domingo, 21 de abril de 2019

CARMEN MC EVOY, Odebrecht, Vizcarra, PPK, Keiko

Carmen Mc Evoy: “La indignación no es suficiente; hay que entrar al Estado, recapturarlo”
"Martín Vizcarra está haciendo su esfuerzo. El cara a cara, esta relación con sus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión de abrazar la bandera de la anticorrupción"
La historiadora Carmen Mc Evoy va a escribir un libro sobre su reciente experiencia como embajadora en Irlanda, en diálogo con la apabullante coyuntura política peruana de los últimos tiempos. Su mirada sobre el momento actual siempre es bienvenida.
Las acusaciones de corrupción atraviesan a expresidentes, ministros. ¿Qué le dice eso?
Que el Estado ha sido tomado. Hay un asalto del Estado por mafias organizadas que empezaron en un nivel muy pequeño y nacional con Montesinos y que, con el ingreso del capitalismo internacional de prebendas y clientelar, se han convertido en megamafias enquistadas en todos los niveles. No son solo presidentes, sino ministros, viceministros. Hay ministerios tomados. Cuánto seguirá tomado.
O por descubrirse. Se firmó el acuerdo con Odebrecht.
Por descubrirse. Siguen en la sombra. Algunos esperarán a ser colaboradores eficaces o agarrar sus maletas para irse. El Perú está pasando por uno de sus momentos más aciagos.
¿Peor que los noventa?
Yo creo que sí. Lo que ocurre es que todo se ha potencializado, es trigonométrico. Ahora, hay corrupción pero también peruanos valientes que se le enfrentan. Teníamos lo de Fujimori y Montesinos y apareció Paniagua. Siempre hay una reserva moral a la cual acudir.
Ahora son los fiscales.
Y hay mujeres, las del Callao son mujeres. El desafío es tan grande y la sociedad debe tomar conciencia y unirse a la cruzada.
Sí hay conciencia de la gravedad. Cuando quisieron sacar a los fiscales Vela y Pérez, muchos protestaron el 31 de diciembre, en la noche.
Claro, aunque la indignación no es suficiente, hay que entrar al Estado, recapturarlo. Las marchas no son suficientes. Ahora que presido la comisión del bicentenario he notado que hay jóvenes comprometidos, que no han sido contaminados, picados por el vampiro…
Mordidos.
Mordidos. Ya no sabes quién ha sido contaminado o no, pero sí noto a gente joven comprometida y honesta a la que hay que apelar para que entre en política. Acá no ha habido reforma de la política, no ha habido reforma del financiamiento de los partidos. Hay mafias. La política se ha convertido en el coto de un grupo que establece las reglas de juego, que son perversas y están creando este sistema corrupto. No es solo un tema de moralidad. Este es un sistema que no se sabe proteger a sí mismo.
¿Algo falla en el sistema inmunológico?
Tiene que haber rendición de cuentas. E, insisto, se necesita gente joven que no tenga esa rapacidad, esa codicia de tener 30 millones y cinco casas. ¿Cuántos millones en Andorra necesitas para ser feliz?
¿Esta política no ahuyentará a los jóvenes más capaces?
Optimistamente, pienso que esa política de la prebenda ya está en declive: la de poner a tus amigos en el Congreso para que no trabajen, la de yo te doy para que tú me des.
Hablemos un poco de Martín Vizcarra. ¿Qué piensa de él?
Está haciendo su esfuerzo. El cara a cara, esta relación con tus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión de abrazar la bandera de la anticorrupción, que no la ha inventado él…
Pero alzó la lanza.
La lleva, pero no es suficiente con los huaicos, con la criminalidad a todo nivel, con las mujeres acuchilladas y violadas. En una emergencia nacional uno puede apoderarse de un sentir ciudadano, sin embargo, se necesita de un proyecto nacional, una visión de país. Por la propia situación coyuntural…
¿No ha tenido tiempo de pensar en ese proyecto?
Es que la presidencia le llegó de rebote, de casualidad, y no se ha sentado a pensar en cuál será su legado. Desgraciadamente en el Perú uno se la pasa, como mandatario, apagando incendios: los huaicos, la interpelación, la vacancia. Todavía no veo al estadista. Hace su trabajo, pienso que va a ser un presidente de tránsito. Pero debería establecer su visión de país. ¿Qué quiere dejarnos como legado a nivel de educación, salud, reforma del Estado?
Hay señalamientos por el tema del financiamiento de la campaña presidencial.
Él dice que solo veía lo político y no lo económico, pero, al final del día, si te estás comprando un proyecto, debes preguntar ¿y de dónde sale la financiación? Felizmente parece que eso va a cambiar con la reforma, que él está iniciando. Lo que hay que decir también es que el peruano debe saber elegir mejor y votar por el proyecto. Debemos ser ambiciosos, pensar en grande. Ese es mi consejo para las nuevas generaciones.
En poco más de dos años es el bicentenario. No vamos a solucionar nuestros problemas tan pronto, pero la fecha debe servir para ponernos metas. ¿Cuál considera que debe ser el gran objetivo del Perú?
El gran desafío es la reforma del Estado en serio. Hemos heredado un Estado paquidérmico, inepto, tomado por la mafia. Necesitamos uno capaz de defender nuestros impuestos. Eso es lo que se han robado: la plata de la gente.
¿Alguna vez el Estado peruano ha funcionado?
Ha habido momentos, pienso en los proyectos modernizadores del segundo civilismo que Leguía ridiculizó. El Estado no se ha modernizado con los años, es como un cascarón viejo. Sinesio López tiene esta frase: hay irrupciones democratizadoras. Cada cierto tiempo hay una oleada de buenos peruanos que intentan reformar, que entran, pero es un paliativo. Las cosas van a cambiar con una reforma estructural…
