La urgencia de la reforma de justicia se evidenció a partir
de los audios que reflejan lo que estaba ahí: linchamientos, “chapa tu choro”,
“roba pero hace obra”, hechos y frases que revelan una crisis de corrupción, inseguridad
jurídica y física que son manifestaciones de impunidad, donde personas con el
poder para hacerlo están por encima de la ley, que se vende, se compra o se
canjea, incluso, por entradas al Mundial.
Pero hay más evidencia de lo mal que estamos y es hora de
empezar a corregir, los procesos por violaciones de derechos humanos, por
masacres, asesinatos y violaciones sexuales, en muchos casos siguen sin
sentencia. Sumado a que el avance en
encontrar desaparecidos solo se daba en el marco de un proceso penal, con esos
plazos nunca encontraríamos a los más de 20 000 civiles, policías y militares
que nos faltan, eso es injusto.
El caso Soras, donde fueron asesinados, más de 100
campesinos a machetazos y pedradas por
el terrorista Quispe Palomino, masacre reivindicada por la cúpula de Sendero
Luminoso con pruebas encontradas con el nefasto Abimael Guzmán en su
captura. 34 años después no se hace
justicia y los plazos permitieron la liberación de terroristas que deberían
estar cumpliendo una cadena perpetua que aún no se dicta.
Algunos restos se entregaron a sus familiares, otros siguen
pendientes y los padres, hermanos o hijos han fallecido sin dejar una muestra
de ADN que permita algún día su identificación, muchos de ellos nunca supieron
que se publicó la ley de búsqueda de desaparecidos y que hoy el Estado está
obligado a buscar los restos de sus seres queridos por razones humanitarias,
así que no saben que pueden intentar cerrar su duelo, terminar su búsqueda, aun
cuando no exista un proceso judicial.
Otro ejemplo es mamá Angélica, mujer ayacuchana que nos
enseñó el amor en su máxima expresión, entregando su vida a la búsqueda de su
hijo Arquímedes, quien desapareció en 1983, búsqueda en la que la acompañaron
otras madres, esposas, hijos que mientras buscaban a sus seres queridos
alimentaban a los cientos de huérfanos que nos dejó este doloroso periodo y que
el Estado abandonó, en su mayor parte.
Mamá Angélica cumplió el 28 de agosto un año de fallecida,
murió a las pocas semanas de conocer la sentencia que daría pasos importantes
en la búsqueda de justicia, pero no le devolvería los restos de su hijo para
enterrarlos.
Estos ejemplos demuestran que la justicia tarda algunas veces
tanto… que borra la memoria; sin las muestras de ADN será más difícil identificar
los restos, por eso saludamos y felicitamos la aprobación de la Ley de banco
genético que #REUNE o reunirá a miles de familias peruanas.
Confiamos en que el Congreso entenderá su espíritu
humanitario, así debería ser porque la ley de búsqueda de personas
desaparecidas en la que se enmarca, fue aprobada por una amplia mayoría con el
voto a favor de los que hoy son la primera fuerza.
Corresponde al Ejecutivo materializar su voluntad política en
la asignación de presupuesto para implementar tanto la ley de búsqueda como la
de banco genético, voluntad que no se cuando dan una ley sino cuando se asigna
el dinero para que esta funcione, simbólico, sin duda, que se anuncie ad portas
del día de los desaparecidos, toca esperar cuánto recurso se establece para ver
cuánto se avanza.
Qué tal si hacemos política de verdad, esa que es sinónimo de
servicio, que se ejerce con honor y responsabilidad, reformamos la justicia y
buscamos a nuestros muertos que siguen perdidos en miles de fosas clandestinas.
Después de todo, la capacidad de enterrar a nuestros muertos
como proceso evolutivo es un dato científico, como señala Jean François Mattei
en el Genoma Humano: “Como consecuencia del procesos evolutivo, el ser humano
alcanza el estado de un ser consciente de sí mismo, consciente de la
muerte”. En este caso, además de justo,
es indispensable como parte de nuestra
memoria colectiva, para no condenar a nuestros pueblos a repetir la historia.
Marisol Pérez Tello.
Ex ministra de Justicia y Derechos Humanos.
02.SET.2019,p.05
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