FRANCISCO EN CHILE
Lo bueno de especializarte en
ciertos tópicos es que te convocan a eventos interesantes en momentos
cruciales. Lo digo porque acabo de estar en Santiago de Chile cuando el papa
estuvo ahí. Invitado a participar en un foro sobre la pederastia clerical,
organizado por la Fundación para la Confianza, que dirige José Andrés Murillo,
uno de los denunciantes del cura pedófilo Fernando Karadima, me topé con
percepciones minoritarias, como la del arriba firmante, que intuyen que la
ausencia de voluntad del pontífice católico en esta materia es notoria.
Empezó convincente, si me preguntan,
cuando en La Moneda dijo: “No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza
que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de
la Iglesia”. Más todavía. Generó una reacción positiva inmediata. “Fue
valiente”, dijo el presidente electo Sebastián Piñera. “La idea es que ahora la
Iglesia vaya de los discursos a la acción y parta por pedirle a (el obispo)
Barros en Osorno que dé un paso al costado. ¡O si no, serán solo palabras!”,
dijo el presidente de la Cámara de Diputados, Fidel Espinoza. Fue el instante
más aplaudido del discurso de diez minutos, dicho sea de paso.
Hasta que, ya saben, a la hora y
pico de la potente frase, a través de la transmisión oficial de la misa que
ofició el papa argentino en el Parque O’Higgins, apareció concelebrando a su
lado el controvertido obispo de Osorno, Juan Barros, uno de los principales
encubridores de Karadima. La decepción y la palpable incongruencia cayó entre
los chilenos como un puñetazo en la boca del estómago, digamos.
Y ese hecho, evitable e
innecesariamente provocador para la propia gente de Osorno, que se movilizó
hasta la capital (dicha modesta ciudad queda a casi mil kilómetros de
distancia), marcó la visita. Y la atmósfera que, por lo pronto, respiré en
Santiago se vio enrarecida. Al punto que el periodista Joshua McElwee, del
National Catholic Reporter, comentó que ese ambiente “no se había observado en
ninguno de los otros 21 viajes” hechos por Bergoglio en sus casi cinco años de
papado.
“Si las palabras de perdón, de
dolor y de vergüenza no van acompañadas por acciones concretas, no valen nada”,
dijo José Andrés Murillo en La Tercera. Y sobre la presencia de Barros al lado
de Bergoglio, añadió: “No es solo una contradicción, sino una agresión sobre
todo a la gente de Osorno”, a cuyos habitantes, todo hay que decirlo, el papa
había llamado “tontos” e influenciados por los “zurdos”.
Pero lo peor ocurrió al final, en
Iquique, antes de dejar Chile para venir al Perú. El pontífice católico
respaldó con todo a Barros. “El día que me traigan una prueba, ahí veré. Todo
es calumnia. ¿Está claro?”, dijo el papa, acremente, con fastidio, notoriamente
mortificado. Sugiriendo que los denunciantes de Karadima, quienes siempre han
identificado a Barros como un secuaz del párroco pederasta, fuesen unos
mentirosos. Revictimizándolos una vez más.
Juan Carlos Cruz, James Hamilton
y José Andrés Murillo no se quedaron callados, pues, está claro, mudos no son
en la lucha contra el abuso sexual y el encubrimiento y silenciamiento por
parte de la institución católica.
Y le recordaron al papa en una
conferencia de prensa todo lo que se sabe de Barros, y que es público. Porque,
a ver. Juan Barros “sabía de los abusos”. Y no solo jamás denunció a Karadima,
sino que ocultó evidencia que incriminaba al cura depredador. Es más. Hasta
existe un texto escrito por el propio Francisco donde da cuenta de su perfecto
conocimiento del Caso Barros. ¿Pueden creerlo? Se trata de una carta que dirige
a la Conferencia Episcopal de Chile, en la que Jorge Bergoglio considera
aceptar el retiro de Barros y de otros obispos vinculados a Karadima (Koljatic
y Valenzuela, por citar un par) y enviarlo a un año sabático.
