Qué revela la singular lista con la que Galileo salió de compras en
Venecia en 1609 (y por qué revolucionó la ciencia)
La lista que hizo Galileo antes de su viaje a Venecia revela
más que sus gustos.
Un día del invierno boreal en Padua, hace 410 años, Galileo
Galilei hizo una lista de compras que quería hacer en su próximo viaje a
Venecia.
Se parece a esas que nos encontramos a veces olvidadas en
nuestros bolsillos. La suya, como algunas de las nuestras, estaba escrita en el
reverso de una carta sin importancia que había recibido recientemente.
Empieza con...
·
Zapatillas de piel y un gorro pequeño para
Vincenzo (su hijo)
·
La caja con las cosas de Marina (Gamba, su
compañera)
·
Lentejas, garbanzos blancos, arroz, pasas, trigo
·
Azúcar, pimienta, clavo, canela, especias,
mermeladas
·
Jabones, naranjas
·
Dos peines de marfil
·
Malgavia (un tipo de vino importado de Grecia)
del señor (Giovanifrancesco) Sagredi (uno de sus mejores amigos en Venecia)
La lista es preciosa por ser del puño y letra del genio
pisano, y porque nos invita a imaginarnos su cotidianidad.
Pero hay otra razón que la hace interesante y se deriva de
los poco usuales, y hasta misteriosos, objetos que apuntó después, como por
ejemplo...
Un día del invierno boreal en Padua, hace 410 años, Galileo
Galilei hizo una lista de compras que quería hacer en su próximo viaje a
Venecia.
Se parece a esas que nos encontramos a veces olvidadas en
nuestros bolsillos. La suya, como algunas de las nuestras, estaba escrita en el
reverso de una carta sin importancia que había recibido recientemente.
Empieza con...
·
Zapatillas de piel y un gorro pequeño para
Vincenzo (su hijo)
·
La caja con las cosas de Marina (Gamba, su
compañera)
·
Lentejas, garbanzos blancos, arroz, pasas, trigo
·
Azúcar, pimienta, clavo, canela, especias,
mermeladas
·
Jabones, naranjas
·
Dos peines de marfil
·
Malgavia (un tipo de vino importado de Grecia)
del señor (Giovanifrancesco) Sagredi (uno de sus mejores amigos en Venecia)
A ver:
garbanzos, una bala de cañón...
La lista es preciosa por ser del puño y letra del genio
pisano, y porque nos invita a imaginarnos su cotidianidad.
Pero hay otra razón que la hace interesante y se deriva de
los poco usuales, y hasta misteriosos, objetos que apuntó después, como por
ejemplo...
Diferentes tipos de espejos, una pieza de un instrumento
musical y balas de armas de guerra... ¡a que tus listas de compras no han incluido
esas cosas!
Pero, claro, no todos nos proponemos antes de un viaje
convertir lo que entonces se vendía como un juguete en un instrumento que
cambiaría la visión del Universo.
El juguete
En 1608, un brutal conflicto de 40 años entre holandeses y
españoles estaba en punto muerto. Ambas partes estaban desesperadas por
encontrar algo que les diera una ventaja militar.
La Guerra de los Ochenta Años que enfrentó a las Diecisiete
Provincias de los Países Bajos contra su soberano, quien era también rey de
España. Empezó en 1568 y finalizó en 1648 con el reconocimiento de la
independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países Bajos.
Cuenta la historia que un día, en la ciudad provincial de
Middleburg, en el condado de Holanda de las Provincias Unidas, un joven
fabricante de anteojos llamado Hans Lippershey estaba en su tienda observando a
dos clientas jugar con un par de lentes.
Una de ellas tenía un lente convexo, del tipo que se usa en
las gafas para magnificar objetos, y lo estaba usando para mirar una veleta.
Pero cuando lo movía demasiado lejos de su ojo, la imagen se volvía borrosa.
La otra chica estaba sosteniendo un lente cóncavo y lo puso
frente al convexo. Para su sorpresa y deleite, la imagen ampliada por el primer
lente volvió a ser nítida.
Dos lentes hicieron que la imagen se viera nítida.
Más tarde, Lippershey tomó un tubo y juntó esos dos lentes
en la orientación correcta y se dio cuenta de que una herramienta como sería
útil para los holandeses en la batalla, pues podrían ver a los invasores
españoles desde mucho más lejos de lo que los ojos permitían.
Llamó al aparato "el observador" y, rápidamente,
le solicitó a las autoridades holandesas una patente exclusiva, convencido de
que haría su fortuna.
Desafortunadamente, los funcionarios del gobierno decidieron
que la idea era demasiado simple como para mantenerla en secreto, otorgarle la
patente y el reconocimiento como inventor.
El lente espía
Con el intento fallido de Lippershey de patentar su
invención, el secreto del catalejo no lo fue más. No sólo el invento, ahora
conocido con el nombre de "lente espía", se vendía como un juguete,
sino que la idea se extendió por toda Europa, hasta llegarle a ese hombre que
en Padua estaba planeando un viaje a Venecia.
Galileo era en ese entonces profesor de matemáticas de 44
años y no estaba interesado en la óptica.
No obstante, tomó el juguete, capaz de agrandar los objetos
observados 2 o como máximo 3 veces, y aplicó sus conocimientos de lógica y
cálculo para analizar el fenómeno y experimentar con lentes él mismo.
Galileo mostrándole su telescopio al dux (o dogo) de Venecia
Leonardo Donato (pintado por H. J. Detouche).
En el curso de un sólo día hizo su propia versión del
catalejo, como le contó a sus amigos en una carta.
