sábado, 27 de abril de 2019
domingo, 21 de abril de 2019
EL RANKING PISA NO VALE ABSOLUTAMENTE NADA
“El ranking de la prueba Pisa no vale absolutamente nada”
Presidente del Consejo Nacional
de Educación y del Comité Organizador de CADE Educación 2018. Doctor en
Educación por la Universidad de Sussex (Reino Unido). Profesor-investigador del
Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del
Pacífico.
Esta semana, ante un aluvión de
críticas, el Ministerio de Educación retrocedió en su afán de implementar el
nuevo sistema de evaluación por letras en el nivel secundario. César Guadalupe,
presidente del Consejo Nacional de Educación, se pronuncia al respecto y, de
paso, pone en cuestionamiento la validez de la célebre prueba Pisa y se muestra
optimista sobre el avance de la educación en el Perú.
El ministerio de Educación reculó en aplicar el nuevo sistema de
evaluación en secundaria...
Hay que discutir ese tema en dos
planos. El primero tiene que ver con la pertinencia de un sistema de evaluación
que mida cualitativamente respecto de los estándares que fija el currículum y
eso no está en discusión. Hace varios años que está bien consolidado en inicial
y en primaria, y tocaba hacer la extensión a la secundaria, y ahí había que
discutir si se hacía progresivamente o en bloque.
¿Y el segundo plano?
Es algo que va más allá de la
política educativa y tiene que ver con la manera como discutimos algunos
asuntos públicos. El ministerio probablemente pensó en usar un sistema de
letras xyz y la gente dijo “no, mejor lo que estamos acostumbrados”, y el
ministerio decidió usar letras a las que la gente estaba habituada. ¿Cuál es el
problema? Si no hubieran hecho caso, también los criticarían. Hay una voluntad
destructiva en el modo en que se discuten las cosas.
Y en el modo en que el Ministerio acoge las críticas…
En este caso en particular, si
tuviera que criticarle algo al ministerio, es que esta norma técnica debió
haber estado mucho antes para ir preparando el terreno, pero hay un estilo muy
crispado de discutir que, además, se enfoca en cosas que no tienen ni pies ni
cabeza. Si las letras son abc o xyz, ¿en qué cambia? Lo que importa es el
contenido y eso nunca ha estado en discusión.
¿En qué cambia el uso de letras y no el sistema numérico? ¿No son
formas de decir lo mismo?
No. Hay un problema con los
números: son una mala manera de representar aprendizajes. Los aprendizajes
existen sobre un continuo que va de menos a más, pero ese continuo no se
representa bien con números. El número te da una sensación de precisión que no
existe. Si yo saco 20 en matemáticas y 10 en lenguaje, en promedio tengo 15 y
no significa nada, porque estoy promediando papas con camotes.
¿Hablar de logro básico o logro inicial no es subjetivo también?
No, pero el punto fundamental es
el currículo nacional, y esto sí es un cambio importante. Nos ha tomado muchos
años cambiar hacia un currículum estructurado como el actual, que integra toda
la educación básica y que fija, para cada competencia, un conjunto de
estándares. La idea es la siguiente: ¿la persona logra o no logra lo que se
espera? Si lo logra, ya estamos, y si no, ¿le falta poco o le falta bastante? Ese
es el sentido de las letras.
Hablando de números, entiendo que no te gustan los rankings y acá
tenemos el fetiche de la prueba Pisa. ¿Sirve para algo?
La prueba sirve para una sola
cosa…
¿Para sentirnos mal por nuestros pocos logros?
No, eso es para lo que no sirve,
pero se usa para eso. ¿Cuál fue el propósito de que el Perú participara inicialmente
en el año 2001? Para saber cuán lejos estamos de los que se supone están mejor.
¿Eso lo dice el ranking? No. Eso lo dice la distancia de nuestro desempeño
respecto del desempeño promedio de los países de la OECD.
¿Y lo otro para lo que sirve?
Para mirar si nuestro desempeño
se mueve. Y sí se mueve, y a ritmo constante desde el 2001. Ahora, la prueba
Pisa es limitada, porque no está construida contra el currículum, sino contra
tres o cuatro cosas que un grupo de expertos decidió que valía la pena medir.
Y, dos, es una prueba dirigida a chicos de quince años, no importa en qué grado
estén.
¿Sería mejor retirarse de la prueba Pisa?
A ver… Una tercera razón por la
que entramos a la prueba -y digo nosotros, porque entonces trabajaba en el
ministerio-, fue que queríamos aprender a hacer ese tipo de pruebas. Ese
objetivo lo hemos cumplido muy bien. En el ministerio tenemos la Oficina de
Medición de la Calidad de los Aprendizajes, que hace pruebas estandarizadas con
altísimo nivel. Sin embargo, el costo de estar en la prueba es terriblemente
alto, porque cada que sale un informe es un escándalo, cuando el ranking de la
prueba Pisa no vale absolutamente nada.
De hecho, hasta incide en la autoestima colectiva…
Exactamente, ha servido para
autoflagelarnos los últimos veinte años diciendo “¡qué mal estamos!” y perder
de vista que estamos mejorando. Y, en realidad, si ves el ranking de quienes
han mejorado más (la muestra), ¿cuál es el que más ha mejorado? El Perú.
Pero, como sueles decir, esto significa que hemos subido diez pisos
desde el sótano, pero recién estamos en la superficie…
Claro. Estamos todavía lejos de
lo que quisiéramos, pero mejorando. Y Pisa en el Perú ha sido utilizado para
flagelarnos diciendo “¡qué mal estamos!”, nunca para decir que mejoramos, y eso
tiene que ver con el tema de autoestima que mencionas.
¿Y con intereses políticos?
También, y creo que también con
una especie de debilidad para leer las cosas, una debilidad profesional para
entender de qué se tratan los resultados y darle una lectura más en serio, más
a fondo.
No solo eres optimista con que la educación ha mejorado, sino que hemos
roto el viejo mito de que el Perú invierte menos en educación que Bolivia...
El mito de que el Perú invierte
menos que Bolivia se basa en un mal indicador. Lo que importa es cuánto
invertimos por estudiante, no cuánto invertimos sobre el PBI. El Perú invierte
más o menos 3% en educación, que es más o menos lo mismo que invierte Japón.
¿Esa inversión es suficiente?
Aparentemente no, porque los
resultados no son buenos. Ahora, también es posible que estamos gastando mal.
¿Hay algún colegio privado que cueste lo mismo que el Estado (unos 1.200
dólares al año por estudiante) al que le vayan las cosas mejor? No muchos, lo
cual sugiere que hay un problema mayor y es que nadie ha hecho una estimación
seria de cuánto deberíamos gastar en distintos contextos. La pregunta es:
¿estamos gastando suficiente? La respuesta correcta es: no lo sabemos.
¿Cómo nadie ha podido enfocarse en algo tan elemental?
Porque se ha repetido por 50 años
el mantra de que hay que gastar 6% del PBI. Eso exonera a la gente de hacer los
estudios que deben hacerse para hablar en serio.
Tú eres partidario de propuestas educativas de largo plazo. ¿Cómo
lograr esto en un sector que, por lo menos en los últimos años, genera tanta
polarización?
Aunque parezca mentira, la
política educativa ha tenido mucha continuidad en los últimos 25 años.