El Estado ha estado a punta de aspirinas, digamos.
Y lo que se necesita es cirugía mayor y, para eso, se requiere un pacto político, diálogo. El gran desafío del bicentenario es reformar este Estado que tiene taras coloniales como el clientelismo, el amiguismo, la corrupción. Nuestro Estado tiene elementos premodernos. Diez constructoras se reparten todas las obras, ¿de qué competencia hablamos, de qué sistema liberal? Parece la época virreinal.
Un simulacro de mercado.
Exacto, es un mercado que no funciona con la ley de la oferta y la demanda: las AFP, el monopolio de las comunicaciones. La competencia real capitalista no existe. Tenemos un sistema de compadrazgo y privilegios.
En sus columnas ha tocado la violencia de género. Es un desborde contra la mujer, ¿no?
Estoy horrorizada. La sociedad peruana es autoritaria, patriarcal, maltratadora de las mujeres, y eso está creciendo porque las mujeres estamos posicionándonos y tenemos más voz. La mayor presencia de las mujeres genera estas respuestas: es miedo a perder el poder.
¿Hay machismo en la academia?
Sí. Mi carrera ha ido avanzando. Pero cuando empecé con la historia política veía las sonrisitas. Tipo ‘¿y a esta qué le pasa?’. Un profesor me dijo, ‘no, acá no ha habido un proyecto nacional’. Y mi libro se llamaba así. Casi como un ‘tú de qué estás hablando, tontuela’. Hay condescendencia. Es un desafío. Ya no estoy en eso, porque “los hombres de la sonrisita” me causan hilaridad. Pienso en mis colegas más jóvenes. Los hombres todavía dominan ciertos espacios de la academia.
¿Por qué aceptó ser embajadora en Irlanda?
Me pareció un gran desafío en un momento crítico para el Estado peruano. Tenía la aprobación del gobierno de Irlanda, fecha para entregar mis credenciales y consideré que sería pésimo para el Perú tirarle la embajada al presidente (Kuczynski), por más errores que hubiera cometido.
Como lo del indulto.
Como lo del indulto. Mi balance es positivo. En un primer nivel, cerré un círculo histórico. Mis bisabuelo llegó de Irlanda a trabajar en el ferrocarril y vuelvo a Irlanda a abrir la primera embajada. En un segundo nivel, yo soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo en sus extramuros. Y en un tercer nivel, como ciudadana peruana, me permitió servir y representar al Perú.
¿Recibió críticas por aceptar la embajada?
Muchas, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, no por el régimen sino porque el Perú tiene que seguir existiendo a pesar de coyunturas adversas y su imagen preservarse a pesar de todo.
Y como ex embajadora nombrada en el gobierno de Kuczynski, ¿qué piensa de él ahora?
Perdió una gran oportunidad. No solo yo creía en él. Hay muchos niveles de análisis. No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó. No se dio cuenta. Hacían gimnasia en el patio de Palacio cuando había problemas serios propios de un Estado carenciado, donde todos tenían que estar operando, trabajando, tomando su rol en serio. Y lo otro fue que Keiko Fujimori se la juró. No midió que su adversaria política lo quería matar. En política hay que tener la fuerza de las convicciones, no la tuvo y no dio la batalla.
Keiko Fujimori se la juró a Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su caso es increíble. Su partido aparecía como la principal fuerza política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica, y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos. (Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, y ahora está en posición de defensa de delincuentes, de Donayre. Es una vergüenza total. Nuevamente, es un partido sin proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.
¿Tiene esperanzas en las elecciones de 2021?
El Perú da sorpresas en sus peores momentos. Yo quisiera candidatos sencillos que escuchen a la gente, que quieran servir al país y entreguen toda su capacidad para lograrlo. Hay una campaña cívica que no vemos y que debe visibilizarse para convencer a los jóvenes de que deben entrar en política. Hay un Perú noble.
“Keiko Fujimori terminó atrapada por su arrogancia”
¿Qué balance hace de su etapa de embajadora?
Es positivo. Cerré un círculo histórico. Mi bisabuelo llegó de Irlanda a trabajar en el ferrocarril y volví a Irlanda a abrir la primera embajada. Segundo, soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo en sus extramuros. Y tercero, como ciudadana me permitió servir al Perú.
La nombraron durante el régimen de Kuczynski, ¿qué piensa de él?
No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó. Hacían gimnasia en el patio cuando había problemas propios de un Estado carenciado. Y Keiko Fujimori se la juró. No midió que su adversaria política lo quería matar. En política hay que tener la fuerza de las convicciones y no dio la batalla.
Keiko se la juró a Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su partido aparecía como la principal fuerza política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica, y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos. (Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, un partido sin proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.


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