mandatario, apagando incendios: los huaicos, la
interpelación, la vacancia. Todavía no veo al estadista. Hace su trabajo,
pienso que va a ser un presidente de tránsito. Pero debería establecer su
visión de país. ¿Qué quiere dejarnos como legado a nivel de educación, salud,
reforma del Estado?
Hay señalamientos por
el tema del financiamiento de la campaña presidencial.
Él dice que solo veía lo político y no lo económico, pero,
al final del día, si te estás comprando un proyecto, debes preguntar ¿y de
dónde sale la financiación? Felizmente parece que eso va a cambiar con la
reforma, que él está iniciando. Lo que hay que decir también es que el peruano
debe saber elegir mejor y votar por el proyecto. Debemos ser ambiciosos, pensar
en grande. Ese es mi consejo para las nuevas generaciones.
En poco más de dos
años es el bicentenario. No vamos a solucionar nuestros problemas tan pronto,
pero la fecha debe servir para ponernos metas. ¿Cuál considera que debe ser el
gran objetivo del Perú?
El gran desafío es la reforma del Estado en serio. Hemos
heredado un Estado paquidérmico, inepto, tomado por la mafia. Necesitamos uno
capaz de defender nuestros impuestos. Eso es lo que se han robado: la plata de
la gente.
¿Alguna vez el Estado
peruano ha funcionado?
Ha habido momentos, pienso en los proyectos modernizadores
del segundo civilismo que Leguía ridiculizó. El Estado no se ha modernizado con
los años, es como un cascarón viejo. Sinesio López tiene esta frase: hay
irrupciones democratizadoras. Cada cierto tiempo hay una oleada de buenos
peruanos que intentan reformar, que entran, pero es un paliativo. Las cosas van
a cambiar con una reforma estructural…
El Estado ha estado a
punta de aspirinas, digamos.
Y lo que se necesita es cirugía mayor y, para eso, se
requiere un pacto político, diálogo. El gran desafío del bicentenario es
reformar este Estado que tiene taras coloniales como el clientelismo, el
amiguismo, la corrupción. Nuestro Estado tiene elementos premodernos. Diez
constructoras se reparten todas las obras, ¿de qué competencia hablamos, de qué
sistema liberal? Parece la época virreinal.
Un simulacro de
mercado.
Exacto, es un mercado que no funciona con la ley de la
oferta y la demanda: las AFP, el monopolio de las comunicaciones. La
competencia real capitalista no existe. Tenemos un sistema de compadrazgo y
privilegios.
En sus columnas ha
tocado la violencia de género. Es un desborde contra la mujer, ¿no?
Estoy horrorizada. La sociedad peruana es autoritaria,
patriarcal, maltratadora de las mujeres, y eso está creciendo porque las
mujeres estamos posicionándonos y tenemos más voz. La mayor presencia de las
mujeres genera estas respuestas: es miedo a perder el poder.
¿Hay machismo en la
academia?
Sí. Mi carrera ha ido avanzando. Pero cuando empecé con la
historia política veía las sonrisitas. Tipo ‘¿y a esta qué le pasa?’. Un
profesor me dijo, ‘no, acá no ha habido un proyecto nacional’. Y mi libro se
llamaba así. Casi como un ‘tú de qué estás hablando, tontuela’. Hay
condescendencia. Es un desafío. Ya no estoy en eso, porque “los hombres de la
sonrisita” me causan hilaridad. Pienso en mis colegas más jóvenes. Los hombres
todavía dominan ciertos espacios de la academia.
¿Por qué aceptó ser
embajadora en Irlanda?
Me pareció un gran desafío en un momento crítico para el
Estado peruano. Tenía la aprobación del gobierno de Irlanda, fecha para
entregar mis credenciales y consideré que sería pésimo para el Perú tirarle la
embajada al presidente (Kuczynski), por más errores que hubiera cometido.
Como lo del indulto.
Como lo del indulto. Mi balance es positivo. En un primer
nivel, cerré un círculo histórico. Mis bisabuelo llegó de Irlanda a trabajar en
el ferrocarril y vuelvo a Irlanda a abrir la primera embajada. En un segundo
nivel, yo soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo en sus
extramuros. Y en un tercer nivel, como ciudadana peruana, me permitió servir y
representar al Perú.
¿Recibió críticas por
aceptar la embajada?
Muchas, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, no por
el régimen sino porque el Perú tiene que seguir existiendo a pesar de
coyunturas adversas y su imagen preservarse a pesar de todo.
Y como ex embajadora
nombrada en el gobierno de Kuczynski, ¿qué piensa de él ahora?
Perdió una gran oportunidad. No solo yo creía en él. Hay
muchos niveles de análisis. No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó.
No se dio cuenta. Hacían gimnasia en el patio de Palacio cuando había problemas
serios propios de un Estado carenciado, donde todos tenían que estar operando,
trabajando, tomando su rol en serio. Y lo otro fue que Keiko Fujimori se la
juró. No midió que su adversaria política lo quería matar. En política hay que
tener la fuerza de las convicciones, no la tuvo y no dio la batalla.
Keiko Fujimori se la
juró a Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su caso es increíble. Su partido
aparecía como la principal fuerza política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica,
y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos.
(Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, y ahora está en
posición de defensa de delincuentes, de Donayre. Es una vergüenza total. Nuevamente,
es un partido sin proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.
¿Tiene esperanzas en
las elecciones de 2021?
El Perú da sorpresas en sus peores momentos. Yo quisiera
candidatos sencillos que escuchen a la gente, que quieran servir al país y
entreguen toda su capacidad para lograrlo. Hay una campaña cívica que no vemos
y que debe visibilizarse para convencer a los jóvenes de que deben entrar en
política. Hay un Perú noble.
“Keiko Fujimori terminó
atrapada por su arrogancia”
¿Qué balance hace de
su etapa de embajadora?
Es positivo. Cerré un círculo histórico. Mi bisabuelo llegó
de Irlanda a trabajar en el ferrocarril y volví a Irlanda a abrir la primera
embajada. Segundo, soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo
en sus extramuros. Y tercero, como ciudadana me permitió servir al Perú.
La nombraron durante
el régimen de Kuczynski, ¿qué piensa de él?
No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó. Hacían
gimnasia en el patio cuando había problemas propios de un Estado carenciado. Y
Keiko Fujimori se la juró. No midió que su adversaria política lo quería matar.
En política hay que tener la fuerza de las convicciones y no dio la batalla.
Keiko se la juró a
Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su partido aparecía como la principal fuerza
política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica,
y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos.
(Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, un partido sin
proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.
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