Recordarán que en la época de Jaime Saavedra se hablaba de los cuatro pilares
de la política educativa: infraestructura, docentes, aprendizajes y gestión. Si
leo esas cuatro cosas y miro el programa de mejoramiento de calidad de la
educación primaria que se hizo en el 95, es lo mismo. Creo que sobreestimamos
el hecho de que porque cambia un ministro cambia todo.
Pero en este Gobierno entra un elemento polarizador como no había
ocurrido antes en educación: el enfoque de género…
Ahí hay una cosa que tiene que
ver con la educación y otra que tiene que ver con el país. En general, las
discusiones políticas son muy crispadas. Hay que recordar que la educación no
empieza ni termina en la escuela. Si empezamos a discutir así, no hay manera de
formar estudiantes para la democracia, para la tolerancia y el respeto. Luego
está el enfoque de género, que no es algo nuevo en la educación. Lo venimos
haciendo hace por lo menos una década, si no más.
Pero hay quienes se crispan apenas oyen la palabra género.
Eso tiene que ver con la manera
de operar de esos sectores. Yo tengo por ahí fotos de cartelones que dicen
“ministra, no homosexualice a nuestros hijos”. Esa es una campaña para crear
temor sobre la base de una mentira y no es aceptable. En el país, la educación
merece una conversación. Cuando en el Consejo Nacional de Educación convocamos
organizaciones para dialogar sobre la formulación de un nuevo proyecto
educativo nacional, no hay ese nivel de confrontación… Si uno va a las aulas, a
los colegios y conversa con los profesores, tampoco. Entonces, hay que darle
menos pelota a esa discusión y ver lo que las personas reales están haciendo.
Tu último libro se llama La larga noche de la educación peruana: comienza
a amanecer. ¿Cómo describir ese amanecer?
El amanecer es que estamos
saliendo en varias cosas: invirtiendo más por estudiante, logrando mejores
resultados en aprendizaje… Muy tímidamente, pero lo estamos haciendo de modo
sostenido desde hace casi 20 años. La mejora no es del tamaño que quisiéramos
básicamente por dos razones: si hemos destruido el sistema educativo en los 30
o 40 años anteriores al 90, hay un montón de cuentas pendientes que eso nos
pasa. La primera es que la mayor parte de la población adulta ha tenido una
pésima educación básica, y eso se expresa en los docentes, en los congresistas
y en todos los aspectos de la vida nacional.
Se dice que en el colegio no solo se imparte conocimientos, sino que se
forma ciudadanía. Si vemos a los congresistas que tenemos, cinco presidentes
procesados por corrupción, ¿cómo lograrlo?
La primera cosa de la que hay que
ser conscientes es de que a esos congresistas y presidentes nosotros los hemos
elegido. Entonces, el país es lo que es porque eso es lo que nosotros hacemos
con el país. Ya no estemos tirándonos piedras de quién tiene la culpa y
podremos conversar acerca de cómo construimos las cosas.
Hay colectivos que dicen que la escuela da conocimientos y el hogar
forma los valores...
La escuela tiene un propósito,
que es formar personas, y las personas somos multifacéticas y complejas. “Te
voy a dar tres cositas y todas las demás, no”. Esa es una forma, digamos,
pedagógicamente torpe de enfocar el problema.
¿Pero los valores solo se deben dar en el hogar, como dicen los grupos
fundamentalistas?
Por supuesto que no, porque los
valores tienen que ver con los valores en la vida civil. Entonces, yo te
respeto a ti no porque mis padres lo hayan hecho o no, sino porque eso es parte
de cómo vivimos, y al respetarnos mutuamente educamos al que está al costado.
Los conservadores dicen: “Solo yo puedo hablar a mi hijo sobre temas
sexuales, especialmente sobre homosexualidad”.
Si queremos educar para vivir en
democracia, los padres no pueden venir y decir “yo quiero que sea fascista”, no
tienen derecho a eso. Entonces, si tenemos en el país un conjunto de principios
que incluyen al respeto y la valoración de las personas, el padre que quiere
decir que el homosexualidad es una depravación, que deben irse al infierno y
todo lo demás, tiene todo al derecho a pensar eso, pero su hijo tiene el
derecho a ser educado de una manera distinta.
CARMEN MC EVOY, Odebrecht, Vizcarra, PPK, Keiko
Carmen Mc Evoy: “La indignación no es suficiente; hay que entrar al
Estado, recapturarlo”
"Martín Vizcarra está haciendo su esfuerzo. El cara a
cara, esta relación con sus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión
de abrazar la bandera de la anticorrupción"
La historiadora Carmen Mc Evoy va a escribir un libro sobre
su reciente experiencia como embajadora en Irlanda, en diálogo con la
apabullante coyuntura política peruana de los últimos tiempos. Su mirada sobre
el momento actual siempre es bienvenida.
Las acusaciones de
corrupción atraviesan a expresidentes, ministros. ¿Qué le dice eso?
Que el Estado ha sido tomado. Hay un asalto del Estado por
mafias organizadas que empezaron en un nivel muy pequeño y nacional con
Montesinos y que, con el ingreso del capitalismo internacional de prebendas y
clientelar, se han convertido en megamafias enquistadas en todos los niveles.
No son solo presidentes, sino ministros, viceministros. Hay ministerios
tomados. Cuánto seguirá tomado.
O por descubrirse. Se
firmó el acuerdo con Odebrecht.
Por descubrirse. Siguen en la sombra. Algunos esperarán a
ser colaboradores eficaces o agarrar sus maletas para irse. El Perú está
pasando por uno de sus momentos más aciagos.
¿Peor que los
noventa?
Yo creo que sí. Lo que ocurre es que todo se ha
potencializado, es trigonométrico. Ahora, hay corrupción pero también peruanos
valientes que se le enfrentan. Teníamos lo de Fujimori y Montesinos y apareció
Paniagua. Siempre hay una reserva moral a la cual acudir.
Ahora son los
fiscales.
Y hay mujeres, las del Callao son mujeres. El desafío es tan
grande y la sociedad debe tomar conciencia y unirse a la cruzada.
Sí hay conciencia de
la gravedad. Cuando quisieron sacar a los fiscales Vela y Pérez, muchos
protestaron el 31 de diciembre, en la noche.
Claro, aunque la indignación no es suficiente, hay que
entrar al Estado, recapturarlo. Las marchas no son suficientes. Ahora que
presido la comisión del bicentenario he notado que hay jóvenes comprometidos,
que no han sido contaminados, picados por el vampiro…
Mordidos.
Mordidos. Ya no sabes quién ha sido contaminado o no, pero
sí noto a gente joven comprometida y honesta a la que hay que apelar para que
entre en política. Acá no ha habido reforma de la política, no ha habido
reforma del financiamiento de los partidos. Hay mafias. La política se ha
convertido en el coto de un grupo que establece las reglas de juego, que son
perversas y están creando este sistema corrupto. No es solo un tema de
moralidad. Este es un sistema que no se sabe proteger a sí mismo.
¿Algo falla en el
sistema inmunológico?
Tiene que haber rendición de cuentas. E, insisto, se
necesita gente joven que no tenga esa rapacidad, esa codicia de tener 30
millones y cinco casas. ¿Cuántos millones en Andorra necesitas para ser feliz?
¿Esta política no
ahuyentará a los jóvenes más capaces?
