FUENTE: http://larepublica.pe/impresa/domingo/875640-molina
QUIZÁS SE ROMPE
No es la fuente más confiable, pero su revelación podría
tener cierto asidero. El ex abogado de Alberto Fujimori, William Paco Castillo
anuncia en Expreso una ruptura del fujimorismo. Kenji Fujimori ya estaría
recolectando firmas para inscribir la agrupación Fujimori Libertad, y 26
congresistas de Fuerza Popular estarían a su lado.
La carrera de Keiko Fujimori a la TV para dar explicaciones
sobre el proyecto Vieira y presentar un nuevo habeas corpus a favor de su padre
sugiere que la de estos días no es cualquier crisis. Lo que estaríamos viendo
es el inicio de una lucha abierta por la candidatura fujimorista del 2021, o la
entronización de dos candidaturas rivales.
En la versión de Paco Castillo, Fujimori padre considera que
su hija ya no podrá ganar una elección presidencial, y ahora la esperanza
estaría puesta en el hijo Kenji. Sabe que las presiones al Tribunal
Constitucional no van a funcionar, y el fracaso del proyecto Vieira habría sido
el momento decisivo para poner en marcha una nueva estrategia electoral.
El autolanzamiento de Kenji Fujimori como abanderado de la
libertad de su padre ha sido dramático. Ha aprovechado una debilidad de su
hermana, quien en 10 años de política electoral se ha visto en la necesidad de
ubicar la imagen de su padre en un segundo plano cada vez más remoto. En la
pasada campaña incluso hubo instantes de abierta ruptura con los años 90.
Uno de los problemas de Kenji Fujimori es que si bien es
mucho más vehemente en lo de la libertad de su padre, y parece dispuesto a usar
el tema como bandera política, no tiene que sepamos una fórmula para lograrlo.
Además liberar a Fujimori no parece un programa político. Sin embargo un
partido propio lo puede acercar a cierta verosimilitud en el tema.
¿Puede Keiko Fujimori desactivar la bomba de tiempo Kenji?
El padre preso no es el único motivo de discordia. El hermano tiene un conjunto
de ideas, principios, estilos, que le han dado cierta popularidad, pero que no
gustan nada en un mototaxi que tiene el timón a la derecha y cuyas
posibilidades de volver al Congreso dependen todas de la ex candidata, gane
ella o no en el 2021.
ESTE TRUCO
CRUEL NO FUNCIONA
Un recurso de nulidad. Un recurso de revisión. Tres recursos
de hábeas corpus que han caminado hasta el Tribunal Constitucional repitiendo
casi los mismos argumentos. En todas esas ocasiones, la defensa de Alberto
Fujimori, a lo largo de años, ha sido derrotada. El desprestigio de los jueces
que lo juzgaron, la invención de teorías sobre sentencias amañadas, los ataques
a cualquiera que pretenda explicar la ley, los periodistas contratados, nada ha
servido. Pasan los años y Fujimori sigue preso. Su esperanza, su única
esperanza, era política. Por eso escogió a su hija como su sucesora con una
agenda de punto único: conseguir, vía la conquista del poder, su libertad.
Primero, con una fuerza parlamentaria el 2006 y luego con la Presidencia el
2011.
Sin embargo, algo salió mal en los planes del padre para la
hija. Muy mal. La hija dejó de obedecer. No porque, espantada, reconociera los
crímenes de su padre. Tampoco porque se fue de la política, harta de ser usada
para un fin subalterno. Nada de eso. La hija dejó de obedecer porque se le
abrió el apetito de poder y lo quiso para ella, sin competencia alguna. Cuando
perdió las elecciones el 2011 hizo correr la voz de que quería
“desalbertizarse”. Convenció a personas de buena voluntad que este alejamiento
venía de una descubierta vocación democrática que la hizo alabar la CVR, la
defensa de los derechos humanos y hasta la Unión Civil en su presentación en la
Universidad de Harvard.
Es cierto que Keiko Fujimori se había independizado del
padre. Lo que fue una gran mentira es que lo haya hecho por sus convicciones
democráticas. Para sus fines, es decir, para no tener a nadie que dispute su
liderazgo único, tiene que mantener a su padre en la cárcel. Tan atroz como se
lee. Keiko Fujimori se ha convertido en el peor de los guardias de su padre. Él
no recibe visitas de ella, pero el padre y los hermanos no pueden ni quejarse.