Entonces, ¿de qué hablamos? Como
le escuché a alguien, Francisco se perdió la oportunidad de ser una buena
persona. En lugar de remover a Barros debido a que sus feligreses no lo
quieren, pues tienen fundadas sospechas de ser un cómplice de Karadima, lo
defendió hasta el último minuto. Así las cosas, prefirió actuar como un
arrogante Sumo Pontífice en lugar de actuar con honestidad y humildad.
FRANCISCO, EL DIABLO
QUE TE NIEGAS A VER
Francisco es un encantador de
serpientes. Un demagogo carismático, como son todos los demagogos de éxito.
Hace sentido que, añadido el aura “divina” de su presidencia del catolicismo,
tenga el poder de encandilar con palabras que sabe quieren oír. Lo que
impresiona es cuán poco hace falta para que muchos “instruidos” relajen su pensar
crítico de él porque “es buena onda”, “es simpático” o “cae bien”. ¿En serio
allí se acaba el análisis que es pertinente hacer sobre una persona que detenta
un considerable poder y que no necesariamente lo usa para lo que predica la
letra de su Iglesia? Francisco no es solo una figura que irradia simpatías y
empatías, que las irradia; Francisco es el presidente de la mayor y más longeva
organización político-religiosa en la historia de la humanidad. Presidente más
que Papa, porque el Vaticano es, para todo caso, un Estado; con política
internacional, inversiones y sedes en todo el mundo, alianzas y peso político
en muchos otros Estados nación. Seguro ayuda a mucha gente, a muchos
necesitados, sobre todo necesitados de pertenencia y raíz, y necesitados de
seguridad existencial. Gente que no puede vivir con la idea de que acabada esta
vida, se acaba todo. O con la idea de que la vida no tiene causa intencionada,
ni más sentido que el que cada cual elige darle. Gente a la que le da flojera
pensar sus propios límites, vigilar su propia moral, o que simplemente le es
más cómodo sentir que se plega a un canon de conducta heredado o porque así
siente que, por lo menos, en intención de cumplir con ese canon ya tiene medio
cielo ganado.
Hago un esfuerzo por entender a
muchos de los católicos que conozco. La mayoría no son practicantes u
ortodoxos. O vamos a decirlo de manera más exacta, son, en términos
espirituales, hipócritas. Gente que deposita su idea de espiritualidad en la
idea de la iglesia y sus preceptos y teoría moral. Y digo deposita y no
despliega a propósito, porque gran parte de ese tipo de católicos que conozco
no suelen desplegar una comprometida espiritualidad sino tan solo un amago, un
protocolo de lo espiritual con el que sienten que cumplen tan solo al
pertenecer de palabra a una tradicional, antigua, monolítica y masiva
institución transnacional como el catolicismo. Hay quienes se plegan a la
iglesia por necesidad de creer en algo superior, estable, eterno; todo lo
contrario al caos que nos plantea la existencia y no están dispuestos a
renunciar a esta terapia existencial, por más evidencias de graves
contradicciones en su iglesia.
Yo quería en este artículo
abordar el tema de la disonancia cognitiva como un modo de explicar la
contradicción de los católicos que, viendo a Francisco y sometiéndose a su
carisma, ensayan explicaciones para salvar su propia fe del oprobio en el que
tendría que caer si tomara en cuenta la inundación de evidencias de
encubrimiento y protección de miles de pederastas en su Iglesia. Ensayan
creencias del tipo: las cosas buenas que la Iglesia hace son mayores; son seres
humanos que también pecan; por unos pocos pecadores no se puede mal juzgar a la
toda la institución. Me intriga observar cómo es que para seguir acomodados en
su estado de declarados católicos, acomodan en sus cabezas las evidencias de la
pederastia eclesiástica para relativizarlas o descreerlas; tal como acaba de
hacer Francisco al ser increpado por su respaldo a Barros en Chile, conocido
encubridor de pedófilos clericales. Francisco ha dicho que no hay pruebas, que
son calumnias. En otras palabras, que no le cree a las víctimas porque no
pueden enseñar sus heridas físicas en público.