Optimistamente, pienso que esa política de la prebenda ya
está en declive: la de poner a tus amigos en el Congreso para que no trabajen,
la de yo te doy para que tú me des.
Hablemos un poco de
Martín Vizcarra. ¿Qué piensa de él?
Está haciendo su esfuerzo. El cara a cara, esta relación con
tus electores lo aprendió en su región. Tuvo la visión de abrazar la bandera de
la anticorrupción, que no la ha inventado él…
Pero alzó la lanza.
La lleva, pero no es suficiente con los huaicos, con la
criminalidad a todo nivel, con las mujeres acuchilladas y violadas. En una
emergencia nacional uno puede apoderarse de un sentir ciudadano, sin embargo,
se necesita de un proyecto nacional, una visión de país. Por la propia
situación coyuntural…
¿No ha tenido tiempo
de pensar en ese proyecto?
Es que la presidencia le llegó de rebote, de casualidad, y
no se ha sentado a pensar en cuál será su legado. Desgraciadamente en el Perú
uno se la pasa, como mandatario, apagando incendios: los huaicos, la
interpelación, la vacancia. Todavía no veo al estadista. Hace su trabajo,
pienso que va a ser un presidente de tránsito. Pero debería establecer su
visión de país. ¿Qué quiere dejarnos como legado a nivel de educación, salud,
reforma del Estado?
Hay señalamientos por
el tema del financiamiento de la campaña presidencial.
Él dice que solo veía lo político y no lo económico, pero,
al final del día, si te estás comprando un proyecto, debes preguntar ¿y de
dónde sale la financiación? Felizmente parece que eso va a cambiar con la
reforma, que él está iniciando. Lo que hay que decir también es que el peruano
debe saber elegir mejor y votar por el proyecto. Debemos ser ambiciosos, pensar
en grande. Ese es mi consejo para las nuevas generaciones.
En poco más de dos
años es el bicentenario. No vamos a solucionar nuestros problemas tan pronto,
pero la fecha debe servir para ponernos metas. ¿Cuál considera que debe ser el
gran objetivo del Perú?
El gran desafío es la reforma del Estado en serio. Hemos
heredado un Estado paquidérmico, inepto, tomado por la mafia. Necesitamos uno
capaz de defender nuestros impuestos. Eso es lo que se han robado: la plata de
la gente.
¿Alguna vez el Estado
peruano ha funcionado?
Ha habido momentos, pienso en los proyectos modernizadores
del segundo civilismo que Leguía ridiculizó. El Estado no se ha modernizado con
los años, es como un cascarón viejo. Sinesio López tiene esta frase: hay
irrupciones democratizadoras. Cada cierto tiempo hay una oleada de buenos
peruanos que intentan reformar, que entran, pero es un paliativo. Las cosas van
a cambiar con una reforma estructural…
El Estado ha estado a
punta de aspirinas, digamos.
Y lo que se necesita es cirugía mayor y, para eso, se
requiere un pacto político, diálogo. El gran desafío del bicentenario es
reformar este Estado que tiene taras coloniales como el clientelismo, el
amiguismo, la corrupción. Nuestro Estado tiene elementos premodernos. Diez
constructoras se reparten todas las obras, ¿de qué competencia hablamos, de qué
sistema liberal? Parece la época virreinal.
Un simulacro de
mercado.
Exacto, es un mercado que no funciona con la ley de la
oferta y la demanda: las AFP, el monopolio de las comunicaciones. La
competencia real capitalista no existe. Tenemos un sistema de compadrazgo y
privilegios.
En sus columnas ha
tocado la violencia de género. Es un desborde contra la mujer, ¿no?
Estoy horrorizada. La sociedad peruana es autoritaria,
patriarcal, maltratadora de las mujeres, y eso está creciendo porque las
mujeres estamos posicionándonos y tenemos más voz. La mayor presencia de las
mujeres genera estas respuestas: es miedo a perder el poder.
¿Hay machismo en la
academia?
Sí. Mi carrera ha ido avanzando. Pero cuando empecé con la
historia política veía las sonrisitas. Tipo ‘¿y a esta qué le pasa?’. Un
profesor me dijo, ‘no, acá no ha habido un proyecto nacional’. Y mi libro se
llamaba así. Casi como un ‘tú de qué estás hablando, tontuela’. Hay
condescendencia. Es un desafío. Ya no estoy en eso, porque “los hombres de la
sonrisita” me causan hilaridad. Pienso en mis colegas más jóvenes. Los hombres
todavía dominan ciertos espacios de la academia.
¿Por qué aceptó ser
embajadora en Irlanda?
Me pareció un gran desafío en un momento crítico para el
Estado peruano. Tenía la aprobación del gobierno de Irlanda, fecha para
entregar mis credenciales y consideré que sería pésimo para el Perú tirarle la
embajada al presidente (Kuczynski), por más errores que hubiera cometido.
Como lo del indulto.
Como lo del indulto. Mi balance es positivo. En un primer
nivel, cerré un círculo histórico. Mis bisabuelo llegó de Irlanda a trabajar en
el ferrocarril y vuelvo a Irlanda a abrir la primera embajada. En un segundo
nivel, yo soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo en sus
extramuros. Y en un tercer nivel, como ciudadana peruana, me permitió servir y
representar al Perú.
¿Recibió críticas por
aceptar la embajada?
Muchas, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, no por
el régimen sino porque el Perú tiene que seguir existiendo a pesar de
coyunturas adversas y su imagen preservarse a pesar de todo.
Y como ex embajadora
nombrada en el gobierno de Kuczynski, ¿qué piensa de él ahora?
Perdió una gran oportunidad. No solo yo creía en él. Hay
muchos niveles de análisis. No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó.
No se dio cuenta. Hacían gimnasia en el patio de Palacio cuando había problemas
serios propios de un Estado carenciado, donde todos tenían que estar operando,
trabajando, tomando su rol en serio. Y lo otro fue que Keiko Fujimori se la
juró. No midió que su adversaria política lo quería matar. En política hay que
tener la fuerza de las convicciones, no la tuvo y no dio la batalla.
Keiko Fujimori se la
juró a Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su caso es increíble. Su partido
aparecía como la principal fuerza política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica,
y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos.
(Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, y ahora está en
posición de defensa de delincuentes, de Donayre. Es una vergüenza total. Nuevamente,
es un partido sin proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.
¿Tiene esperanzas en
las elecciones de 2021?
El Perú da sorpresas en sus peores momentos. Yo quisiera
candidatos sencillos que escuchen a la gente, que quieran servir al país y
entreguen toda su capacidad para lograrlo. Hay una campaña cívica que no vemos
y que debe visibilizarse para convencer a los jóvenes de que deben entrar en
política. Hay un Perú noble.
“Keiko Fujimori terminó
atrapada por su arrogancia”
¿Qué balance hace de
su etapa de embajadora?
Es positivo. Cerré un círculo histórico. Mi bisabuelo llegó
de Irlanda a trabajar en el ferrocarril y volví a Irlanda a abrir la primera
embajada. Segundo, soy experta en el Estado y era mi oportunidad para conocerlo
en sus extramuros. Y tercero, como ciudadana me permitió servir al Perú.
La nombraron durante
el régimen de Kuczynski, ¿qué piensa de él?
No entendió la magnitud del desafío, lo trivializó. Hacían
gimnasia en el patio cuando había problemas propios de un Estado carenciado. Y
Keiko Fujimori se la juró. No midió que su adversaria política lo quería matar.