"Aplicando mi ojo a la lente cóncava, vi objetos
satisfactoriamente grandes y cercanos. Parecían estar a un tercio de la
distancia y nueve veces más grandes que al mirarlos solo con el ojo al
natural".
Galileo no estaba necesariamente motivado por pura
curiosidad intelectual; le entusiasmaba la fama, el poder y la gloria. Y para
lograr todo eso necesitaba impresionar a familias gobernantes, como los Medicis
de Florencia, o a los dux (dogos) de la República de Venecia.
El secreto del histórico telescopio
El catalejo original que construyó Galileo era un
instrumento tosco, cuya aumento era apenas de 3 veces el tamaño del objeto
real.
Su segundo intento, según una carta que le escribió al dux
de Venecia, era capaz de incrementar el tamaño 9 veces, u 8, según registró
luego en su tratado "Sidereus nuncius" (conocido como "Mensajero
sideral" o "Mensaje sideral").
La publicación del Sidereus Nuncius marca el origen de la
astronomía moderna y el colapso de la teoría geocéntrica.
Al escribir sobre esos dos catalejos, dio detalles sobre sus
métodos de construcción.
Pero sobre la versión que hizo para los Medici, refinada,
perfeccionada y envuelta en un hermoso cuero rojo, sólo reveló algunas pistas
generales sobre mejoras que ya se encontraban en el mercado.
Incluso el diagrama impreso en el "Sidereus
nuncius" es críptico.
El silencio de Galileo no sorprende: probablemente ya estaba
consciente de la necesidad guardarse para sí sus logros.
En esa época, los ópticos guardaban con recelo los secretos
del esmerilado y pulido de los lentes para no correr el riesgo de que les
arrebataran el crédito científico y financiero.
Esa es la otra razón por la cual su lista de compras es tan
apreciada.
Claves en la lista
El documento privado revela no sólo los ingredientes para
crear uno de los mayores tesoros de la astronomía sino también los profundos
conocimientos que había adquirido Galileo sobre el vidrio y la manufactura de
lentes para poder superar la calidad de lo que hasta entonces existía.
Es así como la parte algo surrealista de la lista cobra
sentido.
No había lentes de la calidad que quería para ver todo lo
que deseaba, así que los hizo.
No tenía la intención de comprar balas de cañón ni los
moldes para hacerlas, por ejemplo, sino de una culebrina (pieza de artillería
de la época) cuyo diámetro es de unos 5 centímetros, pues estaba considerando
usar eso o algo similar para moldear las superficies cóncavas y convexas de los
lentes.
Respecto a Trípoli, se refería a un tipo de arena hecha de
los esqueletos de unos organismos marinos microscópicos llamados radiolarios
que originalmente fue encontrada en Libia, cerca a Trípoli, de ahí el nombre.
Desde el Medioevo se usaban para esmerilar y pulir superficies de vidrio o
metal.
Y esa colofonia servía como goma, ya sea para fijar el lente
temporalmente a algo o para frotarlo y limpiarlo, pues es la resina natural de
algunos árboles y su consistencia es la del chicle -de hecho, el chicle es
fundamentalmente colofonia-.
Estos y otros nueve ítems de la lista le ayudaron a los
historiadores averiguar qué materiales y cuáles métodos usó Galileo para crear
uno de los telescopios más famosos de la historia, que según el Sidereus
Nuncius, podía aumentar el tamaño de la imagen más de 30 veces.
Los únicos telescopios de Galileo que tenemos: dos
instrumentos icónicos utilizados por uno de los científicos más brillantes de
la historia.
Por supuesto, es lo que hizo después con su revolucionario
instrumento lo que cambiaría su vida para siempre, y la relación de la
humanidad con el cosmos.
Lo apuntó al cielo, al reino de los dioses, y descubrió un
mundo que ningún otro humano había visto antes.
Y lo que vio fue absolutamente asombroso.
Sospecha peligrosa
Vio que la superficie de la Luna, lejos de ser perfectamente
esférica como había dicho Aristóteles -lo que se seguía considerando cierto
casi 2.000 años después de su muerte-, estaba "llena de cavidades y
prominencias, no muy diferente de la faz de la Tierra".
Descubrió
que la Vía Láctea era, de hecho, "una serie de innumerables
estrellas"; se dio cuenta de que Júpiter tenía cuatro lunas propias y que
Venus tenía fases similares a la Luna; y hasta notó imperfecciones en el Sol.
Hasta
entonces, los astrónomos se comportaban -como escribió frustrado Galileo-
"como si el gran libro del Universo hubiera sido escrito para ser leído
por nadie más que Aristóteles".
Pero
cada descubrimiento que hacía, ponía más en tela de juicio esos conocimientos
adquiridos y llevaba a Galileo a sospechar que lo que había dicho el astrónomo
polaco Nicolás Copérnico medio siglo antes era cierto: la Tierra giraba
alrededor del Sol.
§
La
carta perdida de Galileo que cuestiona lo heroico que fue su desafío contra la
Iglesia católica
Más allá de las
estrellas
Con la creación de estos instrumentos, de repente todos
podían mirar hacia el cielo y eso transformó la forma en que pensábamos sobre
la verdad y la evidencia, bases para la ciencia.
De repente todos podían ver más allá de lo que les permitían
sus ojos.
Científicos y aficionados podían ver las cosas por sí
mismos, de manera que ya no tenían que aceptar la autoridad de otros sin
ponerla a prueba.
En ese sentido, el telescopio condujo a la democratización
del conocimiento.
Nuestro Universo se expandió como nunca antes y nuestra
comprensión de nuestro lugar en él se alteró.
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