domingo, 26 de enero de 2020

CARTA A LA BUCHY SOBRE MIS PADRINOS

Hacía time que no me comunico contigo.   Debo imaginar que estás full work o full family lo cual me colma de alegría.   Acá, nosotros bien o cada día más, un poco mejor, en family, como debe ser.   Amén.   Mi padre o tu padrino, very good.   Vive su vida a plenitud.   No le digo nada, es su vida.   Eso sí, para viajando.   El año pasado viajó a su tierra por dos o tres meses.   Estuvo en Arequipa, por dos quincenas.   Este año piensa viajar a su tierra otra vez.   En comida ya se está cuidando un poco, no come mucha grasa, arroz, carne, que le agrada en demasía, esporádicamente.   Ah, eso no quita que nos reunamos, navidad la pasamos en casa.   Año nuevo…
No sé si sabes que los padrinos fueron a Europa y visitaron a Anastasia (la hermana de nuestros padrinos, la mamá de Eduardo) en Italia.   Cuenta nuestra madrina Valentina que fue muy bonito el re encuentro.   Nuestro padrino Feliciano decía que estaba preparado para ese magno día, imaginaba ese momento y que se había mentalizado la reunión, si se  abrazarían, si llorar o no llorar y en no sé qué cosas que pudieran ocurrir entre los tres hermanos, quienes no se habían visto por más de veinte años, ¡¡¡veinte largos años!!!   Dos décadas, cuatro quinquenios.   Yo con cuatro o cinco años ya extraño a mi hermana, que por cierto nos comunicamos tres o cuatro veces al mes.  
Lo cierto es que el hijo de nuestro padrino, Ciro, como abnegado hijo preocupado de su septuagenario padre, le había sugerido, cuando no invocado, exhortado a su progenitor que tome tal o cual pastilla, previo a todas las emociones encontradas de los tres hermanos Huamaní Quijandría.   Es más, en una reunión previa de los peregrinos, antes de iniciar el esperado viaje, los Huamaní-Priezzo le habían atiborrado de pastillas a más no poder al autor de sus días para que nuestra madrina, solícita en esos menesteres, se encuentre más que prevenida.   Nuestro padrino comentó sobre ese anhelado día, que estaba preparado para el encuentro; sin embargo, al recordar las palabras de su hijo se descompensó ligeramente.   La alegría desdibujó su estado alicaído.   Pero más pudo el ánimo de todos hacia el patriarca, más pudo la cercanía, el calor sanguíneo de los suyos, verla en situ a su hermana de ultramar, los rostros de algarabía de la familia que no fue más que una de las tantas anécdotas que contar.  
Eduardo lloró al verlos.   Yo les dije que me hubiera gustado estar presente y ser testigo ajeno de ese hermanado abrazo, besándose y mil reacciones que pudieron haber tenido…son hermanos al fin y al cabo.
Les confesé que cuando conversaba con mi hermana estábamos rajando, en el buen sentido de la palabra,  de cómo era posible que mis padrinos en un lugar tan lejano, extraño en costumbres y lenguas, pese a nuestra similar cultura occidental, se desenvolvieran con toda quietud, sosegados, como si fueran unos connacionales más.   Mi padrino, alborozado, manifestaba que su periplo tuvo ciertas anécdotas, como que tenían que recordar las forzadas clases de inglés que habían estudiado hace tiempito.   Imagínate que han estado con su diccionario de inglés-castellano y viceversa.
Nuestra madrina Valentina sólo se quedó en Italia, con su hermana y sobrino.  Eso explica de sus fotos en las redes más es de aquel lugar peninsular muy reconfortante y sanador ya que, según confiesa, en Lima estaba un poco mal de la rodilla, le causaba molestia en caminar…en Italia ni el menor quejido pese a la larga caminata que realizaba con el hijo de su hermana.
Paseó por Venecia, a lo Madonna, en góndolas, visitó la Capilla Sixtina y, ni qué dudar, debido a su ferviente fe católica, apostólica y romana, el Vaticano a escuchar misa del mismo Papa.   Yo, no sé si más le miraba la expresión de su gesto de alegría o de lo que me contaba  ante lugares que sólo tengo conocimientos librescos.
Pero, también les dije que el día que me enteré me alegró sobremanera.  Mi hermana también compartió mis mismos pensamientos y sentimientos sobre esa familia, que nos alegraron nuestra infancia, al igual que Uds., nuestra beligerante juventud.
Nuestros padrinos Feliciano y Bertila sí llegaron a conocer un poco más de Europa; viajaron a Suiza, que no utilizan el euro, Alemania, que tenían un matrimonio de sus ahijados, Francia para llegar a Madrid en la que se encontraron con mi hermana.   El abrazo fue mayúsculo, después de tanto time y verse en otro lugar es otra cosa.   Conversaron un poco, luego llegó mi cuñado Germain y otra vez la cháchara familiar.   Se despidieron con un recóndito y efusivo abrazo.   Con nuestra madrina no llegaron a encontrarse por cuestión de horarios pero sí lograron comunicarse por teléfono.   La reconciliación telefónica disipó algunas supuestas o pseudas desavenencias.   A veces, el time cura algunas heridas, las cicatriza porque la sangre fluye, la sangre fusiona, confluye.
Me encontré con la tía Musiachi, tiíta le saludé,   con un respectivo ósculo.   Hola ‘cabezón’, respondió con esa característica sonrisa mordaz.  Me abstuve de retrucar, quizá la ausencia de vernos constantemente enfrió la confianza.  Tantas bromas extremadamente exageradas en mí hicieron que mellara un comportamiento ponderado, ecuánime a la coyuntura, a las circunstancias.
También me encontré con tío Javier hace un año en Metro de Independencia.   Él descendía de un auto y mi primogénita y yo nos encontrábamos en el paradero del Metropolitano rumbo a Comas.   Bromeando le dije a mi hija, presentándola a nuestro tío: Hija él es tu tío, él es el hermano de tu abuelita Yoya, el cuñado de tu abuelito Clemente, el sobrino de tu papá.   Fue un saludo protocolar, exceptuando la forzada broma, claro está.
Eso es todo lo que te quería contar.
Saludos a toda la familia.   A Mamá Elsa todo mi respeto y consideración, a tus warmishos hermanos, a tus cuñadas, tíos, primos, sobrinos y demás que preguntan por mí o mi familia.  

Del mismo modo saludos a tu esposo y a tus adorables hijos.   

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