En política hay que tener la fuerza de las convicciones y no dio la batalla.
Keiko se la juró a
Kuczynski, y ahora está en la cárcel. Su partido aparecía como la principal fuerza
política y hoy hace agua.
Es como cuando tienes una bola de energía, una bola mágica,
y en vez de usarla para el bien haces lo opuesto y te explota en las manos.
(Fuerza Popular) no impulsó ni una reforma que valga la pena, un partido sin
proyecto. Y Keiko terminó atrapada por su arrogancia.
GUERRILLAS en la Independencia.
En nuestra independencia pelearon
miles de pobladores: andinos, afroperuanos, mestizos, hombres y mujeres de
todas las regiones.
GUERRILLAS EN LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
El libro Guerrillas y montoneras
durante la Independencia da cuenta del papel clave que esos grupos armados
jugaron en nuestra historia. Y rescata también el papel que la población
andina, afroperuana, mestiza, tuvo en esa gesta. Su legado no debe olvidarse.
En enero de 1821, al exponer sus
planes para enfrentar a los enemigos españoles, el generalísimo José de San
Martín decía que la guerra no debía ser formal sino de recursos. Consideraba
necesario formar partidas cortas de 100 hombres, mandadas por patriotas
conocedores del terreno, los cuales hostilizando al enemigo por sus costados,
debían "hacerlo sucumbir al término de dos meses". Hablaba sobre las
guerrillas, montoneras o partidas, que podían ayudar en la campaña libertadora.
"(San Martin) insiste en ese
tipo de guerra de partidas expresando que [...] en vista de los resultados que
se pueden obtener con pocos recursos, con tanta mayor razón debía serlo en el
Perú porque, sin más socorro que armas y municiones, el ejército contaba con
una fuerza para debilitar y distraer al enemigo, mientras él preparaba sus
tropas", se dice en el prólogo del libro Guerrillas y montoneras en la
Independencia, que acaba de ser reeditado por Editorial Acuedi en formato
digital.
Aunque la participación de estos
grupos armados y el liderazgo de sus distintos jefes no ha sido lo
suficientemente investigado y destacado en los libros de historia, su presencia
en las luchas por la independencia fue clave. Se sublevaron contra el poder
español desde antes de la llegada del Ejército Libertador, pelearon mano a mano
en apoyo del ejército de San Martín y continuaron combatiendo hasta el triunfo
de Bolívar en Junín y Ayacucho, hasta la derrota total de las tropas realistas.
"Las guerrillas, montoneras
o partidas, como se les llama en muchos documentos, son destacamentos
irregulares de milicianos que se integran durante la guerra por la
independencia y podían tener entre 20 a 100 personas. A veces sobrepasaban el
número y acciones de los ejércitos formales. Buena parte del desarrollo de la
guerra con San Martín se desarrolla con guerrillass, porque él procura evitar
las confrontaciones abiertas, las grandes batallas", explica Héctor
Huerto, editor del libro.
Nombres para recordar
¿Quiénes fueron los líderes de
esas guerrillas? ¿Por qué no fueron recogidos en los libros de historia?
"Hay varios líderes destacados. Es el caso de Ignacio Quispe Ninavilca,
líder de la sierra centro y sur, organizador de guerrillas compuestas en su
mayoría por indígenas y quien, ante un ataque, tenía la capacidad de reponer
sus fuerzas rápidamente", cuenta Huerto. Un episodio histórico lo ubica en
Huarochirí con setenta hombres, despojando de armamento a un grupo realista de
trescientos.
"También tenemos a Marcelino
Carreño, José María Guzmán, y un personaje, que no siendo guerrillero,
Francisco de Paula Otero, asume la coordinación de las montoneras en la sierra
central", comenta el editor del libro.
Marcelino Carreño fue vencedor de
varias acciones guerrilleras y jefe de los "Guerrilleros de
Vanguardia" en la batalla de Ayacucho. Al montonero José María Guzmán
intentaron atraerlo al bando realista con ofrecimientos, pero contestó que
"moriría con sus guerrilleros por la Independencia y que sus partidas
respetaban su juramento".
Francisco de Paula Otero fue un
hombre con negocios en minería y comercio que se unió al Ejército Libertador y
bajo la conducción de San Martín se distinguió como organizador y comandante de
guerrillas. Se le confirió el grado de coronel de milicias y el mismo San
Martín le otorgó la Orden del Sol. Más tarde pelearía bajo el mando de Bolívar
en la batalla de Ayacucho.
Otro nombre destacadísimo en la
gesta emancipadora ha sido el de Basilio Auqui, nacido en Cangallo, Ayacucho.
Fue un jefe morochuco. Se unió a la lucha contra los realistas años antes de la
llegada de San Martín y desde 1820 comandó un grupo que permanentemente hostigó
a las tropas realistas jefaturadas por el general español Carratalá. En febrero
de 1822 derrotó a los realistas en la batalla de Sachabamba, pero poco después
fue apresado y fusilado.
"Ellos y muchos otros ya
realizaban acciones de manera muy temprana por la independencia. En Supe se
declara la independencia años antes de la llegada del ejército libertador, y lo
mismo pasa en otra regiones del país. El liderazgo de muchos jefes de
guerrillas que operan hasta 1824 o más, queda opacado por la presencia de
militares del ejército regular. Y no porque estos jefes guerrilleros hayan
tenido un rol mínimo o secundario, sino porque eran personajes que provenían de
estratos sociales más bajos, grupos indígenas, mestizos. Por tanto era
cuestionable para la época que ocuparan cargos de liderazgo", comenta
Héctor Huerto.
Los oficiales y jefes militares
de entonces omitían incluir a estos líderes en los partes de acciones de guerra
y a muchos no se les reconoció en el momento como se debía. Posteriormente, los
libros de historia los ignoraron y son pocos los autores que han profundizado
en esos líderes que pelearon, y en muchos casos murieron, por nuestra
independencia. Pero para conseguirla pelearon miles de pobladores de a pie,
andinos, afroperuanos, mestizos, hombres y mujeres del pueblo.
Tácticas de pelea
El coraje y sacrificio de estos
héroes de la independencia fue enorme. En el prólogo de la primera edición de
Guerrillas y montoneros durante la independencia, de 1975, la historiadora Ella
Dumbar Temple señalaba: "A través de los partes e informes desfilan estos
guerrilleros y montoneros con sus comandantes entonando el "canto de la
patria" en increíbles marchas por los terrenos más fragosos cortados por
quebradas, cruzan senderos casi impracticables de las cordilleras y las altas
regiones nevadas; y con igual pericia traviesan caudalosos ríos, desfiladeros,
abismos y laderas".
Esos soldados civiles acampaban a
cielo raso, se sostenían con alimentos mínimos o con coca, y tenían carencias
de vestimenta y armas. Sin embargo, se las arreglaban para poner en aprietos al
enemigo realista. "Sus mejores bases de operaciones eran siempre los
puntos más invulnerables del territorio, que les permitían paliar su
inferioridad numérica y su falta de armamento. El poderío de los ejércitos
enémigos se quebraba frente a esas fuerzas sin formación de línea, que los
hostilizaba, cercaba y atacaba de frente o a mansalva", cuenta el libro.
