lunes, 18 de marzo de 2013

ORGULLO PERUANO. Los Mérida y los hombres de arcilla.

A mitad de camino entre Cusco y Machu Picchu se levanta el Museo Inkariy, un proyecto familiar que será inaugurado en la segunda mitad del 2013 y que cuenta la historia de nuestras culturas prehispánicas.
Los hermanos Edilberto y William Mérida trabajan en la momia de Pachacútec.  Los hermanos Edilberto y William Mérida trabajan en la momia de Pachacútec.

El museo todavía tiene áreas por construir, como la de la foto.     El museo todavía tiene áreas por construir, como la de la foto.

De izquierda a derecha: Edilberto, Edgar, Nelly, Paloma y William posan en la escultura de la entrada del museo.   De izquierda a derecha: Edilberto, Edgar, Nelly, Paloma y William posan en la escultura de la entrada del museo.

Uno de los trabajadores del proyecto ordena los modelos en la sala Mochica.
Uno de los trabajadores del proyecto ordena los modelos en la sala Mochica.





Texto: María Isabel Gonzales.
Fotografía: Carlos Lora /Archivo Museo Inkariy.

Está de pie, con la mirada fija en la escena que ocurre frente a él. Apoyado en un báculo, espera paciente su turno. Su rostro está surcado por un tatuaje de líneas amarillas que parecen el antojadizo recorrido de una serpiente. Su gesto es solemne, como debe ser el de un sacerdote Paracas que vivió y murió mil años antes de Cristo. Y así podrá verse, tal cual, en el Museo Inkariy del valle de Calca, a 45 minutos de Cusco.
Entre cerros guardianes, al lado de chacras de maíz y papa, se levanta un conjunto de casas que imita un centro de vivienda inca. Sus paredes de color tierra y sus ventanas con forma de pirámide trunca se mimetizan con el paisaje. Pero la escultura de la entrada, que con sus diez metros de altura encarna al mito de Inkariy y da a la carretera, indica que es preciso hacer una parada.

