Científicos estudian origen y evolución de "La Caperucita Roja"
Puede que el destino de "La Caperucita Roja" fuera la casa de su abuelita, pero un grupo de científicos está más interesado en determinar exactamente de dónde proviene y por qué se propagó su historia.
Una comediante lee un cuento de los hermanos Grimm en un parque temático el 13 de julio de 2006 en Ribeauvillé, Francia
Puede que el destino de "La Caperucita Roja" fuera la casa de su abuelita, pero un grupo de científicos está más interesado en determinar exactamente de dónde proviene y por qué se propagó su historia.
Un grupo de antropólogos ha tratado de remontarse a los orígenes del cuento de "La Caperucita Roja", uno de los más antiguos y populares, apoyándose en un modelo matemático utilizado por los biólogos para estudiar la evolución de las especies.
De esta forma pudieron cerrar un viejo debate que demuestra que "La Caperucita Roja" tenía los mismos orígenes que un famoso cuento alemán, "El lobo y los siete cabritos", pero que luego se había convertido en una historia diferente.
Reconstruir la evolución de un cuento es "hacer el trabajo de un biólogo que muestra, por ejemplo , que los humanos y los grandes simios compartían un ancestro común pero evolucionaron para ser especies distintas", explica el antropólogo británico Jamie Tehrani, de la Universidad de Durham, en Reino Unido.
Su estudio, publicado este miércoles en la revista científica estadounidense PLOS ONE, vuelve a trazar la génesis y la evolución en el tiempo y lugares de los cuentos y creencias populares para aportar una nueva luz a los movimientos de población en la historia humana.
Este estudio revela que "El lobo y los siete cabritos" se remonta probablemente al primer siglo de la era cristiana que dio origen mil años después a una variante convertida en "La Caperucita Roja".
Método estadístico
"El lobo y los siete cabritos", popular en Europa y Medio Oriente, es la historia de un lobo que se disfraza de "madre cabrita" para devorar a sus pequeños. En "La Caperucita Roja", el lobo se come a la pequeña niña tras haber adquirido la apariencia de su abuela.
"La Caperucita Roja" figura entre las obras, muy famosas en Alemania, de los hermanos Grimm publicadas en el siglo XIX. Esta versión se basa en la escrita en el siglo XVII por el francés Charles Perrault, a su vez inspirada en un cuento más antiguo transmitido en la tradición oral en Francia y Austria. Existen, además, numerosas variantes en África y en Asia.
Para encontrar los orígenes del cuento, Jamie Tehrani sometió a 58 variantes a un análisis filogenético, un método estadístico utilizado por los biólogos para la clasificación de seres vivos que permite establecer el grado de parentesco entre las especies y comprender su evolución.
El análisis se concentra en 72 posibles escenarios en función de los protagonistas, como el lobo, el ogro, el tigre, u otras criaturas y las astucias utilizadas para engañar a las víctimas, así como la suerte de éstas.
Este estudio permitió desmentir una teoría expandida que afirmaba que la versión más antigua de "La Caperucita Roja" nació en la tradición oral china antes de expandirse en Occidente a través de la ruta de la seda.
"Mi investigación muestra lo contrario, que la versión china se deriva de las tradiciones orales europeas", afirma el investigador.
"Los chinos en realidad mezclaron la caperucita roja, el lobo y los siete cabritos con cuentos del folclore local para crear una nueva versión híbrida", explicó.
FUENTE: http://noticias.pe.msn.com/insolito/cient%C3%ADficos-estudian-origen-y-evoluci%C3%B3n-de-la-caperucita-roja-8
FUENTE: http://noticias.pe.msn.com/insolito/cient%C3%ADficos-estudian-origen-y-evoluci%C3%B3n-de-la-caperucita-roja-8
Cuentos para niños malos
Esta Navidad pienso regalar cuentos infantiles. Pero sólo cuentos políticamente incorrectos.
Mi autor infantil favorito, Roald Dahl, es uno de los más irreverentes. Su cuento Matilda, con el que Danny DeVito hizo una película, es un alegato contra la familia y el colegio. El padre de Matilda es repulsivo. Odia la lectura y ama la televisión. Se dedica a las estafas de poca monta. Y cuando tiene que huir de la Policía, no le importa abandonar a su hija. Pero mucho peor es la directora de la escuela, la temible señorita Trunchbull, que simplemente odia a los niños, y dedica su institución a torturarlos.