¿Qué sacarían haciéndolo? Por eso, el actuar rebelde pero cauto de Kenji. Saben
que ella tiene el poder, todo el poder. Ella es la llave y ella es el candado.
Esta verdad, conocida hace varios años para los que
observamos de cerca, se ha hecho evidente ante los ojos de los propios votantes
del fujimorismo en la última semana. Brutal como suena, la hija ha negado al
padre una mejora sustancial en sus condiciones carcelarias. Primero, mandó a su
bancada a pedir un indulto presidencial, a sabiendas de que es un imposible
jurídico. Segundo, prohibió a su bancada apoyar el proyecto de ley de arresto
domiciliario para condenados en condiciones de ancianidad, única esperanza
(aunque jurídicamente controversial) para el padre. Pero esta vez Kenji se hizo
notar un tanto más. Y todos los votantes del fujimorismo vieron, por fin, lo
que ella les ha tratado de ocultar.
Keiko Fujimori debe haber medido ya la cólera de sus
seguidores –el voto duro fujimorista que está agradecido al padre, no a ella– y
en un rápido control de daños, lanzó este viernes un video donde propone, como
gran salida, lo que a estas alturas no es más que una vergonzosa trampa.
Presentará un hábeas corpus, sabiendo que sería el cuarto, que nada ha cambiado
y que no serviría para nada. El video donde dice que Alberto Fujimori “no está
solo” –cuando ella no se toma ni la molestia de ir a verlo– podría causarle una
taquicardia a cualquier padre en esa circunstancia. Sintomático no ver un solo
tuit de agradecimiento del padre y, por otro lado, ver declarar a Alejandro
Aguinaga diciendo que el único que estuvo en el hospital con su padre fue
Kenji, no ella. En otros tiempos no se habría atrevido a decirlo, pero la ira
ya es inocultable.
¿Y si Alberto Fujimori desautoriza a su hija a presentar
recursos en su nombre? ¿Si va más allá y deshace lo hecho, cambiando
públicamente de heredero? ¿Si ofrece al país un clima de gobernabilidad y aísla
a los congresistas keikistas? ¿Si nos dice “basta ya de censuras y promover
soterradamente la vacancia”, Kenji es el único que estará conmigo el 2021? ¿Si
Kenji arma un grupo parlamentario para bajar el número de firmas a 1% y tiene
su propia inscripción luego de anunciar que Keiko ha traicionado a su padre?
Mal truco este del hábeas corpus. Si era para la platea, ya
no es creíble. Si es un mensaje para el padre, a estas alturas, es muy cruel.
HEREDEROS DEL
AUTORITARISMO
La semana pasada
comenté sobre los retos de una transición democrática en Venezuela, sobre la
base de apuntes tomados en el último congreso de la Asociación de Estudios
Latinoamericanos de los Estados Unidos (LASA, por sus siglas en inglés),
realizado en la Pontificia Universidad Católica. Esta semana, en la que se
discute sobre el pedido de hábeas corpus de Alberto Fujimori presentado por
Keiko Fujimori, me parece útil reseñar un trabajo del colega James Loxton,
dedicado al estudio de los partidos “herederos” de gobiernos autoritarios.
Existen en las democracias del mundo un peculiar tipo de
partido, basado en la herencia que dejan gobiernos dictatoriales o
autoritarios. Según Loxton, en más de la mitad de las democracias surgidas
desde la segunda mitad de la década de los años setenta del siglo pasado, esos
partidos han vuelto al poder mediante el voto popular, como el Kuomintang de
Taiwan, o el Partido Popular de España. En América Latina tenemos a la ADN
boliviana con Bánzer, a la alianza RN-UDI en Chile con Piñera, al PRSC de
Balaguer en República Dominicana, a la ARENA en El Salvador, al FRG
guatemalteco con Ríos Montt, al PRI mexicano, al sandinismo en Nicaragua, al
PRD nicaragüense, al Partido Colorado paraguayo. Y está también, por supuesto,
el fujimorismo, que sin haber logrado volver al poder, ocupa una posición
prominente. La clave del éxito de estos partidos estaría en que heredan una
marca partidaria, una fuente de cohesión, base territorial, redes
clientelísticas y fuentes de financiamiento; en el resurgimiento del fujimorismo
parece contar sobre todo la fuerza de la marca y de la identidad fujimorista;
el legado del gobierno de la década de los noventa dejó la posibilidad de
erigir una organización en todo el país y acceder a financiamiento, que fue
aprovechada por Keiko Fujimori en la construcción de Fuerza Popular.