Ya de cerca, uno puede percatarse de que las casas son en realidad ocho pabellones dedicados a las culturas del antiguo Perú. Cada uno de ellos está dividido en dos: una antesala que dará la idea de lo que se está a punto de ver, seguida de una escenificación con esculturas hiperrealistas que muestran el biotipo de nuestros antepasados.
El proyecto le pertenece a la familia Mérida Pilares y está a punto de cambiar el clásico recorrido turístico del Valle Sagrado. Cuando sus puertas abran oficialmente, el museo se convertirá en un atractivo de una hora y media. "Parecía imposible por el tamaño del proyecto, era casi como un sueño y ahora está en su última etapa", dice William Mérida, escultor y heredero de una tradición artística que empezó con su abuelo, el maestro Edilberto Mérida. Durante una década, construir el museo fue su objetivo, el de sus padres, Edgar Mérida y Nelly Pilares, y también el de sus hermanos Edi, Miguel y Paloma.
La particularidad de su museo está en el detalle con el que trabajan los personajes de sus recreaciones. Desde las arrugas en el rostro, las formas de sus manos y sus peinados, hasta los tatuajes que marcan su piel.
Todo está sustentado en la investigación del arqueólogo Bruno Alva, quien desde el 2000 decodifica e interpreta las distintas expresiones artísticas del Perú prehispánico. Cada personaje será parte de una escena icónica de la cultura a la que pertenece.
Como en la sala Moche, donde se verá cómo fundían el metal. Los Paracas mostrarán el entierro de sus muertos y los Wari la fabricación de sus armas. En Chavín se resaltará lo religioso, en Caral la música y al final, cuando se llegue a la sala del Imperio Inca, aparecerá toda la corte del señor cusqueño. William explica que la idea es completar la visión de nuestro pasado, mostrando cómo eran esos antiguos peruanos con todo el realismo posible.
"La clave es empezar modelando en arcilla los rostros de los personajes para darles un mejor acabado", dicen los hermanos Mérida. Y ellos pueden hacerlo porque tienen modelos de biotipos de todas las regiones del Perú.
Así, bajo la luz blanca de fluorescentes, van moldeando cabezas, algunas deformes, como las Paracas. Usan un poco más de arcilla para las orejas grandes, con lóbulos alargados, por el uso de pesadas joyas. También se ven pómulos sobresalientes, frentes y narices anchas.
En el complejo de los Mérida, además, se ha adaptado un bastidor para que los escultores puedan mirarse frente a frente con sus creaciones. A su lado siempre tienen libros sobre huacorretratos para no perder la pista de lo que están haciendo y una pantalla con la versión digital del trabajo que hacen con las manos.
Cuando terminan el proceso de la arcilla dejan un agujero en la coronilla, que al final servirá para poner en su lugar los ojos, los dientes y el cabello. El modelo se calca en yeso y se hace el vaciado en resina con fibra de vidrio. Se unen las cabezas con las extremidades y se dan los toques finales. Algo de pintura para simular las venas en el cuello y las manos, las cejas en su lugar, algún lunar y trenzas que caen de cada lado de la cabeza.
Así obtienen desde sacerdotes y jefes guerreros hasta princesas y niños. Por lo general son las extremidades y el rostro los de mayor detalle. Los troncos se fabrican en serie.
LOS ANTECEDENTES 
El currículum de los Mérida  incluye proyectos museográficos como las Tumbas Reales de Sipán, Cao o Chavín. Varias exposiciones itinerantes de PromPerú que han dado la vuelta por América, Europa y Asia. Y escenografías, efectos especiales y caracterizaciones para publicidad y cine.  
"Nos llamaban porque el arqueólogo Walter Alva les daba nuestro número. Le preguntaban por el equipo extranjero que había hecho el trabajo del museo de Sipán, la reconstrucción de la tumba, la casa real y otros trabajos en el recinto, y él decía que se equivocaban, que éramos cusqueños", cuenta Edi.
Desde entonces se documentaban con libros de arte prehispánico, fotografías, cerámicos, murales y un largo etcétera de materiales de investigación. La idea era empaparse de todas las culturas peruanas y aprender de su iconografía. Sabían que harían algo grande en su tierra y para eso había que prepararse. "Sipán marcó el antes y el después, nos dimos cuenta de que teníamos la capacidad de hacer cosas trascendentales a nivel cultural", explica Edi.
El trabajo en publicidad les fue dando el ojo para afinar los detalles y las habilidades para resolver cualquier pedido de sus clientes. Solo por repasar algunas de sus creaciones diremos que les han encargado desde calamares gigantes, algunos alienígenas, un astronauta, la cabina de un jet, hasta los mismísimos King Kong y Godzilla.
Una anécdota contada por mamá Nelly habla de lo perfeccionistas que pueden ser sus hijos. "Una vez William desarmó una sandía que tardó en rearmar más de ocho horas porque no le parecía perfecta". Así pasaron muchas madrugadas de las que ella y Edgar también participaron. A veces pintando unas enormes cabezas de faraón y otras llevándoles comida.
Por eso es que el museo, a ojos de Nelly, ha sido la forma de juntarse otra vez, de estar en familia y volver al Cusco.
UNA HISTORIA DE FAMILIA 
Compraron el terreno en agosto del 2005 y pusieron la primera piedra tres años después. "Nos teníamos que capitalizar, así que vendimos nuestras propiedades. Hacernos de un presupuesto para mudarnos al valle tomó tiempo", cuenta Nelly.
Eligieron 7.500 metros cuadrados a la altura del kilómetro 53 de la carretera Cusco-Urubamba y calcularon gastar alrededor de tres millones de dólares. Nelly se agarra la cabeza y dice que la cifra ya excedió lo planeado. "La gente se pregunta de dónde sacamos la plata; creen que nos financia el gobierno o una ONG, y en realidad es el dinero que la familia ahorró".
A su lado se sienta Edgar, su esposo desde hace cuatro décadas y responsable de las obras en el museo. Edgar cuenta que empezó su carrera como artista modelando arcilla en el taller de su papá Edilberto, con el tiempo fue ganando maestría y junto a Nelly se mudó a Lima.
Para mantener a cuatro hijos pusieron en marcha un taller de artesanía donde fabricaban piezas en serie para exportar. En ese ambiente, no era raro que los primeros juguetes de los niños fueran bloques de arcilla. De allí que Edi y William estudiaran arte y se especializaran en escultura. Miguel también se hizo artista, pero se inclinó por la pintura. Ahora Edgar, lejos de esa loca rutina en la que producía miles de piezas, cree que es tiempo de volver al taller. Pero lo hará luego de asegurarse de que el museo marche a buen ritmo, como lo haría un jefe de familia.
ESCULTURA EN EL VALLE
Mientras pensaban en las características del museo, llegaron a la conclusión de que era necesaria una escultura a gran escala, algo que llame la atención y que se convierta en un ícono del lugar. Pensaron en un ídolo que represente a todas las culturas que el museo albergaría.
"Recopilamos muchas imágenes que describen a un gran dios o señor. Encontramos que las proporciones se mantienen en casi todas las culturas, una gran cabeza y un cuerpo pequeño. Siempre con un atributo mágico, un arma o una herramienta agrícola. De allí tomamos los recursos gráficos y creamos un ídolo", dice William.
Con ese gran señor, que simula ser de piedra pero en realidad es fibra de vidrio, explican el mito de Inkariy, el nombre que eligieron para el museo. Inkariy fue un hombre creado por los apus para levantar el Cusco y cuando se retiró a descansar llegó el desequilibrio a la tierra. Inkariy no pudo restablecer el orden porque su cuerpo fue desmembrado y sus extremidades fueron escondidas en algún rincón secreto del Perú.
La idea del museo es reunir distintos elementos de nuestras culturas como si fueran las extremidades de aquella deidad.
Pero no a todos les gusta la idea. El Ministerio de Cultura les ha pedido que retiren la escultura argumentando que rompe con el paisaje.
Ellos intentan apelar pero el desorden administrativo entre municipalidades y las oficinas del propio ministerio los tienen desconcertados. Sobre todo porque ya hay gente que detiene el bus en el que viaja para tomarse una foto junto a la escultura. Su idea no es otra que generar identidad, que los peruanos se reconozcan en su pasado y que los extranjeros sepan que el Perú no solo fue el imperio de los incas, sino la tierra de muchas otras impresionantes culturas de las que también somos hijos.
FUENTE:http://www.larepublica.pe/10-03-2013/museo-inkary-los-merida-y-sus-hombres-de-arcilla

1 comentario:

  1. LOS MERIDA SON UNA FAMILIA DE ARTISTAS EXTRAORDINARIOS Y NOSOTROS LOS PERUANOS NOS SENTIMOS ORGULLOSOS DE TENERLOS Y TENEMOS QUE AGRADECELES POR SU TRABAJO EN BIEN DE LA CULTURA PERUANA

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