Un ejemplo de este tipo de
acciones es un encuentro en un lugar conocido como Cuesta del Viento, "a
unas 10 leguas de Caravelí", donde veinte hombres evitaron el paso de un
millar de soldados realistas. En sus estrategias de combate usaban mucho las
"galgas", grandes piedras que hacían rodar desde lo alto de las
laderas y con ellas causaban bajas, el desbande de los enemigos o bloqueaban el
paso para un ataque.
"Los propios jefes realistas
previenen el peligro que representaban esas guerrillas patriotas [...]Carratalá
califica a Quiróz -un jefe montonero- de valiente y gran conductor de sus
partidas, reconoce que sus propios guerrilleros podían dispersarse por las
quebradas de 'esas malditas cordilleras' y que los indios se fugaban con las
armas. También conceptuaba que el ejército de San Martín podía operar con mayor
éxito por las montoneras que atacaban por distintos puntos a un tiempo",
se dice en el libro.
Guerrillas y Montoneras durante
la Independencia es el cuarto volumen de la serie Nueva Colección Documental de
la Independencia del Perú. Se publica en formato digital y son cinco las
instituciones coeditoras: Congreso de la República, Universidad Peruana de
Ciencias Aplicadas (UPC), Fundación Bustamante de la Fuente, Red INTERINDI
(Sevilla, España) y Acuedi. Los libros son de libre acceso y pueden descargarse
desde la Biblioteca Digital Acuedi (http://beta.acuedi.org/), la página web del
Congreso de la República o el repositorio institucional de la UPC. Esta
colección documental espera publicar 96 libros en cinco etapas de aquí al 2021.
Ya se han publicado veinte títulos.
"En el tema de la
Independencia hay mucha información todavía por procesar", dice Huerto, el
editor. En esa gesta lucharon hombres y mujeres que no figuran en los libros.
Esta publicación es un homenaje a su memoria y a su sacrificio.
ALICIA MAGUIÑA, Arguedas, Velasco, Chabuca
“Los valses ahora parecen una cosa muerta, sin energía”
Figura fundamental de la música
popular peruana, Alicia Maguiña, intérprete, compositora e investigadora,
presenta "Mi vida entre cantos", su libro de memorias. Esta semana
conversó con Domingo sobre su pasión por la marinera limeña, las danzas del
Valle del Mantaro, José María Arguedas, el día que conoció a Juan Velasco
Alvarado y el audaz tema que le dedicó a Chabuca Granda.
Rebelde y pionera. Rebelde,
siempre, como esa vez en la que el expresidente Alan García la llamó para
sugerirle, con cortesía, que pusiera punto final a su libro de memorias, y ella
decidió tomarse un tiempo más. Pionera, cuando después de pasar años
aprendiendo la marinera limeña de maestros como Manuel Quintana, de desentrañar
los secretos y la métrica de ese canto de competencia, volteó a ver al ande y
emprendió un nuevo aprendizaje: el de las coloridas danzas del Valle del
Mantaro. Rebelde, cuando hizo frente a una sociedad que veía mal que una joven
cantara en las radios o grabara discos. Pionera, por convertirse en el
"caballo de Troya" del wayno en Lima, como anunciaban los diarios en
1986. Alicia Maguiña, intérprete y compositora, ha concluido Mi vida entre
cantos (USMP, 2019), memoria de su pasión por la música peruana. Son 300
páginas en las que entre fotos y canciones se puede seguir el rastro de una voz
que comprendió dos mundos distintos encerrados en una misma geografía. La
elegante bailarina de marinera limeña y la orgullosa coya de la Virgen de
Cocharcas de Sapallanga dejan ver su singularidad.
Emilio Camacho: El antropólogo Rodrigo Montoya la llama la artista
puente, la que le canta a la costa y a la sierra, a Lima y a Huancayo, la que
igual puede cantar una marinera limeña o una tunantada jaujina. Ese es un
halago, pero también una enorme responsabilidad...
A mí me encanta lo que ha escrito
Rodrigo Montoya. Él lo ha hecho con mucha profundidad. Además, él es un hombre
andino que me ha visto en los escenarios. Es mucha responsabilidad, sí. Mira,
yo me rebelo cuando escucho tanta distorsión de lo nuestro. Si yo encuentro
belleza autóctona y la mezclo con jazz, es como querer que lo nuestro suene como
en Suiza. No se puede reemplazar la belleza. Y no se puede reemplazar el alma.
Es lo mismo que pasa con la música criolla. Hacen los valses tan aletargados
que ahora parecen una cosa muerta, sin energía. Antes se bailaba el vals, fuera
el que fuera.
E.C.: ¿Diría que fue usted la primera costeña que le cantó a la gente
de la sierra?
Mira, yo no quiero mentir. Jesús
Vásquez, Teresa Velásquez, Delia Vallejos, Esther Granados, ellas ya cantaban
huaynos en castellano, generalmente de Puno, de Rosendo Huirse, y los cantaban
acosteñados. Y no es que lo hicieran mal, simplemente lo hacían así.
E.C.: ¿Y por qué comenzó a mirar al ande? ¿Por qué se atrevió, como
usted dice en el libro, a cantar “la música de la servidumbre”?
Yo todo lo he hecho por arte, por
las cosas que yo sentía. Y en Ica yo sentí la música de la sierra en las
jóvenes quechuahablantes...
E.C.: ... que llegaban a trabajar a su casa.
No solo a mi casa. También a las
casas de otras amigas. Una noche, una de ellas me dijo: “Esta noche me voy a mi
tierra por los techos”. Y yo, lo digo en el libro, me quedaba muy angustiada de
pensar si encontraría el camino. Eso me impactaba mucho. Esas jóvenes cantaban
algo de Huancavelica, Apurímac y Ayacucho. Y cuando lo hacían, yo le pedía a mi
madre que les pidiera que dejaran de hacerlo. Yo me quedaba con un nudo acá (se
toca la garganta). Me dolía mucho. Me daban ganas de llorar.
E.C.: La angustiaba mucho ese canto.
No me angustiaba, me penetraba
esa música. La música penetra, lo digo en el libro. Y eso es lo que le falta al
vals cuando le hacen cosas.
E.C.: Ahora, el hecho de mirar con interés lo andino la expuso a
comentarios prejuiciosos. A su hijo le decían: “Tu mamá se viste como una
serrana”.
Sí, “tu mamá se viste de
serrana”. Mira, yo le puse de título, a esa parte del libro, “El canto de la
servidumbre”, me salió del forro. Eso es lo que les molesta. En el Perú hasta
ahora se cholea mucho.
E.C.: ¿Siente que todavía hay racismo?
Yo sí.
E.C.: ¿Más o menos que antes?
No lo sé. Mira, por ejemplo, con
los negros, son proteccionistas, una cosa así, pero no hay un trato horizontal.
E.C.: Ahora, usted siempre fue exigente con su trabajo. Para incluir
algunos temas en su repertorio buscaba a los maestros que habían compuesto esas
canciones. Quiero citar un caso particular, de cuando usted ya estaba
trabajando en el Valle del Mantaro, el caso del maestro Zenobio Dagha...
... Mi querido Zenobio. Ya
murió...
E.C.: ...Cuando usted llega a Huancayo, no lo encontró. Y tuvo que ir a
buscarlo a su pueblo...
... Es que él vivía en Chupuro...
E.C.: Claro, lo que pasa que antes de que él le enseñara sus huaynos y
sus mulizas tuvo que vencer su desconfianza, que era un poco la desconfianza
del ande frente a la costa.
Supongo.
E.C.: ¿Cómo venció esa desconfianza?
Mira, mi cercanía es natural, yo
no iba a sonsacarle, a negociar algo. Yo iba hasta allí porque me sentía
hermanada con esa música, la sentía, como siento también la de Ayacucho, la de
Huamanga, que conocí a través de Raúl García Zárate. Aunque creo que el mejor
cantor ayacuchano es puquiano, es el hermano de Rodrigo Montoya, se llama Edwin
Montoya, el Puquiano de Oro. Canta lindo.
E.C.: Hay un dato que no vi en el libro. Usted canta en quechua. ¿Quién
fue su maestro de quechua?
No, yo no hablo quechua. Es una
pena, pero no hablo. 'Adiós, pueblo de Ayacucho' me la enseñó un amigo de
Arguedas, antropólogo y quenista: Alejandro Vivanco. Él me enseñó cómo se
cantaba ese tema en 1928, como él lo había escuchado. Me enseñó a vocalizar y
todo. Me impresionó mucho, porque cantaba muy hondo, con mucha garra, aunque no
era cantante.
E.C.: ¿Por qué fue tan importante para usted ser nombrada Coya de la
Virgen de Cocharcas de Sapallanga en el Valle del Mantaro?
Ese cargo fue para mí un honor.
Agripina Castro, Cusi Urpi, fue una folclorista entendidísima en ropa del Valle
del Mantaro, Alto Huancayo, Jauja, Tarma, Cerro de Pasco, Huancavelica y algo
de Ayacucho. Ella fue a mis conciertos y habría observado el respeto con el que
yo hago esa música. Seguramente consideraría que yo sí iba a tener la
responsabilidad de tener muchos años en el cargo.
E.C.: ¿Fue la primera artista costeña en ser designada con ese cargo?
Sí.
E.C.: ¿Y después de eso no volvió a pasar?
No. Es más, una de las últimas
veces que fui a ser de Coya apareció mi foto en la portada de un diario, creo
que era Correo. Allí decía: Coya de Sapallanga, danza en extinción.
E.C.: Me comentó hace un momento que alguna vez le reclamaron por
dibujar en Indio (uno de sus temas más emblemáticos) a la gente del ande como
personajes tristes. ¿Qué respondió usted?
Les dije: Ya sé que en sus
fiestas tiran la casa por la ventana. Pero, mira, en las fiestas de Santiago,
que yo he visto en mis viajes a Huancayo, las cantoras son pastoras de las
alturas, que bajan a cantarle al patrón Santiago con un violinista, un
huacrapuquio, y una tinya, a cambio de que el patrón les diera una muda de ropa
nueva y aguardiente. Eso es todo lo que les daban. Entonces, ¿cómo querían que pensara
que eran muy alegres?
E.C.: Usted no podía ocultar la pobreza.
No. Y yo lo veo hasta ahora en
Sapallanga.
E.C.: ¿Cuál fue la primera novela de José María Arguedas que leyó?
Lo primero que leí fue Agua, y
Diamantes y pedernales.
E.C.: Se conocieron en Puno.
Sí. Él era un hombre muy tímido.
Me cruzaba con él, Jaime Guardia y Mildred Merino de Zela, en víspera de La
Candelaria. Estábamos alojados en el mismo hotel. Los veía en el desayuno, que
llegaban con sus cámaras a punto de irse al campo. Yo me moría de ganas de ir
con ellos, pero nunca me atreví a pedírselo. También nos cruzamos varias veces
en el aeropuerto, que en esa época era un terral. Lo veía con su costalillo de
panes serranos, que los cambiaba al día siguiente. Eso me dio mucha ternura. En
esa misma fecha me invitaron a un conversatorio de poetas y me pidieron que
cantara 'Indio' delante de Arguedas. Dios mío, qué mal me sentí de cantarle, de
repente a él le parecía un bolero. Pero le gustó.
E.C.: Usted tiene una frase para él en su libro. Dice: “José María se
traía a Lima los panes serranos con los que mitigaba el desarraigo”.
Sí. Mira, te voy a contar algo.
En ese viaje a Puno también estuve en un almuerzo al que lo invitaron. Y había
gente radical que lo cuestionaba. ¿Qué querían que hiciera Arguedas?, ¿que
agarrara un fusil? Él había contado lo que le había tocado vivir. Y ya estaba
tratando de que se lograra la integración de lo costeño y lo andino.
E.C.: Usted sacó 'Indio' en 1963, unos seis años antes del golpe de
Velasco y unos siete antes de la Reforma Agraria (lanzada bajo el lema:
“Campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza”). ¿En algún momento el
régimen se acercó a usted, quiso congraciarse con usted?
Yo no podría decir que quiso
congraciarse conmigo. Usted sabe que el poder siempre quiere congraciarse con
los artistas populares. ¿Qué pasó? Velasco invitó a almorzar a Palacio a todos
los criollos y criollas. Nos sentaron en una mesa larga y yo quedé frente a él.
Y me tocaba cantar. Yo odio hacer papelones, y ni siquiera había una guitarra,
no había nada. Me quedé sentada, puse la cabeza así (junta la barbilla con el
pecho) y canté 'Indio' a capela. Cuando levanté la cara, Velasco estaba
llorando. Mira, aunque Velasco y la Junta Militar sacaron del Poder Judicial a
mi papá y al doctor García Rada, porque no obedecían las órdenes de Palacio, yo
sentí que hubo más apertura para la música popular, tuvimos más trabajo.
E.C.: ¿Sintió cierta simpatía por el régimen?
Sentí pena cuando se murió Velasco.
Pero no es que yo creyera en el régimen, en la Reforma Agraria. Lo que siento
es que era gente bien intencionada que creyó que esa era la manera.
E.C.: Creo que el único político al que usted le ha hecho caso ha sido
el exdiputado Hugo Blanco, quien le pidió que incluyera valicha en su
repertorio.
(Se ríe) Fue tan respetuoso. Me
pareció buenísimo. Mira, yo siempre he sido hincha de los discursos. Y no soy
de ningún partido. Pero una vez estaba maquillándome para alguna actuación en
La Palizada, de Huancayo, y Rolando Breña daba un discurso, y su discurso me
movía. Y también Javier Diez Canseco. Yo fui amiga de Javier.
E.C.: Tiene algo de izquierda usted.
Seguramente. Pero no estoy
afiliada, no voy a las marchas ni agarraría un fusil. Ahora, es cierto que en
la época de Velasco se promovió más lo peruano. Pero, a ver, cuando diga esto
algunas personas van a pensar que soy aprista y no lo soy. Pero desde el primer
gobierno de Alan García los artistas criollos tuvimos un sueldo estable. Nos
nombraron en determinados colegios. Abanto Morales, por ejemplo, enseñaba
música popular en el Rímac. A mí me nombraron en un Cofide. Ellos se llamaban
el Partido del Pueblo y debieran seguir siéndolo. Ellos debieran comportarse
como Víctor Raúl Haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez, Ramiro Prialé.
E.C.: Algo que se ha perdido.
Se ha perdido, me parece.
E.C.: Aunque usted es costeña, cuando vino de Ica a Lima...
Era provinciana...
E.C.: ...Y sufrió discriminación. Cuando quiso entrar al colegio
Sophianum le respondieron: “Las niñas de provincia traen malas costumbres”.
Bueno, tampoco es que me muriera
por ingresar al Sophianum, lo que yo quería era regresar a Ica. Al final me
recibieron en el Santa Úrsula. Era una linda promoción pero desde el primer día
me sentí observada. En lugar de decir “yo soñé”, yo decía “me soñé”. Y me
corregían. Teníamos, además, que rezar en alemán, llevar cursos en alemán.
Todas hablaban regio el alemán. Allí asocié esa vivencia con lo que les pasaba
a las jóvenes quechuahablantes en Ica. Allí afloró 'Indio'. No es que me
discriminaran, pero yo me sentía ajena a ese idioma.
E.C.: Es interesante todo esto. Usted fue joven en una época de
convenciones sociales absurdas.
Completamente absurdas.
E.C.: Las chicas de provincia no podían entrar al colegio que
quisieran, las jóvenes no podían ir a la radio a cantar, ni ser bohemias...
Es cierto. Pero yo nunca fui
bohemia. Tengo un sexto sentido para detectar lo que está bien y lo que está
mal. No sé por qué. Aunque yo iba a las jaranas de los Ascuez acompañada de mis
padres. Mi padre veía tal afición mía por la música que ya no podía negarse.
E.C.: Pero hubo un tiempo en que sí lo hizo.
Sí, claro. Le parecía mal. Nunca
quiso que grabe un disco. Hasta que Porfirio Merino Aramburú, de Sonoradio, le
insistió y él dijo: “Bueno, que grabe pero que no cobre un sol”.
E.C.: ¿Por qué se negaba? ¿Qué le decía?
Es que no él quería verme en el
mundo de los músicos, de los criollos, que tenían mala fama. Pero las señoras
que cantaban en la radio, Jesús Vásquez, Esther Granados, Alicia Lizárraga,
eran gente muy correcta.
E.C.: ¿Qué es lo más gratificante de haberle dedicado tanto tiempo a la
marinera limeña?
Ahora todo el mundo es dueño de
la marinera limeña. Hay gente que miente y dice que ha sido guitarrista de
Augusto Ascuez, inventa cosas. A cabalidad, habrá dos personas que sepan bien
lo de la marinera limeña.
E.C.: ¿Actualmente?
Bueno, he dicho dos por decir un
número. Es que ya no queda nadie. Eso que yo explico en el libro sobre la
marinera: el estribillo, el término, es complicado. Y los cantores antiguos no
lo sabían porque hubieran leído las sílabas, lo sabían por oído.
E.C.: Don Manuel Quintana, por ejemplo, su maestro.
Claro, o Augusto Elías Ascuez,
que era maestro de obras. O sea, el mundo criollo de Lima estaba formado por
gente muy buena y correcta, pero que no era muy instruida. No es que no
hubieran ido al colegio. Eran obreros que no habían terminado sus estudios. Pongamos,
Mañuco Covarrubias, un gran compositor, hacía lápidas.
E.C.: ¿A quién le dedicó la marinera 'Dale, toma'?
A Chabuca Granda.
E.C.: ¿Por qué?
Porque, como he contado en el
libro, Susanita Baca, Eva (Ayllón) dicen que Chabuca fue generosísima con
ellas, pero ellas no eran compositoras. Ella me llevaba 18 años. Y yo siempre
fui hincha de su música. Pero no estoy de acuerdo con que se crea que es lo
único que se ha hecho en el Perú. Me parece una exageración. No podemos borrar
a Pinglo, Espinela, Laureano Martínez, no. Todos ellos han hecho la historia de
la música criolla. Y el cambio de las armonías lo hizo Lorenzo Humberto
Sotomayor. Como es verdad que a la música negra la sacaron adelante, con mucha
clase, Nicomedes y Victoria (Santa Cruz). No pueden decir que el landó lo creó
Chabuca. Por supuesto que hizo landó. Pero después de Nicomedes y Victoria. No
le podemos quitar el mérito a otros. Pero me estoy yendo del tema. Cuanto canté
'Inocente amor', mi primer vals, en la casa de los De la Guerra, recién llegada
de Ica, con mi guitarrita, Chabuca dijo: “Graciosita la chica”.
E.C.: Con cierta arrogancia.
Es que ella era bien arrogante.
Ahora, he llegado a oír que una cantante decía que le veía un aura a Chabuca,
un poco más y levitaba. No pues, no. Así no era. No digo que era mala. Era una
persona inteligente, que supo hacer música con su estilo, pero no puede ser más
que Pinglo y los otros.
E.C.: ¿Nunca llegaron a conversar las dos?
No. Nunca estuvimos solas. Luego
coincidimos en una comida, en Ancón. Había terminado de cantar y pasaba cerca
de ella, me agarró del brazo y me dijo con el dedo: “Tienes que aprender a
hacer marinera limeña y a cantarla”.
E.C.: ¿Delante de todos?
Sí, era una mesa larga. Y hubo
una tercera vez, en casa de Percy Gibson, yo cantaba un tondero que había
recopilado y ella me dijo que no era así. Fueron varias veces.
E.C.: Y por eso usted respondió con 'Dale, toma'.
Es que yo se lo conté a (Manuel)
Quintana. Él se indignó. Me dijo: “¿Qué cosa? Hazle una marinera de desafío a
ver si aprende”. Yo, ni tonta ni perezosa, escribí esa marinera. Cuando se la
canté a mi padre, levantó la ceja muy serio, como diciendo “qué atrevida eres”,
pero no me prohibió ya nada.
E.C.: Era audaz esa letra. Usted le dice en esa marinera: “Si tanto
crees que sabes, contéstame esta jarana...”.
... “Qué pasa que no respondes,
te dije hoy y no mañana”.
E.C.: ¿Y hubo respuesta?
No, Chabuca me minimizaba. Es
como si yo no fuera digna de una respuesta. Es lo que sentía. Puedo estar
equivocada.
E.C.: En su libro dice que, porque no soporta que los artistas sean
vistos como payasos o porque quiere que se respete la raíz de cada composición,
también ha sido catalogada de arrogante y conflictiva...
Me decían conflictiva en mi época
de Secretaria de Defensa del Sindicato de Actores, cuando Delfina Paredes era
la secretaria general. Íbamos a ver, en la época de Velasco, con un inspector
del ministerio de Trabajo, si a los artistas les estaban pagando según los
dictámenes del Gobierno. Y los artistas sentían que les quitaban el trabajo.
Por eso me decían conflictiva. Eso lo puso Guido Monteverde. Se preguntaba por
qué yo “hacía el triste papel de ir a las peñas”. Y no era un triste papel. Era
la defensa de los artistas. No se entendía mucho ese trabajo.
E.C.: ¿Quién hace hoy lo que usted hizo en su momento? Ir a las raíces
para entender la música en sus lugares de origen.
No he visto eso ahora. Nadie lo
hace.
jueves, 18 de abril de 2019
¿Alan García Pérez murió como José María Arguedas Altamirano?
(Al compás de unas melodías andinas ayacuchanas de unos
vecinos que viven a espalda de mi casa escribo estas líneas)
Debo de entender los dolidos por la muerte del líder, del
mártir (para sus partidarios y familiares) y otras cualidades que los otros
podemos reconocer. “Lo que es del
César, es del César; lo que es de Dios, es de Dios”
Pero postear que murió como José María Arguedas Altamirano ya
es un disparate. Aunque se pueda encontrar
algún símil:
Ambos son peruanos, aunque uno es de la sierra, Andahuaylas y
el otro es de la costa, Lima.