Pero la disonancia cognitiva,
creo, no aplica porque no es que estos católicos acomoden sus creencias para
armonizar creencias o valores contradictorios, sino que lo hacen por
conveniencia, consciente y cínica y muy primariamente egoísta de no abandonar
una zona de confort. ¿Qué tendría que hacer un católico que no soporte
pertenecer a una iglesia que no solo protege inmoral e ilegalmente a los
pervertidos sino que hasta echa dudas sobre las sufridas víctimas y de
desproteger a las víctimas potenciales? Pues ese católico rompería con su iglesia
y buscaría una forma de reconducir su espiritualidad de manera más consecuente
y limpia. Pero claro, es un tremendo trabajo de búsqueda que no muchos están
dispuestos a emprender. El caso del presidente Francisco es pura demagogia
política. El día que se llegue a saber la verdadera envergadura de las
violaciones de curas a niños y del abominable encubrimiento del Vaticano, será
un cisma. Mientras tanto, el argumento mayor que internamente se esgrime es que
el diablo es el que opera, tentando a sus mejores pastores, y que entregarlos
sería darle el gusto al diablo. Tremenda falacia. Tremenda petición de
principio. Encubrir al diablo, eso es lo más diabólico.
LA UNCIÓN A PPK
La visita del Papa acaba hoy en Perú, entre mensajes de paz, de
esperanza, de toma de conciencia y de comparaciones en la presencia de fieles
en las visitas a los países vecinos. Teniendo a Chile como la visita menos
auspiciosa en donde se prepararon espacios para recibir a medio millón de
personas y solo fueron 200 mil, sumado a las protestas e incidentes con las
iglesias, con una reducción de creyentes del 75% hace unos años a tan solo 43%
en la actualidad. En cambio, Perú fue la otra cara de la moneda en la región:
calles y plazas abarrotadas, con un sólido 82% de creyentes, duros,
inamovibles, que nos ratifican como un país sumamente religioso. A simple vista
esto llama un poco la atención, ¿cierto? Claro que sí. Chilenos impíos, arderán
en la hoguera. Sin embargo, el ciudadano chileno lee entre 5 a 6 libros al año,
mientras que nosotros solo entre 1 y 2, quizá ahí esté un poco la explicación
inversamente proporcional al “milagro” peruano. Solo la verdad nos hará libres.
En fin, en cuanto al tema político, tal parece que la bendición
del Papa Francisco no durará mucho, pues, al gobierno se le vienen más marchas
contra el indulto y el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos con
la posibilidad latente de revocarlo, una nueva huelga de los maestros, la
radicalización de los agricultores, las lluvias, las declaraciones de Jorge
Barata, la presentación de una nueva moción de vacancia y demás peregrinaciones
que le tocará sortear como mejor pueda, ya que al fujimorismo (su supuesta
tabla de salvación post liberación del chino) no le dan muchas ganas de querer
redimirlo y lo dejarán ahí, sin necesidad de hacer nada, solo les basta ponerse
de costado para mirar cómo termina de agonizar. Esta situación de desahucio ha
llevado a que el ministro de Educación Idel Vexler (quien ha paralizado la
reforma educativa y pretende desactivar la Sunedu porque no comulga con ella)
desde el oscurantismo tenga negociaciones bajo la mesa con el dirigente
sindical Pedro Castillo, vinculado a Sendero.
Lamentablemente el único logro a resaltar que tendrá el pésimo
gobierno de Pedro Pablo Kuczynski es el de haber ganado tiempo para sobrevivir
de cualquier manera y a como dé lugar hasta el todavía lejano 2021. No
esperemos nada más. Que Dios nos ayude.
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