Mi autor infantil favorito, Roald Dahl, es uno de los más irreverentes. Su cuento Matilda, con el que Danny DeVito hizo una película, es un alegato contra la familia y el colegio. El padre de Matilda es repulsivo. Odia la lectura y ama la televisión. Se dedica a las estafas de poca monta. Y cuando tiene que huir de la Policía, no le importa abandonar a su hija. Pero mucho peor es la directora de la escuela, la temible señorita Trunchbull, que simplemente odia a los niños, y dedica su institución a torturarlos.
Otro cuento de Dahl, Las brujas, aterrorizaría a cualquier chico, y a muchos de sus padres. Las brujas son calvas, tienen garras en vez de manos, y se organizan en un siniestro sindicato internacional para eliminar a los niños de la faz de la tierra. Y en el más popular de sus libros, Charlie y la fábrica de chocolate, Dahl pinta castigos horrendos e irreversibles para los niños que se portan mal.
Los autores de libros infantiles sabemos que hoy en día no se puede escribir nada de esto. Los editores están en guardia contra cualquier sospecha de valores inadecuados. Los libros infantiles no son considerados objetos de placer o entretenimiento, sino modelos de conducta. Las familias descritas deben ser agradables, y las profesoras, atentas. Los niños no deben recibir castigos, sino aprender la lección mediante el diálogo. Y los malos tienen que perder miserablemente, aunque sin violencia.
Todos esos principios son muy loables, pero pueden producir libros aburridos. Por el contrario, a lo largo de la historia, los cuentos infantiles han sido bastante irreverentes, incluso crueles. Pulgarcito, por ejemplo, debe ser la pesadilla de un educador. Sus padres lo abandonan en medio del bosque para no tener que alimentarlo, y él engaña al ogro para que decapite a su vez a sus propios hijos. Finalmente, Pulgarcito le roba sus tesoros al ogro. Y sólo gracias al botín, sus padres lo vuelven a recibir en casa, porque el niño ya sale rentable.
Con notable frecuencia, estos cuentos son censurados y reescritos. Hace un par de años compré un ejemplar en que Pulgarcito no era abandonado, sino que se perdía en el bosque. Por su parte, el ogro no tenía familia y moría por accidente. Así, el botín de Pulgarcito ya no era producto de un robo sino, digamos, de haberse encontrado un tesoro sin dueño tirado por ahí.
Pero los “malos ejemplos” están por todas partes: ¿Qué hacemos con la bruja antropófaga que muere quemada en Hansel y Gretel? Podríamos ponerla vegetariana, y matarla de una neumonía. ¿Y los valores sexistas de los cuentos de princesas? Quizá en vez de princesas deberíamos poner ejecutivas de transnacionales. ¿Y qué hay del prejuicio contra las familias modernas en Cenicienta? A lo mejor, en vez de madrastra, la mala debe ser “una amiga de la familia”. Así nos aseguraríamos de transmitir valores sanos... Y cuentos insoportables.
Pensemos qué pasaría en la gran literatura si tuviese que limitarse a las lecciones edificantes. A lo mejor debemos cambiar al pederasta de Lolita por una tía cariñosa. Y darle a Madame Bovary una vida sexual sana y satisfactoria. Y en vez del ejecutivo asesino en serie de American Psycho, tendríamos que poner a un jardinero macrobiótico. ¿Absurdo? ¿Y por que no es absurdo con los niños? ¿No confiamos en ellos?
No. No confiamos en nosotros mismos.
El férreo control de contenidos editoriales infantiles no protege a los niños, sino a los padres. Tenemos miedo de las preguntas incómodas. Nos asusta ser incapaces de explicar por qué esos padres abandonan a sus hijos o esas madrastras son malas (aunque durante siglos, ha bastado la frase “porque es un cuento, hijo”). En suma, tenemos miedo de hablar con nuestros propios hijos. Pero precisamente para eso se hacen los libros: para pensar, imaginar y discutir.
Si eliminamos de los libros todo lo que nos parezca inapropiado, no salvaremos a nuestros hijos de las malas ideas. Al contrario, los volveremos incapaces de reconocerlas. Lo que sí lograremos es que los chicos abandonen la lectura y se entreguen a la Playstation, donde pueden matar a un montón de gente sin que nadie se queje.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/columnistas/rayos-y-centellas/cuentos-para-ninos-malos-15-12-2013
FUENTE: http://www.larepublica.pe/columnistas/rayos-y-centellas/cuentos-para-ninos-malos-15-12-2013
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