A ambos les agradaba la música, pero a uno la música andina (¿A
mí?, too) y al otro la música negra o
vals peruano (no tengo referencia si cantó algún huaynito. Si alguien me corrige; VERY GOOD)
Es más, su desapego hacia la cultura por lo andino se dio a
la muerte del indio Mayta (19 de junio del 2010) en la que el segundo gobierno
alanista no le hizo llegar ni un ramo de flores https://rpp.pe/musica/conciertos/indio-mayta-murio-en-el-olvido-asegura-esposa-tras-romper-en-llanto-noticia-273741
, salvo que me corrijan. Pero cuando
muere Arturo Zambo Cavero (09.10.2009) y Jesús Vásquez (19.06.2010) fueron
velados en la explanada del Museo de la Nación. Al indio no, pero a los hijos de la canción
criolla, sí. Ojo, no tengo nada en
contra de la cultura negra o el vals peruano, sino cómo algunas instituciones ningunean
u obvian lo andino (¿Qué música bailó el suegro de machín y tantos otros en su película
ASU MARE? ¿Qué música se escucha en fiestas
patrias?)
Otro, se hubiera reivindicado el dos veces presidente de la
república al decidir el año 2011 como el año del centenario de José María
Arguedas, no lo hizo; seguro que ni recordaba a Arguedas. Para redondear la idea sentencio con una
frase de J.M.A.: “La tarea verdaderamente heroica y difícil fue la de extender a
la mayoría de la población capitalina esta comprensión por el arte llamado indígena”
Ambos tuvieron una cosmovisión, pero uno fue occidental (muy
o extremadamente occidental, diría) ¿Alguien recuerda cuando, a raíz del
Baguazo, se refirió a nuestros hermanos de la selva como ‘ciudadanos de segunda
categoría’? (En Netflix vi una película en la que sí dijo lo que después
desdijo. ¿Un jefe de Estado, de nuestra sociedad
peruana puede referirse de esa manera? Y si nuestros hermanos de la selva son
de segunda categoría, ¿Quiénes son de primera categoría?: ¿Los limeñitos? ¿Los
doce apóstoles de su primer gobierno? ¿LOS
DUEÑOS DEL PERÚ (de Carlos Malpica)? ¿O acaso sus muy buenos amigos de
Odebrecht? ¿Acaso los fujimoristas? Nuestro Arguedas no miraba, exclusivamente,
hacia el lado occidental, se definía como mestizo: “Yo no soy un aculturado, yo
soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y
en indio, en español y en quechua”
Ambos son apasionados por la lectura. Múlder destacaba que en las tertulias que
tenían con A.G., tenía una prodigiosa memoria.
Nuestro vate hacía lo propio en primaria, en 1925, “Descubre allí la novela Los Miserables, de Víctor
Hugo, y se deslumbra con su lectura. Se
aprende entonces largos párrafos de memoria” ¡KACHKANIRAQMI! ¡SIGO SIENDO!,
p.38.
Ambos escribieron libros.
No he leído ninguna obra del aprista, pero sí algunas del autor de LOS RÍOS PROFUNDOS, por una cuestión de
identidad, a mis ancestros huanuqueños y ancashinos. A unos muy buenos puneños
que alegraron un poquito más mi infancia, a un cerreño que me dio la
oportunidad de recibir mis estudios universitarios. Arguedas escribía “…con sangre, no por
profesión” Ibídem, p.27.
Ambos murieron al usar un armamento moderno; pero los motivos
son diametralmente distintos. J.M.A. murió
de agonías arrastradas desde su remota infancia. A los tres años muere su madre, el maltrato
de hermanastro Pablo Pacheco y de su madrastra Grimanesa
Arangoitia viuda de Pacheco, dueña de medio pueblo de San Juan de Lucanas, el
desamor que sintió de parte de la iqueña Pompeya por únicamente ser serrano, el
desprecio que percibió de parte del director y de los profores del colegio “San
Luis Gonzaga” de Ica al menospreciar sus veintes (Y Arguedas se vengó, le sacó puros
veintes), la severa crítica que le hicieron a su libro TODAS LAS SANGRES
organizada por el I.E.P. La última agonía, cuando J.M.A. recibe los cursos a
dictar en la universidad: “Sociología urbana” y no “Sociología rural”. ¿Cuál es el principal motivo de la muerte de
Alan García? Preguntemos a un no aprista, a un no alanista, y la respuesta ni
siquiera lo puedo escribir, pero es VOX POPULI. El señor Alan García tuvo que enfrentar a la
justicia peruana, como los Fujimori (padre e hija), como José María Arguedas,
que también estuvo en la cárcel. EL SEXTO, es producto de esas
peculiaridades de la vida. Ah, pero no
estuvo preso por actos de corrupción, ni de apropiación ilícita, ni porque
tenía cuentas indirectas en Andorra, ni tampoco porque era muy amigo de una
empresa transnacional.
Su muerte se acerca más a la de
los harakiris. No creo que haya un
oibara, Apuesto a que no.
Finalmente, a la muerte de Arguedas, pidió como último deseo
que le acompañe en su entierro el violinista Máximo Damián y los danzantes de
tijera en medio de la multitud, del pueblo mestizo, de los indios que él
cariñosamente llamaba, de aquellos hijos de ingas, mandingas y también la de
los chapetones (¿Por qué negarlo?), de aquellos provincianos que vinieron a la
capital, “que lucharon como varón para vencer y pudieron conseguir alcanzando el
anhelo de vivir con todo su esplendor…Arriba, provinciano” (Luis Abanto Morales
EL PROVINCIANO), de todas las sangres. ¿No sé cómo será enterrado el ex presidente
ni cuál sería su último deseo? ¿Habrá deseado morir a lo arguedino, acompañado
de nuestra cultura ancestral? Never, solamente música negra y vals peruano…salvo
que me equivoque. Y espero equivocarme,
por el bien de la diversidad cultural que existe en nuestro país. Por el bien de muchas naciones (pero
olvidadas y hasta ninguneadas) existentes en nuestro país. Sí, señores, el Perú nació serrano https://www.youtube.com/watch?v=vBLEGSgoHik
El Perú no es monocultural, salvo que
hayas vivido exclusivamente en Lima o tus viajes sólo han sido al exterior (Los
Prisioneros POR QUÉ NO SE VAN)
Moría sí el Arguedas político, pero no un partidista. Decía: “Yo
no milito en las filas de ningún partido político, no me he inscrito en los
registros de ninguna agrupación partidarista; mi conducta ha estado normada siempre
por la inspiración de mi propia conciencia, en la más absoluta libertad”. ¿Alan político o politiquero, politicastro? Para
los apristas, lo primero, para la mayoría fue un verdadero politiquero y
politicastro.
Arguedas murió un domingo en una universidad, sin testigos
más que de sus agonías, no murió ni en su cuarto ni perseguido por la justicia
peruana.
Dejo algo de nuestro vate:
“La lucha es un bien, el más grande bien que le ha sido
otorgado al hombre, pero siempre que la lucha no sea irremediablemente estéril
o inútil, porque entonces ya no es lucha, es el infierno” J.M.A.
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