El asunto problemático es cómo manejar la herencia del
pasado, que resulta tanto un activo como una “mochila” muy pesada. Loxton
identifica cuatro estrategias: el arrepentimiento, romper simbólicamente con al
menos los aspectos más negativos del pasado; la minimización o negación de esos
aspectos; el uso de chivos expiatorios; y por último, la reivindicación abierta
del pasado, apostando a segmentos del electorado. El fujimorismo hoy oscila
contradictoriamente en el uso de esas cuatro estrategias, como resulta
elocuente al constatar la dificultad de elaborar un discurso coherente respecto
al tratamiento de la situación legal de Alberto Fujimori. ¿Se le reivindica
como líder o se trata su situación como estrictamente humanitaria? ¿Hay lugar
para la autocrítica frente a los gobiernos de la década de los noventa, o todo
es negar las acusaciones en contra de Alberto Fujimori, la validez de sus
condenas y apelar al recurso de culpar a Montesinos? Keiko Fujimori intenta consolidar
un movimiento bajo su control, pero es claro que la figura de Alberto Fujimori
todavía es capaz de proyectar una sombra sobre ella. Y además, por supuesto, es
su padre.
La presencia de este tipo de partidos es por supuesto una
complicación para las democracias. Podría no serlo tanto si abren las puertas
de la representación a sectores antes excluidos y los encauzan por vías
institucionales. En los últimos tiempos la conducción de Keiko Fujimori
involucionó hacia posiciones crecientemente conservadoras, que acentuaron el
peso de la imagen autoritaria de su padre. Por ello el manejo de su situación
legal la complica ahora tanto. En esta nueva encrucijada, ¿intentará algo
diferente? ¿Tiene a estas alturas margen para ello?
EL JUEGO DE PING PONG
DE LOS FUJIMORI
Sobre cómo un lío familiar mella la estabilidad política.
Era previsible que Keiko Fujimori iba a tener problemas para
manejarse como lideresa de la oposición si tenía frágil el frente interno por
el surgimiento de un peso alternativo como el de su hermano Kenji, y que el
principal perjudicado sería la estabilidad política y económica del país.
El pleito entre los dos hermanos no es reciente. Durante la
pasada campaña salió a la luz más de una ocasión en la que Kenji exhibió su
discrepancia con Keiko, siendo la más evidente el hecho de no ir a votar por
ella en una elección que, en el tramo final, se disputó voto a voto.
Pero parecía que el escenario post elección había
tranquilizado a todos. Keiko se manejaba con relativa comodidad focalizando su
estrategia en la relación con el gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski.
Eso ocurría hasta que empezaron a producirse, a inicios de
este año, expresiones crecientes de la intención de Kenji de desmarcarse. Al
comienzo solo fueron opiniones sutilmente discrepantes sobre los derechos de
las minorías, que luego fueron más abiertas y notorias, y se ampliaron a la
defensa de la libertad de expresión.
Todo ello marcaba un posicionamiento de Kenji independiente
de su hermana, desnudando un conservadurismo y vocación contra las libertades
democráticas por parte de Keiko.
Y mientras todo eso iba en marcha, explosionó el problema de
fondo que los separa, que no es otro que un pleito familiar con evidentes
implicancias políticas: la perspectiva de Alberto Fujimori en la Diroes.
Kenji estuvo dispuesto a apoyar la ley Vieira para que su
padre cumpla el resto de su condena como arresto domiciliario –sin perjuicio de
seguir pidiendo el indulto–, pero su hermana se opuso haciendo que la bancada
de Fuerza Popular (FP) votara en contra y planteando, otra vez, un recurso para
anular la condena a 25 años de cárcel respecto del cual existe relativo
consenso que no va a prosperar y que solo es una manera de salvar la cara para
no quedar ante la opinión pública como una ‘mala hija’.
Lo que sigue es una tensión creciente con riesgo de ruptura
en FP entre un sector mayoritario que seguiría a Keiko, y uno minoritario
relacionado a Kenji y Alberto; así como otra tensión creciente entre la mayoría
del congreso y el gobierno de PPK, el cual va a ser arrinconado mediante
amenazas parlamentarias al gabinete, además de la concreción de represalias
contra la prensa.
Es un caso que evidencia, una vez más, cómo un lío familiar
no resuelto termina perjudicando la marcha política y económica del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario